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I. El porqué de este comentario

Soy consciente de que han corrido ríos de tinta estos últimos meses sobre la actual pandemia que azota a nuestro mundo, intentando poner al descubierto sus orígenes, su evolución y, lo que parece aún más incierto, su destino.

Por eso mismo, el presente comentario se centra más en datos empíricos, intentando centrar la cuestión en lo que hay de cierto, aunque cediendo en algunas materias a la especulación por medio de los criterios dados a conocer por los expertos en la materia.

A diario los medios de comunicación social y las redes sociales nos invaden, literalmente, con miles de noticias, algunas de fuentes solventes pero la gran mayoría de dudosa procedencia y de sospechosa finalidad. Seleccionar, cribar, indagar, digerir e interpretar adecuadamente sus contenidos se presenta como una empresa difícil de asimilar, lo que inexorablemente conduce a la intoxicación informativa, a la confusión interesada, a la inflación de datos y de cifras. En suma, a la manipulación mental, de manera subliminal, sin enterarnos, o no desearnos enterar, dejándonos caer por el tobogán de los que manejan los hilos del poder, ya sea político, económico, financiero o social. A fin de cuentas, la población, en general, suele someterse a los designios de quienes marcan su existencia y a los disidentes se les suele marcar con el estigma de la indiferencia, la censura o la persecución.

Es la historia misma de la humanidad. Ricos contra pobres; capitalistas frente a desahuciados; mecenas frente a iniciados; dictadores contra oprimidos; capitalistas frente al pueblo; capitalismo contra comunismo; telón de acero frente a libertad; monopolio contra el libre comercio; consumismo frente a libre albedrío. Salud contra enfermedad.

En cualquier tiempo y lugar la gente tiene un abrumador deseo de creer en algo; hay que convertirse en el punto de referencia de semejante deseo ofreciendo una causa, una nueva fe; hay que mantener las palabras vagas pero llenas de promesas; enfatizar el entusiasmo sobre la racionalidad y el pensamiento claro; proporcionar a los nuevos discípulos rituales que tengan que realizar; pedirles que hagan sacrificios en favor de uno. En ausencia de una religión organizada y de grandes causas, el nuevo sistema de creencias proporcionará un poder indecible (1) .

La sociedad, nuestra sociedad o, mejor dicho, nuestras sociedades, desde antiguo, han debido afrontar innumerables obstáculos que, una vez vencidos, han representado un éxito que se ha traducido en importantes transformaciones sociales, políticas y económicas, como lo fue la Revolución Industrial en el período histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, en el que Gran Bretaña en primer lugar, y el resto de Europa continental después, sufrieron el mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la Historia de la humanidad, desde el Neolítico; como graves confrontaciones bélicas que tan solo dejaron muerte, destrucción, y odio, como es el caso de las dos guerras mundiales.

La complejidad de las relaciones entre gobernantes y gobernados, entre países, culturas, tradiciones, religiones y sentimientos parece ser el perfecto caldo de cultivo de muchos de los males que el ser humano, para suerte o desgracia, lleva inserto en su ADN.

También es cierto que el siglo XX y no digamos el sigo XXI representan, están representando, el escenario en el que mayor número de avances científicos de todo tipo se ha producido desde que el Homo Sapiens, hace unos 315.000 años, comenzara a dar muestras de su capacidad mental y habilidad manual permitiéndoles inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas complejas, lógicas, matemáticas, escritura, música, ciencia y tecnología.

Nuestra sociedad actual es la sociedad de las Tecnologías de la Información y la Comunicación [TIC], que en cualquiera de sus modalidades, medios o productos ha generado un enorme interés en todos los ámbitos de nuestra sociedad y su utilización con fines educativos es un campo abierto a la reflexión y a la investigación.

La implantación de las TIC en la sociedad está produciendo cambios insospechados respecto a los surgidos en su momento por otras tecnologías, como lo fueron la de la imprenta y la de la electrónica. Sus efectos y su alcance van más allá de los campos estrictos de la información y comunicación para llegar a provocar cambios en la estructura social, económica, laboral, jurídica y política, tendentes, entre otros aciertos, a impulsar la intercomunicación y un sentimiento de responsabilidad y participación en una sociedad no homogénea como es la nuestra (2) .

Nos enfrentamos ante nuevos retos que han dejado de ser el futuro para instalarse de manera definitiva en nuestro presente

Y es que nos enfrentamos ante nuevos retos que han dejado de ser el futuro para instalarse de manera definitiva en nuestro presente. Bioingeniería, nuevos materiales, microelectrónica, tendencia a la globalización económica y cultural, pensamiento único neoliberal, apogeo tecnológico, convergencia digital de toda la información. Añadiendo a todo lo anterior una difusión masiva de la informática, la telemática y los medios audiovisuales de comunicación en todos los estratos sociales y económicos, a través de los cuales nos proporciona nuevos canales de comunicación (redes) e inmensas fuentes de información; potentes instrumentos para el proceso de la información; el dinero electrónico, nuevos valores y pautas de comportamiento social; nuevas simbologías, estructuras narrativas y formas de organizar la información... configurando así nuestras visiones del mundo en el que vivimos e influyendo por lo tanto en nuestros comportamientos.

Ahora bien, ¿esta sociedad tecnológicamente avanzada, socialmente intercomunicada y políticamente estructurada está capacitada para decidir de manera libre y consecuente en los supuestos de crisis?

Nuestra inalienable libertad ideológica, de expresión, reunión, manifestación, huelga, desplazamiento ¿es realmente efectiva, aunque condicionada, y cuenta con la garantía de su indemnidad en supuestos críticos, o es tan solo un reflejo del poder que, en casos extraordinarios, puede limitarlos o hacerlos desaparecer? (3) .

Es aquí precisamente donde referir uno de los diversos debates que se abren con la actual pandemia global y que, sin duda, puede condicionar nuestro futuro más inmediato, de no retornar a nuestra anterior normalidad como sociedad.

A partir de las próximas líneas intentaré poner en orden mis ideas sobre lo que nos está sucediendo en primera persona y de ordenar las consecuencias, los devastadores efectos que el Covid 19 está produciendo en todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida, dejando, como no podía ser de otra manera, la serena reflexión y las conclusiones de su lectura a cada uno de los lectores.

De momento, a la fecha de acabar este comentario (23 de noviembre de 2020), España registra 1.582.616 casos diagnosticados y 43.131 personas fallecidas por el Covid-19. A partir de estos datos objetivos comencemos la andadura de intentar comprobar cuáles son los efectos de la pandemia.

