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“A veces navegamos con el viento, a veces en contra, pero debemos navegar, no estar a la deriva, ni echar el ancla.”

Oliver Wendell Holmes

Juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos.

La crisis global desatada por el coronavirus SARS-CoV-2 está poniendo a prueba nuestro sistema de convivencia, la realidad que nos rodea, en la que desarrollamos nuestra vida y en la que sembramos las semillas del futuro. Como nunca antes, enfrentamos el reto de aprender a gestionar un entorno vertebrado por la incertidumbre y la inestabilidad. Y en éste, una vez superado el drama sanitario que hoy nos aterra, tendrán lugar dos crisis que acontecerán de forma sucesiva y en constante circulación viciosa: la económica y la judicial.

El daño que se produzca a la economía, en sus estructuras productivas, de consumo y financieras, habrá de conducir, si no lo evitamos, a un colapso del sistema judicial cuyos resultados pueden ser devastadores para la sociedad en su conjunto. Por ello, es preciso atender con celeridad y urgencia a las reformas legales y organizativas que permitan, con respeto a los derechos y libertades fundamentales, reordenar un modelo que habilite una solución razonable, ágil y eficaz a los distintos contenciosos que, irremediablemente, se abrirán paso tras la conclusión de las circunstancias excepcionales que impone la emergencia sanitaria.

Definir un espacio judicial solvente y coherente con las expectativas que hoy podemos divisar es una responsabilidad que compete a la comunidad jurídica como colectivo; de este modo, sin perjuicio de que las iniciativas de reforma concretas se vehiculen a través de los órganos e instituciones competentes, es imprescindible asegurar un diálogo leal, cívico y práctico del que resulten, al menos, las bases elementales sobre cuál debe ser nuestro futuro judicial, en el corto y —también— en el largo plazo. Quedan fuera las palabras vacías, la retórica bondadosa y estéril, y se abre paso con la fuerza de los hechos la necesidad de «navegar»; si no lo hacemos, si renunciamos al diálogo como instrumento idóneo para la construcción de la opinión y la transformación de la realidad, habremos de quedar a la deriva, a expensas de una realidad que anuncia la tormenta perfecta…

Álvaro Perea González

Letrado de la Administración de Justicia

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