Por Ilier Navarro.- Suena demasiado conocido en el sector: largas jornadas de trabajo, disponibilidad 24/7 para cualquier consulta de clientes o de socios sobre asuntos críticos para el despacho, vencimientos, plazos procesales inamovibles, la necesidad de captar más clientes y trabajo a contrarreloj, sin respiro. Los ritmos laborales de la abogacía son extenuantes en demasiadas ocasiones y pasan factura. La salud mental se ve afectada y el 49,1% de los profesionales confiesa que su trabajo tiene un impacto negativo o muy negativo en su bienestar emocional. Además, más del 65,7% asegura que ha sentido ansiedad al menos una vez en los últimos doce meses debido a la presión profesional.
«La salud mental ha sido un tema tabú durante mucho tiempo y muchos abogados han evitado hablar de ello por el temor de que eso pudiera tener un efecto negativo en nuestras carreras profesionales», explicó el decano del ICAM, Eugenio Ribón, durante la presentación del «I Estudio sobre salud mental de la abogacía madrileña», cuya grabación puede consultarse en este enlace. El informe señala que en más del 39% de los casos el temor a que se trunque su ascenso profesional les impulsa a callar. Pero que no se hablara de ello, no significaba que no existiera. De ahí que la publicación de estudios como este puede contribuir a generar una mayor sensibilización sobre esta problemática.
Según el informe, quienes más están haciendo por derribar el estigma son las abogadas y los profesionales más jóvenes. Los datos, destacan la necesidad de que los responsables de recursos humanos de los bufetes de todos los tamaños aborden este reto, con medidas que formen parte de planes integrales, que aborden el bienestar físico, psicológico y social con coherencia y que se desarrollen campañas de sensibilización.
«Lo que no se cuenta no existe, por eso es importante dar a conocer más información», reflexionó la diputada Ana Buitrago. La vicepresidenta de la Fundación ICAM Cortina puso el foco en que más del 13% de los colegiados conocen los recursos que ha puesto en marcha el ICAM para ayudarles a afrontar estas situaciones que repercuten en su salud de manera negativa. «Hoy hay muchos recursos disponibles y los colegios profesionales, no solo el de la abogacía, también el de psicólogos y el de trabajadores sociales, están haciendo un enorme esfuerzo de concienciación», subrayó.
Con todo, más de la mitad de los abogados entrevistados percibe que hoy existe una mayor apertura para tratar estos temas: dos de cada diez se sienten más capaces de hablar del malestar emocional en el entorno profesional, algo que se da más en los grandes bufetes.
El reto de la salud mental
Las largas y extenuantes jornadas laborales vinculadas al ejercicio de la profesión tienen como principal consecuencia el sentimiento de ansiedad, pero también repercuten en otros hábitos poco saludables. Existe un creciente sedentarismo y ausencia de práctica de actividades deportivas. Además, el 46,6% siente fatiga y el 43% ha experimentado pensamientos negativos y deprimentes, el mismo porcentaje que confiesa haber padecido alteraciones emocionales.
Entre las situaciones que más atentan contra el bienestar profesional están la falta de tiempo para desconectar y descansar del día a día laboral (47,9%), las presiones para estirar al máximo el horario de trabajo (35%). La falta de horas durante el día deriva en que el 49,9% de los abogados y abogadas opte por postergar las tareas pendientes. Si bien el 42,4% consideró la posibilidad de tomarse un tiempo libre, al final no pudo hacerlo.
La medida impulsada por los despachos que más mencionan los encuestados son los patrones de trabajo flexible, con el 14,6%, seguida de las políticas de conciliación, señaladas en el 13,1% de los casos. Algo más lejos se sitúan la posibilidad de acceder a tiempo libre extra (8%) y los servicios de atención psicológica gratuita (5,7%). Contar con un personal senior más accesible es señalado por el 5% de los encuestados, aunque no parece claro que esto tenga un gran impacto en la salud mental.
Bufetes: ¿por dónde empezar?
El cierre de la presentación del informe contó con la intervención de Isabel Aranda, vocal de la junta de gobierno del Colegio de la Psicología, que recordó que «el trabajo hace que la gente tenga un motivo y actividad en su vida y puede ser un elemento de bienestar», pero dependiendo de cómo se gestionen la carga de tareas, la presión de los plazos y los altos niveles de exigencia pueden convertirlo «en un factor psicosocial negativo».
Además de destacar las condiciones ambientales, las relaciones con los compañeros y el estilo de liderazgo de los despachos, al igual que las características personales -hay personas más sensibles y otras que llevan mejor estos entornos profesionales- Aranda puso el acento en el factor aprendizaje para gestionar mejor la manera como se afrontan las circunstancias. «No nacemos enseñados, hay que aprender a pensar en soluciones, a mirar lo que hay en lugar de lo que falta y a interpretar los errores y aprender de ellos en vez de verlos como fracasos». Por ello, hizo un llamamiento a hablar más de salud mental en la abogacía. «Cuando ponemos nombre a las cosas, podemos hablar de ellas y solucionarlas», explicó.
Un dato que resulta llamativo es que el 25,3% de los despachos no ha planteado ningún tipo de medida de apoyo para mejorar la salud mental de los abogados de la plantilla. Pero en los bufetes en los que sí se han impulsado iniciativas, estas suelen ser de diverso tipo y suelen ser valoradas como poco eficaces. De hecho, el 14,2% de los abogados y abogadas que participaron en el informe considera que se trata de pequeñas iniciativas con un impacto muy limitado en una mejora real de las condiciones de los profesionales.
Pero, ¿por dónde empezar? Isabel Aranda explicó que los primeros pasos deben apuntar a plantear respuestas adaptadas a cada empresa. Lo primero es realizar un análisis de en qué punto se encuentran, cómo es la cultura interna, el estilo de dirección, la distribución y organización de tareas. Puede resultar muy útil utilizar una matriz DAFO (que detalla las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades), explicó. Y también determinar hacia dónde se quiere ir en el despacho.
«De poco sirve organizar un curso de mindfulness», advirtió sobre el hecho de que en algunas organizaciones se impulsen medidas aisladas. Y puso el acento en la necesidad de formular una estrategia a medio y largo plazo para que la empresa determine cómo quiere cuidar a las personas que la integran. El planteamiento se debe realizar poniendo a la persona en el centro de toda la estrategia. «Si ellas están bien, es más probable que desarrollen bien su trabajo», concluyó la experta.