II. Otras pandemias en la historia de la humanidad

Es indudable que otras muchas pandemias y epidemias nos han azotado a lo largo de la historia. Probablemente de entre todas ellas sea la viruela, causada por la Variola virus, la enfermedad infecciosa que está a la cabeza del ranking de pandemias que más mortalidad ha causado en la historia del género humano, con cerca de 300 millones de personas afectadas por esta agresiva cepa que pasaron a mejor vida desde que hay datación de este azote, siendo el período de colonización española en la exploración de América, probablemente el más virulento a pesar de que los portadores no eran conscientes de ello.

En este particular ranking destaca también el sarampión, cuya severa mortalidad en la península ibérica ya fue tratada en sus crónicas por Estrabón, Se calcula que ha sido la segunda pandemia más letal, acabando con unas 200 millones de personas aproximadamente.

En la Edad Media se hizo presente la Peste negra o bubónica que arrasaría durante parte de la Baja Edad Media (siglos XIV y XV) a una humanidad que entre la pobreza rampante, el drama del milenarismo y sus trompetas de Jericó anunciando el fin del mundo, provocarían la muerte de 75 millones de personas. El índice de mortalidad pudo alcanzar el 60 por ciento en el conjunto de Europa, ya como consecuencia directa de la infección, ya por los efectos indirectos de la desorganización social provocada por la enfermedad, desde las muertes por hambre hasta el fallecimiento de niños y ancianos por abandono o falta de cuidados. En la península Ibérica, por ejemplo, pudo haber pasado de seis millones de habitantes a dos o bien dos y medio, con lo que habría perecido entre el 60 y el 65 por ciento de la población, al extenderse rápidamente a través de roedores que recibían de pulgas infectadas (4) .

Hacia 1741 llega a Cádiz desde Cuba el paludismo o fiebre amarilla ocasionada por un mosquito hembra. Hasta el año 1805, causaría una mortandad imparable contabilizándose decenas de miles de afectados. El pico más virulento se daría en Barcelona en torno a 1821, pereciendo un 10% de la población. En 1870, en otro repunte, con la industrialización ya instalada y a pleno rendimiento, morirían cerca de 4.000 personas. El balance de la última epidemia de 1870, daría de baja a cerca de 150.000 personas.

Y qué decir del cólera. No apareció en España hasta 1831. De las seis pandemias conocidas entre 1817 y 1923, cuatro afectaron a España. Entre 1833 y 1885 ocasionaron cerca de 800.000 muertes (en una población de 15 millones), y no fueron más gracias a Jaime Ferrán i Clúa (1851-1929) y su ensayo de una vacuna (5) .

Siguiéndole los pasos encontramos la mal llamada gripe española (6) , que acabó con un número de vidas indeterminado aún hoy día, cifra que oscila entre los 50 y 100 millones de personas en tan solo un par de años. Entre 1918 y 1920 según estimaciones, se llevó por delante a la octava parte de la población mundial y alcanzó los lugares más recónditos de la tierra. En muchas confesiones religiosas, sobre todo en el cristianismo y el islam, nuevamente se creyó que era el fin de los tiempos.

Otras muchas epidemias mermaron la salud de la población. La Tuberculosis o peste blanca, que sobretodo afectó a la clase obrera por sus duras condiciones laborales, de vida, hacinamiento y mala alimentación en las ciudades de los siglos XIX y XX.

Ya más recientemente, causó un gran revuelo y alarma social, principalmente debido a que muchos de quienes padecieron su enfermedad eran personajes conocidos del cine, la televisión y el deporte, el VIH más conocido como SIDA (7) , una pandemia que sigue asolando al mundo. Este virus que se oficializó en 1981 provoca que el sistema inmunológico funcione peor, haciendo que el cuerpo sea vulnerable a cualquier otra enfermedad. Como bien se sabe se contagia mediante contacto de fluidos de la sangre, como el semen. Por desgracia este virus no tiene cura, aun así existen diversos tratamientos que junto a un correcto estilo de vida hace que la enfermedad se mantenga a raya. Se calcula que ha acabado con la vida de 25 millones de personas.

III. El cuándo y el cómo de la pandemia. El enemigo invisible a batir

El coronavirus, conocido técnicamente como COVID-19, es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente. Tanto este nuevo virus como la enfermedad que provoca eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China) en diciembre de 2019.

No obstante, acaba de darse a conocer que en Italia, el Coronavirus ya circulaba el verano del 2019, casi medio año antes de que el mes de febrero del 2020 se detectara el primer caso a Codogno, en la Lombardia. Un estudio del Instituto de Tumores de Milán y la Universidad de Siena, publicado en noviembre de este año en la revista Tumori Journal, ha determinado que algunos de los voluntarios que participaron en una investigación sobre el cáncer de pulmón ya tenían anticuerpos del nuevo coronavirus. Estos pacientes asintomáticos provenían de 13 regiones, la mitad de la Lombardia, seguida del Piamonte, el Lacio, la Emilia-Romaña, la Toscana y el Véneto.

Los coronavirus, en general, constituyen una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).

La enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar

Una persona puede contraer la COVID-19 por contacto con otra que esté infectada por el virus. La enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar. Estas gotículas son relativamente pesadas, no llegan muy lejos y caen rápidamente al suelo. Una persona puede contraer la COVID-19 si inhala las gotículas procedentes de una persona infectada por el virus. Por eso es importante mantenerse al menos a un metro de distancia de los demás y usar mascarillas debidamente homologadas. Estas gotículas pueden caer sobre los objetos y superficies que rodean a la persona, como mesas, pomos y barandillas, de modo que otras personas pueden infectarse si tocan esos objetos o superficies y luego se tocan los ojos, la nariz o la boca. Por ello es igualmente importante lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón o con un desinfectante a base de alcohol (8) .

Sea como fuere, ni fue hasta el 11 de marzo de 2020 que la Organización Mundial de la Salud (OMS), no declaró al coronavirus como una pandemia, luego de que se confirmaran 4.291 decesos a nivel global y la presencia de la enfermedad en 114 países. Como puso de manifiesto el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una conferencia de prensa en la ciudad suiza de Ginebra «Hemos evaluado que el Covid-19 puede caracterizarse como una pandemia» (9) .

Hasta aquí la noticia oficial que no causó inicialmente una alarma generalizada, aunque la población ya estaba siendo concienciada por los medios de comunicación social de una nueva enfermedad parecida a la gripe.

