Rubén M. Mateo.- La mirada clavada en el suelo. Parapetada tras una bufanda negra y unas gafas de sol, esconde sus lágrimas. Apenas puede caminar. Sus brazos se sujetan en las manos de dos familiares que la acompañan al colegio de sus hijos, Mathew, de diez años, y Carla, de cinco, en el pequeño pueblo francés de Charantonnay. Stephanie Morlet es la protagonista de esta imagen tomada el 21 de mayo de 2013, una de las pocas que hay de ella. Llegó seis años atrás a esta localidad del sur de Lyon de apenas 1.800 habitantes. Mathew y Carla no la esperaban esta vez a la salida del colegio. Allí, decenas de alumnos y vecinos ataviados con camisetas blancas y unos globos en honor a sus hijos la recibieron para encabezar una marcha de protesta. Los hijos de Stephanie Morlet fueron asesinados por su ex marido 72 horas antes. Julian Stevenson es el hombre que la maltrató durante años —condenado en 2005 y 2010 por agresiones– y que atravesó la garganta de sus hijos con un cuchillo hasta matarlos. Lo hizo el 18 de mayo de 2013, en su apartamento, dos años después del divorcio. En el primer día que tuvo la oportunidad de estar con los dos pequeños a solas. Aquel día, antes de asesinarlos, los llevó al McDonald’s, les compró unos globos y, como captó la cámara de seguridad de una pastelería, le compró unos dulces y una barra de pan.
Ponencia sobre Violencia Vicaria: «'Cuando el maltratador utiliza a las hijas e hijos contra la madre»
Sonia Vaccaro, Psicóloga clínica, Especialista en Victimología y Violencia de Género y Perito forense proyectó este vídeo durante su ponencia sobre violencia vicaria en la segunda jornada del ciclo de conferencias «Más allá de la violencia física: respuestas frente a las violencias ocultas», organizado por el Gobierno de Canarias. Vaccaro, en su intervención titulada «Cuando el maltratador utiliza a las hijas e hijos contra la madre», explicó que el asesinato de los hijos «es la expresión extrema» de la violencia vicaria. «El maltratador sabe que, de ese golpe, la mujer no se va a recuperar», dijo la psicóloga, que denunció que el agresor se sirve del sistema y de las instituciones de Justicia porque estas respetan a rajatabla el rol de pater familia y el derecho que tendría aún siendo maltratador de tener acceso libre a esas hijas e hijos incluso en forma de custodia compartida.
No sabemos si Stephanie Morlet escuchó alguna vez de voz de su exmarido «te voy a quitar a los niños». Lo que sí sabemos es que la frase es uno de los primeros indicadores de violencia vicaria. «Esa frase me gustaría que causara la misma alarma que si digo en un aeropuerto que llevo una bomba en el bolso. Debería tomarse como algo importante en una denuncia», sostiene Vaccaro. Según macroencuestas, la violencia vicaria tiene una cifra oculta del 80%. Unos números que harían «saltar las alarmas en cualquier otro delito».
«En la violencia vicaria estamos viendo la punta del iceberg: el asesinato de hijos e hijas. Nos abre los ojos, pero esa es la consecuencia final de una historia previa de violencia que no tiene nada que ver con seres exaltados presos de un ataque de ira. Son individuos fríos y calculadores», resumió ante una de las preguntas del público —más de 700 siguieron las jornadas, en modelo presencial y online–.
Del sabotaje laboral al maltrato animal
La violencia económica es una privación intencionada de recursos que no solo afecta a la madre sino también a los hijos. Esto va a imposibilitar el acceso a recursos básicos. «Una de las vertientes más importantes de la violencia económica es el sabotaje laboral», indicó la magistrada y socia fundadora de la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE), Lucia Avilés. «Impide que pueda llegar a una independencia económica», señaló. Y es que siempre llegan a los juzgados relatos de víctimas que incluyen quejas o lamentos que ponen de manifiesto la dependencia económica que impide cortar lazos con el abusador, dijo la magistrada.
