Los siete gruesos volúmenes sobre cuyas tapas negras brilla en tipografía dorada Das Staatsrecht der Bundesrepublik Deutschland (El Derecho del Estado de la República Federal de Alemania) deslumbran a cualquier jurista. No es solo el dragón alado de la editorial Beck que figura rampante en la portada, sino el monumental trabajo de los profesores Klaus Stern y Michael Sachs durante más de 40 años con una precisión y aparato crítico sencillamente inigualables.
Las mismas butacas de madera del aula de conferencias II del edificio central de la Universidad de Colonia que vieron empezar sus estudios de Derecho hace cincuenta años a un prometedor estudiante de Duisburg, aplaudieron el pasado 27 de febrero la última lección magistral que impartió. El Prof. Sachs no es solo una de las estrellas del Derecho público —broma que arrancó con el apellido de su maestro y compañero Klaus Stern (astro en alemán)—, sino un luminoso ejemplo de humildad, trabajo bien acabado y pasión por la verdad. Su apellido se ha convertido en toda una marca. No hay biblioteca jurídica a la que falten la última edición de sus comentarios a la Constitución alemana (GG), a la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (LA LEY 12415/2007) (GrCh, CDFUE) a la Ley de Procedimiento Administrativo (VwVfG) o sus manuales de Derechos Fundamentales y de Derecho procesal constitucional. Ni tampoco hay artículo, tesis doctoral o de habilitación en Derecho Público que pueda ahorrarse citarlo y discutir sus tesis en caso de discrepancia.
Con estas credenciales podría esperarse un ufano cátedro que pontifica desde su tarima. Nada más lejos de la realidad. Los seminarios de dos horas del curso de profundización de Derechos fundamentales de los viernes por la tarde me demostraron lo contrario. En un aula más bien modesta y con un grupo de apenas diez estudiantes fue revisando durante el semestre de invierno de 2019-2020 —el último de su carrera— los puntos clave de la materia en diálogo con los participantes. Soy testigo de su amable paciencia. Con una sonrisa llena de cariño respondió a mis innumerables preguntas, tantas veces formuladas en un alemán entrecortado y llenas de latinajos para sustituir los términos que no me sabía. Hasta el último día en traje y luciendo manchas de tiza. La única clase del curso que no pudo impartir da muestra de auténtico heroísmo. Tras varios meses arrastrando un catarro que le impedía hablar, nos llegó un e-mail avisando de la cancelación. Como luego pude saber, le habían rogado que se recuperase antes de continuar las lecciones. De ser por él hubiera acudido sin falta a su cita en completa afonía. No se me ocurre imagen más plástica para expresar la entrega —hasta la voz— por sus alumnos.
No podía esconder su pasión por la materia. Aún hierve en mi memoria su reacción ante las sentencias del Tribunal Constitucional Federal Alemán de noviembre de 2019 sobre el derecho al olvido (Recht auf Vergessen I, II) con las que la corte de Karlsruhe se auto atribuyó la competencia de controlar el respeto a la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (LA LEY 12415/2007) sin habilitación legal. «¡Esto va a aparecer en la siguiente edición de los comentarios!» espetó.
La pandemia del coronavirus llegó después de su jubilación y dejó una universidad fantasma. Homeoffice era responsable de aquellos pasillos vacíos y del traslado inconcluso del despacho de Sachs. Para más inri, un ataque hacker bloqueó durante semanas los servidores de la biblioteca de la Uni-Köln y me obligó a volver a la Cátedra a recoger libros y hacer fotocopias. De no ser por este cúmulo de infortunios, no hubiera tenido la ocasión de entretenerme en la instantánea que inmortalizaba la carrera profesional de uno de los gigantes entre los juristas de Alemania. El Departamento parecía congelado en el tiempo y era yo el único en aquellas dependencias. 4 salas de lectura y 6 despachos abarrotados de volúmenes, ediciones sin abrir de comentarios ya caducados, fotografías y trofeos de los Sachsonians (el equipo de fútbol universitario liderado por Michael y sus doctorandos que acumula un simpático medallero), las dedicatorias y agradecimientos en el tablón de anuncios de quienes se doctoraron con él (algunos de los cuales acompañaban la instantánea de su primer hijo agarrando el volumen rojo de los comentarios de Sachs), los archivadores con los exámenes de cursos pasados y las cajas de embalaje para el traslado definitivo de la oficina de Michael. Volví muy removido a casa.
En la fiesta de Navidad del Instituto —a la que pude aportar una orgullosa tortilla de patatas— dirigió un breve discurso de despedida a todos los presentes agradeciendo el trabajo de tantos años a sus colaboradores, cedió el testigo al Prof. Christian von Coelln y deseó a todos una feliz Navidad. En aquella ocasión desveló su fidelidad a la Pils de Duisburg (su ciudad natal), a pesar de llevar tantos años en Colonia donde la cerveza reina es la Kölsch. Contó también que ha visitado en numerosas ocasiones España y que siempre vuelve emocionado. Tristemente sólo tuvo un día para acercarse a Granada y lo empañó la lluvia. En fin, añadí, en este merecido descanso tiene tiempo más que de sobra para visitar la ciudad más bonita del mundo.