Desde ese preciso instante todo tipo de especulaciones se fueron divulgando en un ambiente de confusión y hasta de cierto caos, como nunca antes se había visto, De un día para otro los gobiernos de Francia, Alemania, Italia o España empezaron a adoptar medidas drásticas para intentar frenar lo que ya se temía, el aumento descontrolado del número de personas contagiadas y de fallecidas, a lo que se unía el número de personas ingresadas en planta y las que ocupaban las UCI, saturando los servicios públicos de salud. Curiosamente, se da cuenta de las primeras imágenes de hospitales y de las fuertes medidas de seguridad y de prevención adoptadas en China.

El viernes 13 de marzo de 2020 el Presidente del gobierno, Pedro Sánchez, se dirigió a los españoles con voz solemne y preocupada dando cuenta del acuerdo adoptado en Consejo de Ministros aprobando el estado de alarma por medio del Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo (LA LEY 3343/2020), por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, con una duración inicial de 15 días aunque prorrogable. Su preámbulo da cumplida nota de su alcance y finalidad al afirmar que:

«La rapidez en la evolución de los hechos, a escala nacional e internacional, requiere la adopción de medidas inmediatas y eficaces para hacer frente a esta coyuntura. Las circunstancias extraordinarias que concurren constituyen, sin duda, una crisis sanitaria sin precedentes y de enorme magnitud tanto por el muy elevado número de ciudadanos afectados como por el extraordinario riesgo para sus derechos.

En este marco, las medidas previstas en la presente norma se encuadran en la acción decidida del Gobierno para proteger la salud y seguridad de los ciudadanos, contener la progresión de la enfermedad y reforzar el sistema de salud pública. Las medidas temporales de carácter extraordinario que ya se han adoptado por todos los niveles de gobierno deben ahora intensificarse sin demora para prevenir y contener el virus y mitigar el impacto sanitario, social y económico».

Y aun cuando la propia norma se cuida de advertir que «Las medidas que se contienen en el presente real decreto son las imprescindibles para hacer frente a la situación, resultan proporcionadas a la extrema gravedad de la misma y no suponen la suspensión de ningún derecho fundamental, tal y como prevé el artículo 55 de la Constitución (LA LEY 2500/1978)», lo cierto es que se procede con carácter inmediato a:

  • Limitar la libertad de circulación de las personas.
  • Acordar, de oficio o a solicitud de las comunidades autónomas o de las entidades locales, que se practiquen requisas temporales de todo tipo de bienes necesarios para el cumplimiento de los fines previstos en la norma, en particular para la prestación de los servicios de seguridad o de los operadores críticos y esenciales.
  • Suspender la actividad educativa presencial en todos los centros y etapas, ciclos, grados, cursos y niveles de enseñanza.
  • Suspender la apertura al público de los locales y establecimientos minoristas así como cualquier otra actividad o establecimiento que a juicio de la autoridad competente pueda suponer un riesgo de contagio, a excepción de los establecimientos comerciales minoristas de alimentación, bebidas, productos y bienes de primera necesidad, establecimientos farmacéuticos, médicos, ópticas y productos ortopédicos, productos higiénicos, peluquerías, prensa y papelería, combustible para la automoción, estancos, equipos tecnológicos y de telecomunicaciones, alimentos para animales de compañía, comercio por internet, telefónico o correspondencia, tintorerías y lavanderías.
  • Establecer medidas de contención en relación con los lugares de culto y con las ceremonias civiles y religiosas.
  • Fijar medidas reguladoras en la prestación del servicio en materia de transportes, incluyendo los servicios de transporte público de viajeros por carretera, ferroviarios, aéreo y marítimo de competencia estatal.
  • Regular medidas para garantizar el abastecimiento alimentario, el tránsito aduanero y garantizando el suministro de energía eléctrica, productos derivados del petróleo y gas natural.
  • Obligar a los medios de comunicación social de titularidad pública y privada a insertar mensajes, anuncios y comunicaciones que las autoridades competentes delegadas, así como las administraciones autonómicas y locales, consideren necesario emitir.

Y todo lo anterior bajo las decisiones adoptadas por la única autoridad competente que reside en el Gobierno, por medio de la gestión delegada en los Ministerios de Defensa, Interior, Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y Sanidad.

Y por si cabía alguna de la magnitud del estado de alarma, se contempla que los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los Cuerpos de Policía de las comunidades autónomas y de las corporaciones locales quedan bajo las órdenes directas del Ministro del Interior, en cuanto sea necesario para la protección de personas, bienes y lugares, pudiendo imponerles servicios extraordinarios por su duración o por su naturaleza, debiendo practicar las comprobaciones en las personas, bienes, vehículos, locales y establecimientos que sean necesarias para comprobar y, en su caso, impedir que se lleven a cabo los servicios y actividades expresamente suspendidas, salvo las expresamente exceptuadas. Para ello, podrán dictar las órdenes y prohibiciones necesarias y suspender las actividades o servicios que se estén llevando a cabo, significándose que la ciudadanía tiene el deber de colaborar y no obstaculizar la labor de los agentes de la autoridad en el ejercicio de sus funciones.

Como se puede comprobar, se vieron limitados numerosos derechos fundamentales bajo un mando único y central con merma de las competencias autonómicas, jamás antes visto desde la restauración de la democracia en nuestro país. Situación que se mimetizó en otros países occidentales y de economía avanzada, al punto de que la prestigiosa revista The Economist, en su número de marzo de 2020, tituló su portada de la siguiente manera «Everytihng´s under control. Big government, liberty and the virus» y para ilustrarlo se ve una mano gigante controlando de una correa a una persona que, a su vez, hace lo propio con un perro.

De nuevo, al día siguiente 14 de marzo de 2020, Pedro Sánchez volvió a hacer uso de la televisión para dar detalles y comentar los aspectos del estado de alarma, mientras otro tanto hacían los presidentes de las diferentes comunidades autónomas, cuando ya se calculaban 7.753 infectados y 288 muertos en nuestro país, lo que obligó, entre otras muchas medidas, a que el Ministerio de Defensa desplegara efectivos especializados del ejército en algunas ciudades para desinfectar espacios públicos. En Cataluña, por solo poner un ejemplo, al cabo de cuatro días de declararse el estado de alarma el número de contagiados era de 1.866 y 41 el de personas fallecidas. El día 18 de marzo, el gobierno ya había adelantado que esta «nueva normalidad» como se le bautizó, se extendería, al menos, hasta Semana Santa, dando cuenta de que en un día se rozaban 14.000 casos, 2.500 más que en las últimas 24 horas, con un 18% de incremento), de los que 774 casos estaban ingresados en la UCI y otros 5.717 se encontraban hospitalizados, con una ratio de 28 casos por cada 100.000 habitantes.

