Carlos B Fernández. Richard Susskind es sin duda una de las opiniones de más relevancia cuando se trata de conocer cómo va a evolucionar no solo el Derecho de los negocios o de alto nivel, sino la forma de hacer y aplicar el Derecho, en general. Sus numerosas obras al respecto, y las frecuentemente atinadas predicciones que se contienen en ellas, así lo demuestran.
Como era de esperar, la llegada de la Inteligencia Artificial (IA) generativa, impulsada por aplicaciones como Chat GPT y las demás que le han seguido, ha sido objeto de su análisis, tanto en sucesivos artículos y publicaciones, como en sus frecuentes ponencias por todo el mundo. En esta misma página hemos dado noticia de ello.
Ya en julio del año pasado, en un artículo publicado en su cuenta de LinkedIn, advertía que las formas más útiles de utilizar la IA generativa en el trabajo de los profesionales todavía estaban por descubrirse. Y, a la vez, que algunas de las posibilidades más interesantes al respecto se encuentran tanto en nuevas formas de prestación de servicios jurídicos, como en la evitación de los litigios, mediante la creación de mecanismos previos alternativos. Posteriormente, advirtió de que el principal competidor de un abogado no sería otro abogado, sino un ciudadano potenciado por la IA.
Y más recientemente, en la misma cuenta de esa red profesional, Susskind ha dado un paso más en esas perspectivas, adentrándose en la elaboración de normas y en el llamado derecho computable (o computable law, en inglés).
La IA como redactora de normas
Tal como explica en su artículo “I asked ChatGPT to write some laws - this is what happened”, Susskind se fijó en que, a finales de noviembre de 2023, se supo que una norma elaborada por el Ayuntamiento brasileño de Porto Alegre, capital del estado de Río Grande del Sur, relativa a los contadores de agua, había sido redactada por ChatGPT y aprobada por unanimidad por una corporación municipal que no tenía ni idea de que se había utilizado IA para esa tarea.
Ello llevó a este experto a realizar varias pruebas preliminares de redacción legislativa con IA, pidiendo a ChatGPT 3.5 que generara varias normas relativas a impuestos y divorcios, así como algunas ordenanzas locales sobre el uso de parques públicos.
Su conclusión es que la redacción ofrecida por el sistema fue impresionante, pero no exenta de errores (impressive, but not error-free).
Sin embargo, a la vista del ritmo actual de avance de esta tecnología, Susskind predice que en menos de cinco años los sistemas de IA serán capaces de redactar primeros borradores de alta calidad de proyectos de ley y reglamentos complejos (high-quality first drafts of complex bills and regulations).
En su opinión, estos sistemas también podrán simplificar, resumir y explicar la legislación, adaptándola a las distintas categorías de lectores, con elementos complementarios como diagramas de flujo.
Además, cree que en ese plazo también será posible traducir leyes de una jurisdicción a la forma y el idioma de otras.
Elaborar normas como programas informáticos
Más relevante, en nuestra opinión, es la otra prueba realizada por Susskind: pedir a ChatGPT que elaborara sus proyectos legislativos y reglamentarios como código ejecutable, es decir, en forma de programas informáticos, utilizando el lenguaje de programación Prolog.
En su opinión, los resultados fueron notables (remarkable), por lo que también espera que esta tarea sea un proceso fiable en unos años.
Las ventajas que puede ofrecer esta alternativa parecen muy relevantes.
1. Posibilidad de depurar los textos normativos
Tanto para los encargados de elaborarlas, como de aplicarlas, la conversión de la ley en un código informático permitirá desarrollar potentes herramientas de depuración para someter a pruebas de estrés los proyectos legislativos, por ejemplo, para realizar análisis hipotéticos (what-if analyses) o detectar incoherencias, ambigüedades sintácticas y lagunas en las normas.
2. Facilitar la comprensión de la norma por sus destinatarios
Las versiones ejecutables de las normas jurídicas también podrán convertirse directamente en sencillos sistemas de preguntas y respuestas, que ayudarán a los usuarios a comprender sus derechos y deberes legales.
3. Imbricación de la norma en sistemas automáticos para asegurar el cumplimiento
Y lo que es más ambicioso, el código generado por una IA se podrá implantar de forma rutinaria en sistemas físicos, para asegurar que estos cumplen las normas a los que están sujetos.
Por ejemplo, señala Susskind, al incrustar el Código de la Circulación directamente en el software de gestión de los vehículos autónomos, estos no podrán sobrepasar los límites de velocidad o saltarse los semáforos en rojo. A la vez, en caso de emergencia, el software que controla el movimiento de los coches podrá aplicará estrictamente la ley pertinente.
En opinión de Susskind, las mismas técnicas se aplicarán a aviones, trenes y edificios. De esta forma, la ley en forma de código informático podrá formar parte de estas estructuras, actualizándose a distancia y a menudo automáticamente.
4. Asegurar el compliance en las organizaciones
Del mismo modo, concluye el experto escocés, a medida que entidades como los bancos y empresas de otro tipi, elaboren y dependan de flujos de trabajo electrónicos cada vez más complejos para operar y realizar transacciones, se podrá garantizar el cumplimiento de la normativa a las que están sujetos no introduciendo más controles humanos, sino integrando la ley y la normativa en estos procesos operativos.
Con ello, considera que los incumplimientos involuntarios y fraudulentos deberían eliminarse en gran medida.
Susskind concluye señalando que, en los años venideros, el uso de estas herramientas y de otras aún no inventadas para redactar y aplicar la legislación digitalmente debería llegar a ser un requisito del Estado de Derecho, un concepto cuyo alcance debería ampliarse a medida que avanza nuestra tecnología.