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Por Fernando Cameo.-Luis Romero Santos es un referente en la abogacía penal en España. Socio director de Luis Romero Abogados, bufete especializado en derecho penal, penal económico y penal internacional, con sedes en Sevilla y Madrid, ejerce como abogado desde hace más de treinta años en la defensa penal y acusación en algunos de los casos más relevantes de la reciente historia judicial española.

Doctor en Derecho Penal, es profesor de la Universidad de Sevilla dirigiendo la Clínica Legal Penal para alumnos de 4º de Derecho, en el Máster de Acceso a la Abogacía y en el Máster de Derecho Penal. También es profesor en ISDE-Universidad Complutense de Madrid. Es miembro de la Comisión de Derecho Penal de la UIA-Unión Internacional de Abogados y Presidente de la Asociación Española de Abogados Penalistas.

Conferenciante nacional e internacional y columnista y colaborador habitual de los principales canales de televisión y radio, recientemente ha publicado la obra «50 consejos para abogados altamente efectivos» (disponible en este enlace en formato papel y digital), una «Guía» o «Prontuario» con recomendaciones para el desarrollo profesional del abogado.

En este libro los lectores encontrarán un conjunto de estrategias probadas, fruto de la dilatada experiencia profesional del autor con más de treinta años de ejercicio de la abogacía. Cada recomendación ha sido cuidadosamente seleccionada para abordar los desafíos más comunes y relevantes a los que se enfrenta el abogado en su desarrollo profesional y que, hoy por hoy, no se estudian en las facultades de Derecho.

Hablamos con Luis Romero, pionero del marketing jurídico que hace 25 años dijo sí a Internet, a tener presencia digital y compartir lo que sabía en las redes sociales, sobre lo que necesita un abogado para ser «altamente efectivo».

Organización y gestión del bufete, marketing, oratoria, comunicación, técnicas de interrogatorio, relación con los clientes y otros actores jurídicos… son algunos de los temas que se abordan en su libro y a los que también tiene que enfrentarse un abogado para ejercer su profesión. ¿Deberían algunas de estas materias estudiarse en las facultades de Derecho?

Pues sí, de hecho, esas materias las imparto yo para alumnos de cuarto en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla desde hace 6 años en la Clínica Legal Penal y constituyen unas habilidades que el abogado debería aplicar en su ejercicio profesional desde el primer día.

En mi caso, al no impartirse en la carrera de derecho cuando yo la cursé en los años 80, además de por la práctica diaria, hube de adquirir mis conocimientos con la lectura de libros, principalmente de autores norteamericanos y anglosajones, además de participar en algún curso fundamental como el de Dale Carnegie.

Fue uno de los pioneros en invertir en marketing, cuando pocos se lo planteaban y a este tema dedica uno de los capítulos del libro. ¿En un mundo tan competitivo como es hoy el del ejercicio de la abogacía, es imprescindible o se puede sobrevivir sin él?

El marketing jurídico se puede definir como el arte y las técnicas para atraer clientes hacia un despacho de abogados. Desde este punto de vista, todos los abogados ejercen técnicas de marketing a diario, aunque no sean conscientes de ello. Todos los abogados tienen su marca personal y desde antes incluso de ejercer como abogados, ellos ya tenían una imagen proyectada en los círculos que frecuentaban y con sus contactos más cercanos.

Por lo tanto, el marketing directo e indirecto es esencial en una profesión como la de abogado para ser visibles en un mundo cada vez más competitivo y dónde los futuros clientes están cada vez más informados y quieren contratar a los mejores abogados.

Por todo ello, es esencial saber comunicar cuál es nuestra especialidad jurídica, cuáles son nuestros éxitos y cuáles son nuestros valores.

La oratoria es la protagonista de otro capítulo. ¿Hablar bien en público es un don o se puede aprender? ¿Se puede ser un buen abogado siendo un mal orador?