Ante la gravedad de la situación Pedro Sánchez vuelve a intervenir en la televisión el día 21 de marzo afirmado que la próxima semana habría un pico de afectados y que las próximas semanas serían complicadas, vaticinio de lo que se acordó al día siguiente, la prórroga del estado de alarma por otros 15 días (hasta el 12 de abril), cuando España sumaba ya 28.572 contagiados y 1.720 fallecidos. Tan solo 11 día después, los contagiados eran 56.000, en tanto que los fallecidos por el Covid-19 ya eran 8.758 más que el último día.

Entre tanto el BOE, día sí y día también, publica diferentes reales decretos y órdenes acordando el cierre de actividades consideradas no esenciales y adoptando toda serie de medidas dirigidas a paliar, en lo posible, la situación laboral, mediante los expedientes temporales de regulación de empleo por fuerza mayor (ERTES), ayudas a los autónomos, reformas en el percibo de la prestación de desempleo, garantías en la estabilidad del empleo, etc. Mientras tanto, el 2 de abril de 2020 se dan a conocer las cifras de desempleo que a 31 de marzo era de 3.548.312 personas, con un incremento mensual del 9,3%, acompañado de una pérdida de afiliados a la Seguridad Social de 833.979 afiliados y la tramitación, igualmente hasta finales de marzo, de 620.000 ERTES.

La angustiosa y apocalíptica situación por la que atravesábamos obligó de nuevo a Pedro Sánchez a aparecer en la pantalla televisiva el sábado 4 de abril y anunciar otra nueva prórroga del estado de alarma por otros 15 días, hasta el 25 de abril, sin descartar otras posteriores en el tránsito hacia la normalidad. Mientras tanto, el 11 de abril los fallecidos sumaban 16.972, mientras que al día siguiente comienzan a incorporarse trabajadores en actividades no esenciales, aunque permaneciendo cerrados los comercios minoristas.

El 18 de abril, el presidente del ejecutivo anuncia una nueva prórroga del estado de alarma, hasta el 9 de mayo, aunque dulcifica la medida dando cuenta de que a partir del 26 de abril permitirá salir a los niños de hasta 14 años y adolescentes por franjas horarias. Y todo esto mientras el 21 de abril se informa de que los fallecidos son ya 21.282 y los contagiados 204.178 personas.

El 28 de abril, Pedro Sánchez acuña un nuevo término al informar de las «fases de escalonamiento hacia la nueva normalidad,» que durará hasta finales de junio y que se materializó el 1 de marzo con la aprobación de un régimen de salidas de 6 a 10 horas y de 20 a 23 horas para pasear y practicar deporte.

El 6 de mayo el Congreso de los Diputados aprobó la cuarta prórroga del estado de alarma, hasta el día 24 de mayo, con 178 votos a favor (PSOE, Unidas Podemos, Ciudadanos, PNB, Més Pais, Compromís, Coalición Canaria, Nueva Canaria, PRC i Teruel existe), 75 en contra (VOX, Esquerra Catalana, Junts per Catalunya, la CUP i Foro Asturias) y 97 abstenciones (PP, EH Bildun, UPN i el BNG).

El 21 de mayo el gobierno hace obligatorio el uso de mascarilla por la calle y en lugares cerrados

El 21 de mayo el gobierno hace obligatorio el uso de mascarilla por la calle y en lugares cerrados. Diversas ciudades transitan entre las distintas fases de desconfinamiento, mientras paulatinamente parece que la vida va retomando su pulso, que no su normalidad, con la apertura de bares, restaurantes, peluquerías, gimnasios y tiendas.

Lo que nadie podía imaginar es que esta nueva normalidad propiciada por el desconfinamiento parcial por fases, en función de las decisiones que cada comunidad autónoma adoptaba, iba a generar una segunda oleada de contagios coincidiendo con la llegada del otoño, superando el número de infectados en el mundo por el coronavirus los 54 millones, a un ritmo diario de 449.276 contagiados y 1,3 millones de personas fallecidas, siendo, por continentes, América la más afectada, con 22 millones de casos, seguido de Europa, con 14 millones, y Asia meridional, con casi 10 millones. Situación que en nuestro país dio lugar, según cada Comunidad Autónoma, a declarar el estado de sitio.

Hasta aquí el ritmo de los acontecimientos siguiendo un orden temporal. Pero, ¿sabemos dónde, cuándo y por qué se originó el Coronavirus?, la pregunta parece obligada y la respuesta aún más, porque nuestra sociedad ha cambiado radicalmente en sus hábitos, costumbres, usos sociales y ha visto considerablemente limitados sus derechos de reunión, manifestación, libertad de movimientos y de traslados.

Hay quienes defienden la teoría de la conspiración, adecuadamente silenciada cuando no reprimida en la República Popular de China (10) , otros a una lucha de poderes entre las súper potencias (EEUU, URSS y China), o simplemente lo achacan a un error humano ocasionado por una mutación vírica, aún por descubrir.

Pero si bien muchos conocen que todo se inició oficialmente en la ciudad china de Wuhan, pocos sabrán que se trata de una megalópolis, con 11 millones de habitantes, capital de la provincia de Hubei y la urbe más importante de la zona central de la República Popular de China. Cuenta con cuatro parques de desarrollo científico y tecnológico, 1.656 empresas e inversiones de alta tecnología, numerosas incubadoras de empresas e inversiones de 230 empresas que forman parte de Fortune Global500 (las primeras 500 empresas del mundo), que cuenta con el Centro de China para la Colección de Cultivos de Virus (CCVCC), en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), considerado el centro más importante de colección de cultivos a nivel nacional (11) .

Se ha especulado sobre el origen animal del Coronavirus, en especial que podría provenir de los murciélagos. En una declaración de la OMS del pasado 8 de mayo de 2020, se afirmó que el nuevo coronavirus causante de la enfermedad Covid-19 no es un producto de laboratorio sino una zoonosis vírica originada en murciélagos, frecuentemente receptores de este tipo de virus, y luego transmitida, a través de otros mamíferos, al ser humano, aunque no se ha hallado el animal que actuó como intermediario y permitió la infección humana. Tampoco la OMS ha llegado a afirmar que fuera el mercado de alimentos de Wuhan el lugar donde se originó la pandemia. Lo que si descartó es que el virus fuera creado en un laboratorio cercano a este mercado donde investigan sobre coronavirus.

