La soledad no deseada, la que hace daño, se vive y siente a todas las edades y en todas las realidades económicas y sociales. Transita por todas las clases sociales y se presenta en cualquier momento del proceso vital. Por eso, ya hablamos de soledades. Y sí, ya conocemos mucho más sobre las soledades y sus causas, lo que nos está permitiendo actuar mejor y desarrollar programas de intervención social más eficaces.
Los colectivos que más la sufren son: las personas de más edad, las personas con discapacidad que también se van haciendo más mayores, las personas con problemas de salud mental, las diferentes minorías y especialmente las personas migrantes y refugiadas que nunca llegan a un país con su familia completa, las personas sin recursos y claramente las personas sintecho. Ahora también sabemos que la juventud se siente más sola de lo que imaginábamos.
Identificar en cada territorio, en cada barrio, distrito, ciudad, pueblo o aldea, a estas personas solas, con soledad y aislamiento social, demanda de, una responsabilidad pública y cívica, un liderazgo para el certero trabajo, investigaciones concretas y unas acciones que generen comunidad y conexiones entre vecinos.
Conviene recordar que la soledad es un sentimiento subjetivo y, casi siempre, por sentir que no se dispone de personas próximas, de relaciones sociales y familiares, de calidad para sentirse acompañados. Se vive como una pobreza de relaciones, se vive como una insatisfacción con las relaciones que se tiene. «Lo que tengo no cubre mis expectativas y necesidades» es una frase que se recoge constantemente cuando entrevistas a las personas y estás haciendo un estudio cualitativo de esta realidad. En el caso de las personas de más edad y tras la jubilación, suele aparecer el miedo a la muerte social, a dejar de existir y de contar para los demás, para los que si existías antes. Este sentimiento va creciendo con el paso del tiempo hasta que se convierte en soledad dañina.
Un problema individual si, y bastante estudiado por profesiones de la psicología y la geriatría-gerontología, pero es un problema, sobre todo, social, comunitario, de formas de vivir sin respuestas de apoyo ante las nuevas necesidades de la ciudadanía, sin conexiones, sin construcción de comunidad. Estamos ante la necesidad de desarrollo de un riguroso trabajo de intervención social. Así seremos eficaces, porque sobre lo que no vamos a poder actuar es ante el envejecimiento del envejecimiento, la longevidad, ni ante la reducción del tamaño de las familias, ni sobre la huida a las urbes de la población, ni sobre la incorporación de las mujeres al mundo laboral, sus nuevos roles y la necesidad de la conciliación y función social de la mater-paternidad, ni ante esos grandes cambios que las sociedades desarrolladas están viviendo y produciendo. La soledad no deseada se debe atender y resolver desde la proximidad, desde la cercanía, desde la acción comunitaria.
Problema individual y problema social, es decir, las causas de las soledades y aislamientos tienen unas bases objetivas sobre las que trasversalmente, desde muchas áreas del bienestar, se puede actuar. Voy a agrupar esta tarea en tres factores de actuación:
Factores familiares, que tienen que ver con los cambios que se producen en las estructuras familiares de cada persona. Desde la viudedad, a los nidos vacíos con la marcha de los hijos. Desde los desarraigos a los abandonos por las rupturas familiares a las muertes de quienes han formado parte de extensa familia.
Factores sociales, al dejar de disponer de redes que antes tenías y por diversos motivos, es el caso de la jubilación y la desconexión que produce, es el caso también de la reducción de rentas por esa jubilación con los abandonos de espacios que antes cultivabas. Es el cambio de roles que vas dejando de protagonizar, son los aislamientos sociales y físicos si ello conlleva un cambio de domicilio.
Factores físicos, con las discapacidades y enfermedades crónicas sobrevenidas o agudizadas con el paso del tiempo, Los problemas de salud mental. Las barreras de todo tipo, tanto en las viviendas como en los entornos, incluyendo los transportes. Movilidad y accesibilidad aún deficiente.
Cuando hablamos de la triada de la soledad, sea analizada como soledad subjetiva, como aislamiento social objetivo o como carencia de apoyos y conexiones sociales; o sea analizada como soledad intima, soledad relacional o soledad colectiva; hablamos de formas y de áreas de trabajo.
Hablamos, en definitiva, de pérdidas que han de ser sustituidas por nuevas redes sociales y comunitarias con conexiones colectivas que nos integren de nuevo.
Esto nos lleva a un nuevo aprendizaje a los diferentes profesionales del bienestar social y desde luego a los políticos con responsabilidades de gobierno:
- 1. Las políticas deben depositarse mayoritariamente en la proximidad, en la cercanía, y por ello, son los municipios las administraciones más convenientes para su desarrollo. Empoderar a los ayuntamientos para la acción y el desarrollo de políticas es lo inteligente. Hacerlo con la colaboración de las otras administraciones, diputaciones, comunidades autónomas y administración del Estado, es lo sabio.
- 2. Las políticas deben ser trasversales, un desarrollo urbanístico riguroso y pensando en las personas, con viviendas colaborativas, con espacios para el encuentro, desde un jardín o una huerta que cuiden los vecinos y convoquen a la ciudadanía, puede ser más importante que un equipo de servicios sociales y de voluntarios limitándose a hacer visitas y acompañamiento un rato a las personas en su aisladora vivienda. Un programa cultural en el barrio con una llamada telefónica animando a asistir y disfrutar del programa y si puede ser, a tomar una tisana y comentar el acto tras su disfrute, puede y sabemos que rompe más aislamiento y soledad de lo que nos creemos.