Efectivamente, la habilidad para hablar bien en público es una facultad que debe tener todo abogado y es algo que puede aprenderse y mejorarse con la práctica. Mi primera recomendación es aprovechar cualquier oportunidad que tengamos para dirigirnos a los demás, ya sea ante un auditorio reducido como ante cientos o miles de personas. Siempre estaremos preparados para hablar ante los demás, pues nuestra experiencia vital y profesional nos proporciona tanto el contenido como la forma en que lo tenemos que decir.

En el capítulo en el que aborda «Las relaciones con el cliente» aconseja «Informa al cliente tan pronto como sea posible de las buenas noticias y de las malas». ¿Hay alguna fórmula mágica para hacer lo segundo? ¿Cómo se mantiene un cliente cuando se pierde el primer asunto que nos encomienda?

Independientemente de la forma en la que se le comunique al cliente, el abogado está obligado a trasladar las resoluciones judiciales que sean desfavorables para su cliente desde el primer momento, en primer lugar, porque podría haber un plazo para posibles recursos y no hay tiempo que perder; y en segundo lugar, porque el cliente podrá tomar sus decisiones correspondientes, ya que algunas de dichas decisiones podrían afectar incluso a su patrimonio o a su libertad.

Desde luego, la decisión dependerá del cliente, pero será muy importante la forma y el modo en el que el abogado se haya comunicado con el cliente desde el primer momento, ya que si el abogado ha sido sincero y el cliente tiene confianza en el mismo, el cliente podrá seguir confiando en su abogado a pesar de un primer resultado negativo.

También da una serie de consejos para cobrar los honorarios. ¿Por qué son necesarios este tipo de consejos en esta profesión cuando en otras no hay problemas a este respecto?

Sin honorarios no hay bufete, es decir, a no ser que un abogado sea rico o esté mantenido por su familia, todos los meses deberá cubrir una serie de gastos para mantener abierto su bufete. Por lo tanto, es esencial saber calcular el importe de los honorarios profesionales, no cobrando menos de lo que nos merecemos y lo que requiere el tiempo y esfuerzo que hemos puesto en cada caso.

Es cierto que muchos abogados se quejan de tener miles o decenas de miles de euros «en la calle». La mayoría de las veces, el error que comete un abogado para dar lugar a esta situación es iniciar sus trabajos sin haber cobrado previamente e incluso sin haber suscrito con su cliente una hoja de encargo profesional. Otro de los errores frecuentes es no pedir al principio una parte importante del total de los honorarios y dilatar en el tiempo el pago, con lo cual algunos clientes se aprovechan para retrasar el pago o simple y llanamente, para no pagar.

«Jueces contra abogados» o «20 Razones por las que algunos jueces faltan el respeto a los abogados», son algunos de los títulos de apartados que podemos encontrar en el libro… da la sensación que su experiencia en la relación con el mundo de la judicatura no ha sido demasiado positiva ¿A qué se debe esta opinión?

Tengo unos recuerdos muy buenos de mis inicios en la profesión y precisamente elegí la especialidad del derecho penal, porque el trato recibido por los jueces en los juzgados de instrucción y de lo penal, así como en las secciones de lo penal de las audiencias provinciales, era muy correcto en la mayoría de las ocasiones. Sin embargo, también desde el principio, observé como algunos jueces eran descorteses con nosotros los abogados, si bien eran los menos.

Quizás por cumplir con mi obligación de defender los derechos y las garantías procesales de mis defendidos en todo momento, además de ser consciente del papel fundamental del abogado en un proceso penal donde nuestros clientes se juegan su libertad y su patrimonio, no puedo tolerar actitudes de algunos jueces más propias de épocas predemocráticas. Con lo anterior, me refiero a que con más frecuencia de lo que sería deseable, se vulnera el derecho de defensa, el derecho a un proceso con todas las garantías y la obligación de la imparcialidad objetiva de los jueces.

De todos modos, siempre indico en esos capítulos que, aunque son pocos los jueces que incurren en actitudes hostiles, son muchos más de lo que deberían ser.

En «La técnica del interrogatorio», otro de los capítulos de esta obra, se destacan «errores» y «aciertos» y se dan consejos para interrogar de una manera eficaz. ¿Un buen o un mal interrogatorio pueden hacer ganar o perder un juicio?