Investigaciones más recientes, sin embargo, niegan que los murciélagos sean los huéspedes del Coronavirus o, al menos, no existen evidencias que así lo confirme, como tampoco el pangolín.

Pero es que tampoco gana mayor fiabilidad la teoría de que la génesis del Coronavirus fuera intencionada, surgida de un laboratorio a título experimental o, en su defecto, fruto de una inadecuada manipulación vírica. Y si estas fueran las verdaderas causas lo más seguro es que sus responsables guarden el secreto por las graves repercusiones que ello pudiera acarrear.

Sentados los anteriores precedentes, ¿en qué aspectos incide la nueva pandemia?

IV. Los efectos destacados de la pandemia originada por el Coronavirus

Desde que apareció en nuestras vidas los efectos del Coronavirus, han corrido ríos de tinta y han sido miles las voces que han dado su criterio sobre esta particular pandemia. En muchas ocasiones condicionados por informaciones erróneas o interesadas y en pocas de ellas tras un riguroso y detenido estudio de su génesis.

Ahora bien, es posible detectar los efectos derivados del Covid-19 en el tejido social y económico, que, sin perjuicio de poder ser ampliados a otros aspectos de nuestra realidad, serían los siguientes:

1. Saturamiento de la cadena sanitaria

La pandemia ha cogido de sorpresa a los servicios de la Sanidad Pública, cuya infraestructura, medios y personal fueron, al menos durante la primera oleada, claramente insuficientes para atender la demanda de ingresos hospitalarios y atención en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI).

La falta de medios puso de manifiesto la inexistencia, en algunos casos, o la insuficiencia, en la gran mayoría de supuestos, de equipos de protección individual adecuados con destino al personal médico y asistencial. Situación agravada por la necesidad de importar de China trajes especiales, guantes, mascarillas y respiradores, no siempre con la calidad necesaria y exigible.

Tuvo el personal médico y de enfermería enfrentarse, sin lugar a dudas, al mayor reto conocido hasta ahora, supliendo la falta de experiencia sobre el nuevo virus, el uso necesario de equipos de protección y la escasez de medios humanos con una gran dosis de voluntariedad, profesionalidad y dedicación que aún está pendiente de recibir su adecuado agradecimiento.

Las medidas adoptadas por el gobierno permitiendo que médicos jubilados y estudiantes del último año de medicina pudieran colaborar en esta ingesta labor no impiden reflexionar a fondo sobre la necesidad de dotar de más y mejores recursos a nuestra sanidad en beneficio de todos.

2. Aumento del uso de las redes sociales como canales habituales de información con el consiguiente riesgo de manipulación y de credibilidad en el mensaje

A diferencias de otras pandemias, la del coronavirus se ceba en una sociedad globalizada y altamente sofisticada e intercomunicada. Los viajes en trenes de alta velocidad, modernos y rápidos aviones, autovías y autopistas que cruzan y unen diversos países y coches dotados de la última tecnología permiten, facilitan y contribuyen a la actual interconectividad, sin más límites que los impuestos por cada Estado en materia de seguridad.

Por otra parte, las nuevas tecnologías por medio del internet y las nuevas formas de comunicación a través de móviles inteligentes, ordenadores de última generación, tabletas y drones, entre otros mecanismos, hacen posible la información inmediata y libre, a lo que se une las múltiples plataformas digitales y sociales existentes (Facebook, Tweeter, Youtube, Google o Whatsapp, por citar las más influyentes).

Parecería difícil con tantos medios la manipulación informativa e, incluso, mental por parte de los poderes fácticos. Sin embargo. Algunos expertos ponen la anterior afirmación en cuarentena.

De este modo, por medio de la seducción se puede lograr que las personas sigan una determinada opinión o tendencia, y la manera de seducir a alguien es influir en su psicología y en sus debilidades, jugando con sus emociones y poniendo en valor aquello que considera más valioso y con lo que temen, por ejemplo la salud. Aunque para ello ocultemos nuestras intenciones para que puedan preparar una defensa, predicando la necesidad del cambio, pero nunca reformar demasiado de una sola vez (12) .

Con todo, una nueva amenaza acecha y consiste en la batalla abierta de los datos y su conexión con los fakes. ¿Quién está detrás de toda esta información falsa y manipulada y con qué oscuras intenciones?

Se ha llegado a afirmar, incluso, que el control de la población a través de la culpa ofrece un gran potencial en cuanto impone el temor a saltarse las reglas y a sus consecuencias con la excusa del contagio del coronavirus, creando arquetipos del bien y del mal, que dividiría a los buenos de los malos ciudadanos a tenor de las cambiantes y controvertidas reglas administrativas impuestas desde el poder ejecutivo, y que pueden llegar a la caza del vecino infractor. Y lo que parece ser peor, el que los ciudadanos empiecen a aceptar como normal y habitual el ser sometidos a una estrecha vigilancia facilitada por el pago electrónico, las videollamadas, el teletrabajo y los geolocalizadores.

3. El obligado confinamiento de los ciudadanos en sus hogares

Más de dos meses de confinamiento de la población en sus hogares ha sido al particular y gravoso precio que hemos debido pagar para intentar contener el avance de la pandemia.

Esta obligada reclusión domiciliaria, controlada, vigilada y sancionada, ha comportado números efectos secundarios, desde el incremento de separaciones y divorcios, al hacerse patentes las diferencias conyugales en momentos críticos, hasta la más que probable aparición de enfermedades mentales, hasta el extremo de que los expertos calculan que al menos un 30% de la sociedad está padeciendo algún trastorno mental en forma de ansiedad, angustia, depresión o estrés postraumático. Es una cifra preocupante si se tiene en cuenta que, antes de la llegada del covid-19, los expertos consideraban que hasta un 25% de las personas tendrían, en algún momento de sus vidas, algún problema psíquico.

Como efecto positivo debe resaltarse la mayor comunicación entre padres e hijos, el reforzamiento de los lazos familiares, la solidaridad con terceros, el control de los gastos y la instauración definitiva del teletrabajo.

4. Limitaciones en los derechos de libertad, circulación, expresión y reunión

Como he puesto de manifiesto anteriormente, las medidas adoptadas por el gobierno central y, tras la finalización del estado de alarma, las acordadas por los distintos gobiernos autonómicos, en forma de confinamientos municipales y territoriales y estado de sitio, han tocado la línea de flotación en el respeto de derechos fundamentales y libertades públicas tan esenciales como el de reunión, manifestación y desplazamiento.

