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Carlos Capa. Decir que las redes sociales están hoy totalmente imbricadas en todos los ámbitos sociales (profesionales, personales, afectivos, académicos, etc..) es una obviedad como la de afirmar que las nuevas tecnologías ya no tienen nada de nuevo.

Facebook, Instagram, Twitter , Tick Tock o LinkedIn- por señalar las más populares, mantienen conectados a cientos de millones de personas en todo el mundo permitiendo que compartan ideas, reciban información ( o desinformación ) y mantengan relaciones personales y profesionales sin intermediación.

Para los profesionales del sector legal, particularmente los abogados, , cuyo trabajo está tan intrínsecamente ligado a la reputación, la confianza, la deontología y la percepción pública de su trabajo, el uso de redes sociales plantea una pregunta ineludible: ¿Es prudente tener un perfil privado en redes sociales? O, dicho de otra manera ¿ Podemos desdoblar lo profesional de lo personal, lo público de lo privado en las redes sociales? No hay respuesta unívoca, ni absoluta, pero si criterios de gestión reputacional contrastados que pueden permitirnos no meter la pata.

Ser buen abogado implica no sólo ser un jurista excelente. En el actual contexto del mercado de los servicios legales hay otras cualidades inseparables al dominio técnico del derecho como son el desarrollo de una faceta comercial, ser un cualificado gestor del negocio o, indiscutiblemente, proyectar una imagen profesional rigurosa y reputada.

En la era digital, nuestra imagen no se circunscribe al ámbito del despacho o la sala de vistas, sino que también abarca lo que a través de las tecnologías de la información se conoce de nosotros. Las redes sociales han hecho que los límites entre la vida personal y profesional sean más difusos, y lo que compartimos en plataformas digitales puede tener repercusiones inesperadas, y, sobre todo, indeseables.

¿Qué es tener un perfil privado? En términos generales, implica que sólo un grupo limitado de personas tiene acceso a las publicaciones e interacciones del usuario. Sin embargo, esto no significa que lo que se publica esté completamente a salvo, más bien lo contrario, y que esa información se extienda y, fuera de su contexto, pueda malinterpretarse.

Es crucial entender que, incluso con configuraciones de privacidad estrictas, existe la posibilidad de que una publicación, comentario o fotografía salga a la luz y se difunda de manera no deseada. Por ejemplo, opiniones políticas, legítimas salvo que caigan en el insulto o el odio, pueden no ser compartidas o entendidas por clientes de perfil ideológico contrario. Por no hablar de lo relacionado con el siempre pasional fútbol, o la pertenencia a una confesión religiosa.

Un cliente, sobre todo en determinadas prácticas jurídicas, no elige a una firma o un abogado porque coincida en sus gustos personales, sus aficiones, o su orientación sexual. Su decisión la ha tomado en un 90% ( o más) por elementos más medibles. Reputación, solvencia profesional, precio, forma de facturación, servicios cruzados, … así que un comentario irónico o una imagen festiva compartida en un contexto amistoso puede malinterpretarse, afectando negativamente la reputación de un abogado y de su despacho.

La percepción pública de un abogado influye directamente en la confianza que los clientes depositan en él o en su despacho, y un incidente aparentemente menor en redes sociales podría erosionar esa confianza.

Aunque un perfil privado limita el acceso a nuestra cuenta de redes, la realidad es que nada en Internet es completamente privado. Existen múltiples formas en que una publicación puede volverse pública, ya sea a través de capturas de pantalla, compartiendo contenido con terceros o por vulneraciones de seguridad. Los errores humanos, como aceptar solicitudes de amistad de personas desconocidas, también pueden abrir la puerta a que el contenido privado se difunda más allá del círculo íntimo al que se habían destinado.

No olvidemos que, además de la reputación personal, también está la de la firma en la que nos integramos y los despachos hacen grandes esfuerzos e inversiones en diseñar y gestionar su imagen para captar o fidelizar clientes. Para un cliente la línea que separa al letrado de la firma en la que se integra suele ser fina y cualquier problema relacionado con la imagen personal del profesional puede reflejarse en el despacho en su conjunto.

Por esta razón, ya son numerosos los despachos que recomiendan – en algún caso, esto genera más duda, imponen- políticas estrictas sobre el uso de redes sociales, exigiendo a sus abogados que mantengan un alto estándar de comportamiento, tanto en público como en privado.

Dado que la opción de no estar presente en las redes sociales tampoco es la ideal se puede optar por mantener una presencia sólo profesional en las mismas. Esto puede proteger la reputación personal y también puede ser una herramienta valiosa para el marketing del despacho.

Quizás la respuesta no requiere de grandes análisis. Sentido común y prudencia suelen ser una defensa infalible ante el riesgo reputacional.

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