El 24 de abril de 2003, Felipe Rascón asesinó a la hija de Ángela González Carreño tras haberla amenazado. La mujer denuncio 48 veces ante autoridades españolas, que no lograron proteger a esa menor «porque no se creyeron lo que esta señora decía», recordó María Martín, Abogada responsable de la Comisión de Igualdad del Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo. Tuvieron que pasar 15 años para que el Tribunal Supremo dictaminase una indemnización 600.000 euros. El caso dio lugar a un informe del Comité para la Eliminación de Discriminación hacia la Mujer (CEDAW) que concluyó que España no actuó correctamente para proteger a esa niña. «Estamos empezando a reaccionar ahora. Después de 18 años. Los menores asesinados son la punta del iceberg. Hay muchísimas niñas y niños que son abusados, coaccionados y maltratados». La abogada subrayó que uno de los problemas es que «venimos de una legislación patriarcal y las leyes no han tenido en cuenta la situación de las mujeres porque no estábamos donde se legislaba», por lo que recomendó empezar a hacer leyes con perspectiva de género.
Por su parte, Nuria Aragón Ramírez, Psicóloga Forense de los Juzgados y Fiscalía de Menores de Santa Cruz de Tenerife alertó del maltrato animal como forma de violencia vicaria. El vínculo emocional que tiene la mujer con su mascota es «deliberadamente explotado por el agresor como una herramienta para dominar, aterrorizar y silenciar a la mujer», expuso Aragón. Para solventarlo, existe el VIOPET, que los acoge temporalmente.
Mesa de Debate: Comprensión de las violencias machistas por la sociedad y los medios de comunicación. Función y Responsabilidades
La fotografía está «incompleta sin la violencia psicológica»
Poco se sabe de Stephanie Morlet. De sus sueños o del proyecto familiar para sus hijos. Tampoco de los tipos de violencia sufrida antes de que su ex marido asesinara a sus hijos. Ni siquiera se encuentra en los artículos su edad. Sin embargo, de Julian Stevenson sabemos que tenía 47 años y problemas con el alcohol, que estaba desempleado y frustrado por la custodia. Hasta conocemos los dulces y la barra de pan que compró. O que utilizó una máquina deportiva para suicidarse en prisión meses después. En el libro la Violencia como Noticia, el periodista y profesor de periodismo José María Calleja, tristemente fallecido a causa del Covid-19 el pasado año, reflexiona sobre el tratamiento mediático de los asesinatos de violencia machista. Casi siempre, tejidos alrededor del agresor y no de la víctima.
Afortunadamente, son cada vez menos los titulares que dicen «una mujer muere» por «violencia doméstica» o por «celos». La periodista, escritora y activista Cristina Fallarás advirtió sobre el lenguaje que utilizan los medios. «Un hombre mata a una mujer. Este paso no lo hemos dado. Cuando no redactamos esto así, estamos eliminando al hombre como sujeto. Cuando la policía hace públicos sus datos comunica que 600.000 mujeres son maltratadas en sus domicilios habitualmente. No dicen que 600.000 hombres son torturadores. Ignoro por qué no nos gusta la palabra tortura. No es violencia de género, expresión vacía de contenido. Es violencia machista. Torturan los hombres. Las Manadas están compuestas por hombres. Nos da miedo decir eso», expuso Fallarás.
Julian Stevenson usó un cuchillo de cocina para cortarle el cuello a sus hijos. Su mujer lo vio cerca del apartamento huir en patines manchado aún con la sangre caliente de Mathew y Carla, a los que había degollado. Para Fallarás, la crudeza del relato y el sufrimiento es imprescindible en la narración. «Hay cientos de Manadas. Pero queda la de San Fermín porque hay relatos. Se sabe cuántas veces la penetraron analmente y vaginalmente. Que la obligaron a hacer felaciones mientras la penetraban. Todo lo que le hicieron. Esto nos creó una empatía con la víctima. Cuando describes la violencia, te genera una empatía imprescindible para concienciarte y no huir. Crear miedo no es un problema. El miedo crea recursos», justificó Fallarás.