Nuestra libertad como personas se hace patente en el distanciamiento social, el uso de mascarillas (13) , la prohibición de reuniones, aun cuando sean privadas, de más de seis personas, la imposibilidad de acudir a eventos culturales y deportivos en masa, el impedimento de trasladarnos los fines de semana a otros municipios diferentes del de residencia habitual, la prohibición de salir durante la vigencia horaria del toque de queda, la recomendación de no visitar, salvo casos de urgente necesidad o cuidado, a nuestros mayores, o no poder frecuentar en muchas ciudades los bares y restaurantes, como puntos de encuentro, asueto y distracción, lo que restringe el derecho a la libertad de empresa.

Ver nuestras vidas ampliamente limitadas supone un recorte de nuestros derechos y libertades que, de permanecer más tiempo del imprescindible y necesario, puede originar enfrentamientos sociales

En definitiva, ver nuestras vidas ampliamente limitadas supone un recorte de nuestros derechos y libertades que, de permanecer más tiempo del imprescindible y necesario, puede originar enfrentamientos sociales, que ya se han venido manifestando en la rebeldía de una parte de la población que no hacen uso de la mascarilla e improvisan encuentros, fiestas y botellones, aun a sabiendas de sus consecuencias, por no decir de algunos grupos negacionistas que bajo el auspicio de algún personaje de actualidad promueven e incitan a la desobediencia civil.

Limitaciones que se extienden igualmente a otros ámbitos, como pueda ser los diversos tipos de confinamiento que restringen la libertad personal y de circulación. De igual manera, el riesgo de contagio y la existencia de un elevado número de infectados que no muestran síntomas han llevado a las autoridades a limitar la movilidad de las personas, como la forma más efectiva de reducir la dimensión del problema, ya sea en forma de cuarentenas, confinamientos perimetrales o territoriales, con restricciones de entrada y de salida de la propia comunidad autónoma, municipio, comarca o área sanitaria.

Otras medidas adoptadas, como el distanciamiento social, las requisas de productos sanitarios, la suspensión de actividades o las aplicaciones en los móviles para rastrear las líneas de contagio, tienen consecuencias inmediatas para otros derechos fundamentales, como el derecho de reunión, la propiedad, la libertad de empresa, el derecho a la educación y la protección de datos personales.

Por no hablar de la incidencia de las medidas sanitarias en el derecho de manifestación en el ámbito laboral, el derecho de huelga y el derecho al trabajo (artículos 21 (LA LEY 2500/1978), 28.2 (LA LEY 2500/1978) y 35.1 de la Constitución (LA LEY 2500/1978)) (14) .

5. Política de la Unión Europea: subvenciones a cambio de reformas laborales. Pérdida de soberanía en cuestiones económicas

Quizá, sin duda, el mayor coste de la actual pandemia recaiga en la clase trabajadora que han visto reducidos sus ingresos retributivos por su inclusión en algún ERTE o bien han sido despedidos tras cerrar definitivamente la empresa o local donde prestaban sus servicios.

Por otra parte, el Estadio debe afrontar el mayor coste que representa las prestaciones por desempleo y la falta de ingresos en cotizaciones por las empresas afectadas por ERTES debido a fuerza mayor, a lo que se suma el descenso de cotizantes a la Seguridad Social y de contribuyentes a la hacienda pública.

Cierto es que el pasado día 6 de agosto de 2020, en virtud de las normas sobre ayudas estatales de la UE y, en particular, del Marco temporal, la Comisión aprobó diferentes programas de ayudas a España, dotados de un presupuesto total de 40.000 millones de euros, que se liberarán en distintos tramos, y que ofrecen garantías sobre préstamos a empresas y trabajadores por cuenta propia.

Pero a cambio, estas ayudas están condicionadas a que España lleva a cabo importantes reformas estructurales que permitan un crecimiento sólido de nuestra economía, afectando a materias tan sensibles e impopulares como la contención del gasto público (una de cuyas partidas afecta a la retribución de los funcionarios públicos), la edad de jubilación o la flexibilización del mercado laboral (15) .

Dentro del actual contexto económico, Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, ha reconocido que la economía se está apagando «más rápido de lo esperado, tras el fuerte rebote de los meses de verano», lastrando al sector servicios, el que mayor peso tiene en el PIB de la zona euro, lo que a su vez está presionando a la baja la inflación y afectando al mercado laboral.

Todo ello está haciendo que la actividad económica se resienta en el cuarto trimestre del año. La demanda es débil en este escenario, lo que a su vez ejerce presión a la baja sobre la inflación, señalando que «la desigualdad se está implantando entre sectores, con los servicios sufriendo el golpe más importante», mientras que la industria está resistiendo mejor el golpe.

A lo anterior se añade que los consumidores se están volviendo más cautelosos por la pandemia. «Las presiones sobre los precios a corto plazo seguirán siendo moderadas debido a la debilidad de la demanda», especialmente en sectores golpeados por la pandemia, «caída de salarios y la apreciación del euro».

Entre tanto, el tipo de interés principal de refinanciación se mantiene en el 0%, el de depósito en el —0,5% y el de facilidad de crédito en el 0,25%. El Banco Central ha preferido dejar los deberes para la cita de diciembre de 2020 para revisar su política monetaria y calibrar los programas de estímulo con más información, como ya avanzó el vicepresidente de la institución, Luis de Guindos.

No obstante, el comunicado del BCE deja algunos detalles negativos sobre la situación actual: «En el entorno actual de riesgos claramente inclinado a la baja, el Consejo de Gobierno evaluará cuidadosamente la información nueva, incluida la dinámica de la pandemia, las perspectivas de lanzamiento de vacunas y la evolución del tipo de cambio. La nueva ronda de proyecciones macroeconómicas elaboradas por los expertos del Eurosistema en diciembre permitirá una reevaluación exhaustiva de las perspectivas económicas y el equilibrio de riesgos».

6. Los postulados de Koch

Algunos críticos dudan de la existencia del coronavirus porque, según ellos, no cumple los postulados de Koch.

Robert Koch, junto con Louis Pasteur, son los «padres» de la Microbiología. Koch fue el primero que descubrió que una bacteria era el agente causante de la tuberculosis, el primero en aislar y cultivar el bacilo de la tuberculosis (su bacilo, «el bacilo de Koch»). También demostró que la bacteria «Bacillus anthracis» era el causante del ántrax o carbunco. La metodología que empleó para demostrar que una bacteria concreta es el agente que causa una enfermedad determinada, la concretó en sus famosos postulados de Koch:

  • a) El microorganismo tiene que estar siempre presente en los animales que sufran la enfermedad y no en individuos sanos;
  • b) El microorganismo debe ser aislado y crecer en un cultivo puro;
  • c) Cuando dicho cultivo se inocula a un animal sano, debe reproducirse en él los síntomas de la enfermedad; y
  • d) El microorganismo debe aislarse nuevamente de estos animales y mostrar las mismas propiedades que el microorganismo original.

