Ilier Navarro. No son pocos los profesionales que, cuando logran un ascenso y deben afrontar un mayor nivel de responsabilidad en su empresa, se ven atrapados en una espiral de pensamientos negativos marcados por un exceso de autocrítica, una creciente desconfianza en las propias capacidades, miedo al fracaso y a decepcionar al equipo y una sensación extrema de estrés. Todos ellos son algunos de los síntomas del que se conoce como síndrome del impostor, que 8 de cada 10 directivos ha sufrido en algún momento de su vida, según un estudio de la consultora de recursos humanos Hays.
Aunque este fenómeno suele aparecer más frecuentemente en el personal de sectores altamente competitivos o en los ascensos a posiciones de mayor nivel de responsabilidad, lo cierto es que también suelen ser más frecuentes en determinados perfiles, como mujeres, especialmente cuando se reincorporan a su trabajo tras haber estado un tiempo de baja por maternidad. Además, suele ser más frecuente en los perfiles junior y en las personas que asumen un cargo en una nueva empresa.
Se trata de una conducta que se suele aprender en la infancia y que se puede revertir. Surge como consecuencia de la presión que se siente ante el reto de las nuevas funciones y demandas profesionales. Esto lleva a una cierta incapacidad para reconocer los méritos propios y la constante sensación de estar “engañando” al entorno profesional porque prevalece la idea de que no se está a la altura, que no se merecen esta nueva posición y, por tanto, existe un temor constante a ser percibidos como un fraude por parte de los jefes y los compañeros.
Esta visión negativa de sí mismo puede tener consecuencias no solo a nivel personal, sino también en el funcionamiento de los equipos. En muchas ocasiones, las personas que padecen el síndrome del impostor evitan delegar algunas tareas y reducen la colaboración o trabajar en equipo para evitar ser juzgado. Además, esta conducta puede mermar la motivación de los equipos.
Los profesionales que se infravaloran pueden incurrir en prácticas disfuncionales, como dedicar un número excesivo de horas de trabajo a un asunto que queda bloqueado o ser poco resolutivos y dar respuestas evasivas por temor a tomar una decisión incorrecta.
Gestión de emociones
Cuando una personase se siente insegura frente a un nuevo reto profesional, existen algunas tácticas o estrategias que le pueden ayudar a aclarar la mente y disipar los pensamientos negativos. También a enfocarse en apreciar mejor sus cualidades en el entorno laboral.
1. Reconocer el problema. Es el primer paso para adoptar medidas que reviertan estos ideas negativas sobre sí mismo. Darse cuenta de que esa sensación que le embarga y que le hace pensar que es un fraude no es acorde con la realidad. Solo a partir de este momento, podrá actuar. La persona afectada debe reflexionar y hacer memoria para determinar si esto le ha ocurrido en ocasiones anteriores. De este modo, tendrá pistas sobre ya tiene antecedentes de haber padecido el síndrome del impostor.
2. Ser consciente de las fortalezas. Se trata de poner el foco en las evidencias que dejan patentes los motivos por los que se le ha nombrado como responsable de un área. Y esto puede ser algo tan sencillo como sentarse frente a una mesa con lápiz y papel y escribir los logros, las habilidades y las características personales que le han llevado a merecer un ascenso. Cada uno de los aspectos que se incluyan en esta lista se deben valorar de manera suficiente para entender que no se está estafando a nadie y que existen méritos objetivos para haberse ganado la confianza de los superiores.
3. Hablar con personas que le aprecian. Las personas que demuestran afecto sincero pueden ser una fuente de información positiva que ayude a quien está afectado por el síndrome del impostor a ver lo bueno que tienen a nivel profesional. Compartir la inquietud y la inseguridad que les embarga les permitirá, en primer lugar, reducir la presión de cargar con las dudas y también recordar los logros que han obtenido y que le han conducido hasta donde se encuentra laboralmente. Recibir elogios desde el cariño permitirá compensar en cierta manera esa voz interna negativa que invade sus pensamientos de manera injusta y desequilibrada. Lo importante es que se vean con la mirada de otras personas que le aprecian.
4. Analizar los aspectos negativos. Nuevamente, lápiz en mano, la persona afectada puede escribir los aspectos que considera internamente que son debilidades y someterlos a una evaluación exhaustiva y realista. El objetivo es que se dé cuenta de que algunos de los errores que teme cometer son falsos o no se apegan a la realidad. Asimismo, si hay algún aspecto que crea que debe mejorar de forma objetiva, podrá trabajar en ellos y adoptar medidas para paliarlo: cursos de formación, incorporar un integrante al equipo que supla esa debilidad.
5. Lucha contra los mitos. Es importante ajustar las expectativas y darse un tiempo de adaptación. En muchas ocasiones, el síndrome del impostor se basa en un sentimiento de perfección que no existe en la vida real. Hay que ser consciente de que los jefes o responsables pueden cometer errores o adoptar alguna decisión incorrecta y que esto no es el fin del mundo.
6. Apostar por el autocuidado. Una vez que se es consciente de que se está siendo presa de las inseguridades propias del síndrome del impostor, será necesario mirarse con comprensión y adoptar medidas de autocuidado. Reestructurar los pensamientos y buscar fuentes de satisfacción en el deporte o en los planes con amigos. Se debe desconectar del trabajo y conectar con las redes personales y los encuentros presenciales con personas que puedan ser un apoyo para tener conciencia de que no todo gira en torno al trabajo.
Por último, ser consciente de que los ascensos se obtienen por méritos y logros propios y de que las cosas buenas que ocurren se merecen puede ayudar a combatir este tipo de inseguridades que generan los nuevos retos profesionales. Será necesario convencerse de que nadie regala nada y de que es mejor celebrar las metas profesionales que se consiguen paso a paso.