Así es, la fase de interrogatorio en el juicio puede ser más importante que un buen informe final. De ahí, que los abogados debamos conocer las técnicas adecuadas para el interrogatorio eficaz. Me remito al capítulo de mi libro en el que desvelo técnicas eficaces contrastadas en muchos juicios.

También hay consejos para trazar buenas «Estrategias de defensa» (capítulo VIII). ¿Qué quiere decir cuando afirma que «a veces el objetivo no es ganar sino no perderlo todo»? ¿Es esa una buena estrategia de cara a un cliente?

Con ello me refiero a que por querer conseguirlo todo, podemos perderlo todo y esto es aplicable tanto a los juicios penales, como a los civiles y a los de otras jurisdicciones, como bien saben mis compañeros. Cada caso es distinto y por lo tanto, cada abogado deberá tomar su decisión más adecuada en el momento oportuno, pero cuando hay un alto riesgo de perder el caso, habremos de pensar en soluciones que nos permitan negociar o proponer soluciones alternativas.

¿Qué les diría a los que vaticinan que la inteligencia artificial sustituirá a los abogados? ¿Y a los que afirman que los que serán sustituidos serán los jueces?

No estoy de acuerdo en que vayan a ser sustituidos ni los jueces ni los abogados, puesto que si bien la inteligencia artificial nos ayudará y nos ahorrará muchas horas de trabajo, nosotros siempre deberemos estar ahí, dado que el derecho y la justicia no son ciencias exactas.

En la presentación de la obra «Elogio de los abogados, escrito por un juez», su autor el magistrado José Ramón Chaves, decía que los abogados son «un gremio con una altísima finalidad social e imprescindible para la sociedad, pero que tiene muy mala prensa». Y se preguntaba: «Estamos orgullosos de los médicos, de los profesores, pero… ¿y de los abogados?» ¿Cree que la abogacía es hoy en día una profesión denostada? ¿Cómo se puede cambiar esta percepción?

Entiendo que esa fama de los abogados se debe a que muchas veces llegan a nuestros despachos los casos más difíciles y complicados, muchas veces casos imposibles, y nosotros los abogados siempre intentamos si no ganar, al menos obtener el mejor resultado para el cliente. Quizás el problema es que no siempre todos los abogados saben explicar al cliente los riesgos que conlleva su actuación.

Otra de las causas por las que quizás la imagen de los abogados no sea tan buena es porque muchos clientes no son conscientes de las horas de trabajo que dedicamos los abogados a nuestros asuntos y el sacrificio que hacemos.

De los 9655 letrados inscritos en los registros del Consejo General de la Abogacía Española en 2010 se ha pasado a 3647 en 2022. ¿Cree que ha dejado de ser atractivo el ejercicio de la abogacía para las nuevas generaciones? ¿Por qué?

Yo veo año a año en la universidad como la mayoría de los estudiantes de Derecho desea preparar una oposición o cuando quiere ejercer como abogado desea trabajar por cuenta ajena. Eso es porque los estudiantes de derecho de hoy en día desean adquirir una seguridad desde el principio renunciando a la aventura que supone ejercer como abogado por cuenta propia, con lo cual se vivirá más tranquilo pero se renunciará a una vida de ensueño, de éxitos, que a veces tardarán en llegar, pero que la constancia y la perseverancia nos traerán más pronto que tarde.

Entre las personas a las que dedica la edición de esta obra están sus hijos, «futuros abogados». Después de más de treinta años de ejercicio, ¿su padre les animó o trató de quitárselo de la cabeza? Imagino que al menos, les habrá regalado un ejemplar de su libro a cada uno. Lo necesitarán para ser «altamente efectivos»

Estoy orgulloso de que mis hijos estén estudiando Derecho y que quieran ser abogados como su padre. Sin embargo, yo no les aconsejé nunca lo que deberían de estudiar, al contrario, les di total libertad. Por ello, es una gran satisfacción y orgullo que ellos hayan decidido querer ser abogados como yo.

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