La realidad nos demuestra que muchos virus no causan la enfermedad en todos los individuos infectados, sino que un mismo virus puede causar enfermedades muy diferentes, mientras que diferentes virus pueden causar la misma enfermedad (los virus de la hepatitis, por ejemplo), requisitos de los postulados 1 y 4. Tampoco cumplen el postulado 2, porque hay virus que no se replican en cultivos celulares o para los que no hay un modelo animal adecuado para su multiplicación. La hepatitis C y el papilomavirus son sin duda los causantes de la hepatitis y del cáncer cervical mucho antes de que se pudieran propagar en cultivos celulares. Además, nunca los podremos obtener en cultivo «puro», porque al ser patógenos intracelulares obligados, siempre hay que cultivarlos dentro de células vivas (lo mismo que las bacterias de los grupos Rickettsia y Chlamydia). El mismo concepto de cultivo «puro» en virología carece de sentido: muchos virus, sobre todo los que tienen un genoma ARN, son en realidad «nubes de mutantes», en los que podemos definir una secuencia genómica consenso, por lo que se denominan «cuasiespecies» víricas.

En resumidas cuentas, todas estas premisas hacen dudar a muchos investigadores acerca de la génesis del Covid-19.

7. Obligación de vacunación. Movimientos antivacuna

A nadie se le escapa que la solución al Coronavirus debe venir de la mano de una vacuna eficaz que haga inmune a la población de sus efectos.

Pero inmediatamente se abren innumerables interrogantes. ¿Cuándo dispondremos de esa vacuna? ¿Habrá vacunación para toda la población mundial? ¿Tendrá efectos secundarios sobre nuestra salud? ¿Cómo se llevará a cabo?

Por el momento, el Comité de Emergencia de la OMS sobre la COVID-19 se reunió el 29 de octubre de 2020 para examinar la situación y los progresos realizados con respecto a las recomendaciones temporales. El Comité señaló que la pandemia seguía constituyendo una emergencia de salud pública de importancia internacional, e instó a centrarse en la adopción de medidas de respuesta basadas en las enseñanzas aprendidas y en datos científicos sólidos.

El Director General de la OMS, Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, aceptó el asesoramiento del Comité y declaró que «la OMS seguirá trabajando de manera colaborativa en todo el mundo para impulsar la ciencia, las soluciones y la solidaridad.»

El Comité expresó su reconocimiento por el liderazgo y las actividades de la OMS en el conjunto de la respuesta mundial, incluido su papel fundamental en la elaboración de orientaciones basadas en datos científicos, la facilitación a los países de asistencia técnica y de suministros y equipos esenciales, la transmisión de información clara y la lucha contra la desinformación, así como en la puesta en marcha de los ensayos Solidaridad y del Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (Acelerador ACT).

En la actualidad, se están desarrollando más de 169 vacunas candidatas contra la COVID-19, 26 de las cuales se encuentran en fase de ensayos en seres humanos, aunque parece que dos parten con ventaja: La vacuna experimentada por la compañía biotecnológica Moderna con un 94,5% de efectividad en los análisis preliminares, y la vacuna en colaboración entre Pfizer y BioNTech, con un 90% de eficacia, de cuyos productos se ha proveído convenientemente la Unión Europea.

Sea como fuere, la OMS está trabajando en colaboración con científicos, empresas y organizaciones de salud internacionales a través del Acelerador ACT en aras de una respuesta más rápida a la pandemia. Cuando se encuentre una vacuna segura y eficaz, el COVAX (dirigido por la OMS, GAVI y la CEPI) garantizará que tanto el acceso a dicha vacuna como su distribución sean equitativos, protegiendo así a la población de todos los países, dándose prioridad a las personas expuestas a un mayor riesgo.

Sobre la eficacia de la vacuna, a criterio del director médico del Hospital Mount Sinaí de Nueva York, Valentí Fuster, si bien no hará desaparecer inmediatamente la Covid-19, está convencido que la situación mejorará progresivamente después de este invierno y que en un año o dos, el coronavirus será como una gripe.

Ahora bien, otro de los grandes interrogantes radica en si los gobiernos estatales pueden obligar a la población a vacunarse contra el Covid-19. Para el prestigioso catedrático de Derecho Penal, Gonzalo Quintero Olivares, la cuestión parece clara: a partir del sacrosanto respeto a la libertad y a la necesidad de que concurra el consentimiento, no es posible imponer una vacuna a quien no la desee.

Para Quintero Olivares, las decisiones en materia de política sanitaria son competencia exclusiva del Estado (art.149 (LA LEY 2500/1978)-16º de la CE). El art. 2 de la Ley Orgánica 3/86 de 14 de abril (LA LEY 924/1986), de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública, permite a las autoridades tomar cualquier tipo de medidas en casos de epidemias, sin precisar, y ahí podría incluirse el «mandato de vacunación». Pero también existe el derecho a rechazar un tratamiento médico (la vacuna lo sería) salvo que con ello se ponga en riesgo la salud de los otros. Claro está, una obligación de vacunación exige la seguridad de que no conlleva riesgos, más o menos elevados, lo cual requiere un largo plazo de comprobación.

A su vez, el estado de alarma en el que estamos afecta también a la cuestión, ya que la razón para declararlo deriva del art. 4 de su Ley reguladora, de 1 de junio de 1.981 (LA LEY 1157/1981), que señala como uno de los motivos las «crisis sanitarias, tales como epidemias», y el art. 12.1 (LA LEY 1157/1981) permite adoptar «… las medidas … establecidas en las normas para la lucha contra las enfermedades infecciosas.» Por ahí entrarían, según muchos sostienen, las vacunaciones obligatorias. También la Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública (LA LEY 924/1986), faculta a las autoridades sanitarias de las distintas Administraciones Públicas para el reconocimiento, tratamiento, hospitalización o control de personas cuando se aprecie indicios racionales que permitan suponer la existencia de peligro para la salud de la población.