- 3. Las políticas deben ser intergeneracionales, y para ello hemos de reconducir equipamientos para que dejen de realizar una sola función social y servir para un solo colectivo, y pasar a impulsar equipamientos comunitarios y con programas para todos.
Tres, cuatro, prioridades fundamentales en el hacer político de los próximos tiempos.
También conocemos que no atender estas soledades tendrá un coste mayor porque los efectos en las personas serán más complejos y las soluciones tendrán mayor duración y coste, desde la tristeza a la depresión, desde la pérdida de autoestima a los pensamientos derrotistas, desde la ausencia de redes a la pérdida de expectativa, desde el trabajo a las bajas laborales temporales y a las prolongadas y el consumo de fármacos y la reducción de jornadas o excedencias, y …. De esto, algo más sabemos por el trabajo encargado a tres profesores de dos universidades gallegas desde el Observatorio Soledades de la Fundación ONCE sobre los costes de no hacer políticas preventivas y de atención a las soledades, del que ya disponemos y nos permite decir a la sociedad que dedicamos, sin tener políticas coordinadas de lucha contra las soledades, un 1,17% de nuestro PIB, del PIB de 2021, a atenderla desde el sistema sanitario y a sufrir su coste desde el sistema productivo. Hablamos de 14.141 millones de euros anuales.
Los costes debidos a una mayor utilización de los servicios sanitarios por mayor frecuentación de ellos, desde la atención primaria, a las urgencias y a las consultas hospitalarias, así como al consumo de fármacos de las familias de antidepresivos y estimulantes y de tranquilizantes y relajantes, suponen el 0,51% del PIB, 5.600 millones de euros a lo que hay que sumar 496 millones en consumo de tales fármacos. Los costes por pérdidas de productividad ascienden a 8.000 millones de euros anuales, el 0,67% del PIB, por reducción de jornadas y bajas temporales. Sin hablarles de los costes intangibles por la pérdida de calidad de vida y por la mortalidad prematura.
Los costes de mirar hacia otro lado, no hacer nada y dejar que las personas se resuelvan solas sus problemas, acarrearán unos costes mayores para el conjunto de la sociedad española, así que, manos a la obra.
Sabemos también que el camino correcto en la evolución de los Estados de Bienestar desarrollados, los europeos, nos encamina hacia la configuración de sociedades cuidadoras.
Cuidar ha pasado de ser un deber de la familia y dentro de la familia, de sus mujeres, a ser un deber del conjunto de la sociedad, un deber democrático. Mientras más desarrolladas, igualitarias y democráticas son las sociedades este valor está más asumido e interiorizado. Impulsar sociedades cuidadoras es el reto de este siglo.
Reducirá la brecha salarial, reducirá la brecha de pensiones, dará más valor a las profesiones de los cuidados, creará más empleo y éste será más decente. Sin querer ahora defender el keynesianismo, que podría sin duda alguna, impulsando el sector de los cuidados, la sociedad de los cuidados, estaremos haciendo crecer la economía de nuestros países.
En un país como el nuestro y también en toda Europa, mejorar los Estados de Bienestar para que lleguen a la ciudadanía y con respuestas ante sus nuevos malestares sociales, implicará:
- 1. Someter a una evaluación de eficacia y eficiencia a todas las políticas para comprobar que realmente están sirviendo a la ciudadanía en general y a las personas con más necesidades en particular. Velar por y para que la distribución de la riqueza corrija desigualdades.
- 2. Contar con las personas a las que van dirigidas las políticas para que el diseño de ellas responda a las reales necesidades y lleguen rápida y eficazmente. Políticas que potencien la autonomía de las personas, aumenten las habilidades y relaciones sociales y avancen en la inclusión social. Políticas que arraiguen el sentimiento de permanencia a una comunidad, desarrollen soluciones colaborativas y creen vínculos sociales, vínculos entre personas y sus barrios.
- 3. Es una sociedad que necesita de más servidores públicos, de más capítulo I en los diferentes presupuestos, empezando por las ventanillas administrativas y acabando por los hospitales, las escuelas-institutos-universidades, los centros sociales y comunitarios y los cuidados de larga duración. Para que no piensen que escribe este artículo «Antoñita la fantástica» les daré un dato sobre el Sistema de Autonomía y Atención a la Dependencia o cuidados de larga duración, España dedica el 0,8 del PIB a ellos. la media europea dedica el 1,7% de su PIB medio y hay países, como los nórdicos, que dedican el 3,5% de su PIB.
Resolver los problemas graves de mañana supone prevenir y atender los malestares de hoy. Haciendo frente a las soledades y aislamientos, cuidando desde la cercanía, actuamos con inteligencia y sabiduría.
JUBILARE |
Organizado por el Colegio de Registradores en su iniciativa Jubilare, el próximo 20 de marzo a las 17,00 h. tendrá lugar en la sede de la Fundación ONCE (C/ Sebastián Herrera, 15, Madrid) un nuevo seminario que también podrá seguirse por TEAMS. «Soledad No Deseada y Salud Mental» Programa de la jornada e inscripciones en este enlace. |