Cargando. Por favor, espere

“Por última vez, yo no soy George Kaplan” (Cary Grant, en el papel de Roger Thornhill en Con la muerte en los talones, Hitchcock, 1959).

Si el concurso de acreedores fuera un personaje de ficción, encajaría bien en el apacible publicista Roger Thornhill, confundido por azar con Kaplan, un ficticio agente secreto creado por el FBI.

Algo similar le sucede al concurso de acreedores. Por más que se canse de repetir que si el 90% de las empresas se liquidan no es culpa suya, sino de un empresario que acude tarde y mal al concurso, no acaban de creerle. Insistir en exigirle que sea algo que no puede ser me parece injusto. Tampoco la administración de justicia me parece culpable.

Sin duda, que el concurso sea un mero actor liquidatorio puede justificar que se potencien actores antes secundarios, como los acuerdos de reestructuración. Pero de ahí a que merezca ser rociado con pesticida como Thornhill...

El concurso no ha demostrado ser un mal instrumento de liquidación. Está por ver que el procedimiento de microempresas lo mejore y no acabemos pidiendo en los juzgados Arsénico por compasión (Capra, 1944).

Me atrevo a aventurar que los resultados serán los mismos y que estaremos ante un mero cambio de nombre, quizás no el último. Quiebra, concurso, procedimiento de microempresas...Empiezo a sentirme como Audrey Hepburn en Charada (Donen, 1963), abriendo sus grandes ojos ante los continuos cambios de nombre de Cary Grant.

En todo caso, vienen tiempos apasionantes.

CONGRESO REFORMA CONCURSAL LA LEY
Dias 28 y 29 de junio. Consulta el programa completo e inscribeté en formato presencial u online en este enlace.
Scroll