Hoy por hoy, legalmente no existe un deber de vacunarse

Pero lo cierto es que, hoy por hoy, legalmente no existe un deber de vacunarse. En nuestro sistema existen «recomendaciones» pero no mandatos obligatorios, aunque no se descarten como posibilidad. La Ley 22/1980, de 24 de abril (LA LEY 846/1980), sobre vacunaciones obligatorias impuestas y recomendadas, dispuso que «las vacunaciones contra la viruela y la difteria y contra las infecciones tíficas y paratíficas, podrán ser declaradas obligatorias por el Gobierno cuando, por la existencia de casos repetidos de estas enfermedades o por el estado epidémico del momento o previsible, se juzgue conveniente. En todas las demás infecciones en que existan medios de vacunación de reconocida eficacia total o parcial y en que esta no constituya peligro alguno, podrán ser recomendados y, en su caso, impuestos por las autoridades sanitarias».

Sin embargo, concluye Quintero Olivares, ningún derecho, ni siquiera los fundamentales, es ilimitado, por lo que puede sufrir restricciones siempre que sean proporcionadas. Los poderes públicos (art.43 CE (LA LEY 2500/1978)) tienen el deber de velar por la salud de todos los ciudadanos, y eso les obliga a prevenir los contagios de enfermedades con las medidas que se consideren adecuadas y menos lesivas de los derechos individuales, que pueden resultar limitados en aras de la protección de un interés superior que es la salud colectiva, y eso conduciría a admitir la constitucionalidad de la obligatoriedad de la vacunación, en plena coherencia con el sentido del Estado social de derecho y, además, en uso de las facultades que les confieren las citadas Leyes 3/1986 de medidas especiales en materia de salud pública (LA LEY 924/1986), y 14/1986, General de Sanidad (LA LEY 1038/1986) (16) .

8. Falta de liderato en la crisis pandémica

Para muchos analistas políticos, la pandemia del Coronavirus ha puesto de manifiesto una descoordinación de las principales potencias y organizaciones mundiales que pone al descubierto, a su vez, una crisis de liderato mundial.

Hemos pasado de la guerra fría entre EEUU y la extinta URSS, que presidió el difícil equilibrio social, político, estratégico y económico entre 1945 y 1982, a una situación de catarsis mundial originada no por la amenaza de misiles o bombas nucleares, sino por el riesgo pandémico a una enfermedad de etiología desconocida que pone en peligro los cimientos de nuestra civilización.

Ni la todo poderosa EEUU, con Donald Trump al frente, ni la temida República Popular China, liderada por el hermético Xi Jinping, como tampoco la Federación de Rusia, presidida por Vladímir Putin, han sabido o querido abanderar ninguna política decidida para afrontar la grave crisis que padecemos.

En el caso de EEUU quizás por estar inmersa en el proceso de elecciones presidenciales. China, por su parte, ha estado más preocupada de silenciar y de reprimir las voces discordantes con respecto a lo que realmente haya podido haber sucedido en Wuhan, y promocionar su fortaleza como nación en la lucha contra la pandemia. En tanto que en el caso ruso ha predominado una política de contención, de verlas venir, manteniéndose en un discreto segundo plano.

Tampoco la ONU, por medio de la OMS, ha protagonizado un liderato convincente, decidido y eficaz en la lucha contra la pandemia. Sus constantes cambios de criterio y la falta de una estrategia global que sirviera de guía para la coordinación de las decisiones a tomar por los diferentes estados miembros, de la que se autoexcluyó EEUU el pasado mes de julio de 2020, no han contribuido a difundir la necesaria calma y estrategia a seguir en estos casos.

En el caso de la Unión Europea, la crisis del Brexit ha acaparado la atención y preocupación de los líderes comunitarios, actuando de manera descoordinada o, al menos, particular, en sus decisiones, con evidente disparidad de criterios en orden a la potencialidad de sus respectivas economías y a la disciplina de sus ciudadanos.

Lo que parece evidente es que debe propiciarse la solidaridad internacional, arrimando el hombro, desde el convencimiento de que la humanidad es una con la Tierra

9. La repercusión económica de la pandemia. Hacia una economía confinada

La actual pandemia nos conduce inexorablemente a un replanteamiento no solo de nuestros usos y costumbres sociales, sino a nuestro modo de relacionarnos con los demás, a la forma de trabajar, impulsando el teletrabajo, a nuestra forma de interaccionar, a la forma de administrar justicia, por medio de la implantación definitiva de los juicios telemáticos, pero también tomando consciencia de que supone un revulsivo económico y empresarial.

El comercio tradicional es probable que definitivamente ceda su espacio al comercio electrónico; el dinero en papel a la tarjeta de crédito o al pago por medio del móvil; la demanda de empleos se escorará a los de carácter informático y digital, logístico, sanitario y farmacéutico. Las bolsas serán más cautas en la realización de transacciones de compra y venta de valores, acciones de sociedades, bonos públicos y privados, certificados y otros títulos; el mundo cultural y artístico, el del ocio y los espectáculos deportivos deberán ajustarse a limitaciones de aforo, con la incidencia que ello supondrá en sus recursos financieros.

Por cierto, el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), fundada en 1861, que, en opinión de algunos, es el laboratorio que, actualmente, marca las pautas del comportamiento social a raíz de la crisis del Covid-19, en un artículo escrito en la MIT Technology Review, por su editor jefe, Gideon Lichfield, ofrecía una información-orden subliminal: «We´re not going back to normal», afirmando entre otras cosas, lo siguiente:

«…Todas las naciones deben imponer el aislamiento social para frenar la propagación del virus y que el número de personas enfermas no provoque un colapso de los sistemas sanitarios. Eso significa que la pandemia debe avanzar a un ritmo más lento hasta que suficientes personas se hayan contagiado para lograr la inmunidad del grupo (suponiendo que la inmunidad dure años, algo que aún no sabemos) o hasta que se descubra una vacua (lo que no pasará como pronto hasta 2021, si es que llega)».

Se trata de una forma de vida completamente diferente a la que deberemos adaptarnos y en la que seremos testigos de una explosión de nuevos servicios en lo que ya se ha denominado como «economía confinada» (17) .

Sin embargo, para algunos expertos en la materia, existe el riesgo de que los ciudadanos empiecen a aceptar como normal y habitual el ser sometidos a una estrecha vigilancia, padecer un ambiente represivo y proclive a la extralimitación, acostumbrarse a controles y actitudes intimidatorias que inviten a la denuncia de hechos no delictivos como la insolidaridad o el estrés social (18) .

Lo que parece evidente es que nos encaminamos a la concienciación de lograr una sociedad más justa, más equilibrada, con menos desigualdades y más oportunidades de derecho, que aboga por energías verdes y limpias, por la preservación del medio ambiente, por el fin de las guerras y enfrentamientos, por el reparto de riquezas, imponiéndose como los nuevos retos que hemos de afrontar.

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