Marta Borraz, periodista de ElDiario.es puso el foco en las violencias ocultas. «La foto de violencia de género está incompleta si no tenemos en cuenta la violencia psicológica. Sabemos que la violencia psicológica y el abuso emocional son la semilla que crea el contexto de miedo y dominación. Los medios nos dejamos llevar por relatos más fáciles». Borraz subrayó que acosos sexuales en el ámbito laboral o violencia sexual en el ámbito de la pareja «están poco narrados». La mesa también contó con la periodista local de Canarias Ahora Jennifer Jiménez, quien apeló a las universidades a formar en feminismo y contra la violencia machista de forma transversal y «no como una asignatura aparte». Es necesario, dijo, formar al profesorado y salir de la facultad «con esa mirada» feminista y comprometida. Asimismo, recordó el caso local de las niñas Anna y Olivia, secuestradas por su padre Tomás Antonio Gimeno en el mes de abril. «El tratamiento informativo no ha sido del todo correcto. No podemos barajar desde un medio de comunicación si era buen o mal padre. Esto no debe tener cabida», insistió.
Mesa de Debate: Reconocimiento y protección de las víctimas más allá de la violencia física
Acercarse a la violencia psicológica y la protección de sus víctimas desde un punto de vista jurídico fue la misión de Esmeralda Casado, Jueza del Juzgado de Violencia contra la Mujer de Santa Cruz de Tenerife n.o 2. «No existe el delito de violencia psíquica o psicológica como acto aislado en nuestro ordenamiento jurídico. Porque en derecho penal rige el principio de especialidad y el de intervención mínima», expuso. Para Casado, la violencia psicológica es la más grave. La jueza aseguró que «las víctimas son tremendamente frágiles de cara al proceso penal», ya que cuando llegan al juzgado «es muy difícil» que mantengan la denuncia. «Los medios lanzan mensajes de que la ciudadanía colabore. La ciudadanía colabora poco. Es habitual que la víctima diga que si ha habido testigos pero que ni se molesten en llamar porque no van a venir a declarar», denunció Casado.
Por su parte, la Psicóloga especialista en Victimología, Alba Alfageme, opinó que «la violencia psicológica es la base de todo. El agresor pone en la víctima la responsabilidad de que se produzca el episodio de violencia. Los agresores hacen creer que es por su responsabilidad. Por su culpa. A la mujer le cuesta poner palabras a lo que le pasa. Al final es una vida que acaba reduciéndose más y más. Como una guerra en la que se van sosteniendo muchas batallas. Hasta caer en un estado en el que tienes la sensación de que tu vida no depende de ti».
Salir del silencio
Antes del acto de clausura a cargo de la Delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, las magistradas y socias fundadoras de AMJE expusieron una serie de conclusiones de todas las ponencias. Rosell recordó a las 1.118 mujeres asesinadas —37 en 2021– por sus parejas desde 2003 y a los 330 niños y niñas —24 este año–. Habló del mar de violencias ocultas. «La violencia sexual se denuncia en un tristísimo 11,1%. Cuando hablamos de violencia sexual, nos estamos dejando fuera de los datos oficiales el 90%». Ante estos datos, concluyó, el Estado debe ser proactivo y «buscar esa violencia que sola no se revela». El Estado tiene que garantizar «esas otras puertas de salida de la violencia que no son solo el sistema policial y judicial».
Para concluir, animó a salir del silencio. Al igual que aquel 21 de mayo de 2013, cuando vecinos de Stephanie Morlet y compañeros de colegio de Mathew, de diez años, y Carla, de cinco, salieron a protestar contra el asesinato de violencia de vicaria en Charantonnay. Para no callar. Porque como dijo al inicio de las jornadas julio Pérez Hernández, Consejero de Administraciones Públicas, Justicia y Seguridad del Gobierno de Canarias, el reto es «extender una cultura de no aceptación y de rechazo y participación activa» contra la violencia machista. Porque corremos el riesgo de «acabar siendo cómplices» si nos instalamos en el silencio. Un silencio que, subrayó Victoria Rosell, «es el cómplice de los agresores».