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I. Introducción

«La gratitud —escribió Cicerón— tal vez no sea la virtud más importante, pero de lo que no hay duda es de que, el agradecimiento, es la madre de todas las demás virtudes».

AFORTUNADAMENTE, vivimos en una sociedad en la que hay el convencimiento, la creencia, de que «somos sujetos de derecho» y por tanto, nos lo merecemos y tenemos derecho a todo, tanto en lo personal como en lo profesional, factor que implica que en principio, no tenemos nada que agradecer. Es como si todo lo que los demás hacen por nosotros fuera su obligación, se da por supuesto, y por tanto no hay nada que agradecer, ni a nadie a quien agradecer. Somos indiferentes al esfuerzo, a los detalles o la generosidad de los demás.

También llegamos a creer que el dinero es muestra de reconocimiento; como «hemos pagado» ya no hace falta expresar gratitud. Nos decimos a nosotros mismos: «con lo que le he pagado ya no estoy en deuda», «por eso cobra, es su trabajo». Esto es muy frecuente en los entornos laborales, donde se supone que el agradecimiento se expresa a través de una nómina, cheque o transferencia. Y es creencia generalizada, en una sociedad del bienestar y un Estado de Derecho donde todos los servicios públicos nos son debidos, los derechos son inmanentes, y se sitúa al individuo en el centro de toda acción social.

Con estas consideraciones, la prestación del servicio público presenta unos estándares de calidad y exigencia muy elevados y su correcto desempeño obliga cada vez más a los servidores públicos a adoptar unas aptitudes y actitudes positivas para conseguir laidoneidad, la satisfacción y la excelencia perseguida por los poderes públicos.

De este modo, disciplinas científicas como la psicología positiva (Martin Seligman y Mihaly Csikszentmihalyi) o la psicología humanista (Abraham Maslow o Carl Rogers) analizan, potencian y desarrollan aquellos aspectos más positivos del ser humano (felicidad, bienestar, creatividad, inteligencia emocional, sabiduría, resiliencia, buen humor, serenidad, etc…) que pueden mejorar la prestación de todo tipo de servicios.

II. La gratitud y el agradecimiento en general

«El ser humano está lleno de colores y tiene un alma de cristal» (Pacuco)

La gratitud (agradecimiento) es una cualidad humana vinculada a la madurez y posiblemente a la salud psicológica de las personas. Es un valor fundamental indispensable en nuestra vida afectiva e incluso es un valor que nos trasciende y nos conecta con nuestra espiritualidad. El agradecimiento es el reconocimiento del valor de lo que alguien ha hecho por el mundo, por los seres que amamos o por nosotros mismos. Cuando reconocemos un favor que nos han hecho o un servicio que nos han prestado, y damos las gracias, establecemos un vínculo de sentimiento gratificante para quien lo emite y para quien lo recibe. Como dice la sabiduría popular «de bien nacidos es ser agradecidos».

Además, tiene beneficios a corto y a largo plazo en quien lo experimenta. Diversos estudios indican que la gratitud mejora la respuesta del organismo frente a las enfermedades, nos hace más resistentes a la inflamación y a los fallos cardíacos, ayuda a conciliar el sueño y a dormir a pierna suelta, reduce el estrés y la ansiedad, aumenta la satisfacción vital, dispara el optimismo e incrementa las ganas de hacer ejercicio físico. Asimismo, cada vez que nos paramos a expresar por qué nos sentimos agradecidos, en el interior de la cabeza se dispara la producción de dopamina y serotonina.

Para dar con las bases neurológicas y fisiológicas del poderoso efecto de la gratitud, Glenn Floss, Antonio Damasio y otros seudocientíficos de la Universidad de California del Sur (EEUU) diseñaron hace años un interesante experimento.

«Habían tenido acceso al mayor repositorio de testimonios filmados de supervivientes del Holocausto, y decidieron seleccionar aquellos en los que los protagonistas destacaban haber recibido ayuda o regalos de extraños que en muchos casos marcaron la diferencia entre la vida o la muerte. Unas veces era un simple mendrugo de pan. Otras, un escondite que le ofrecía un completo desconocido para ponerse a salvo durante las cacerías nazis.Eran acciones que generaban un sentimiento de agradecimiento infinito. Con esas historias en la mano, redactaron en segunda persona aquellas experiencias sin saltarse ni un detalle y le pidieron a una serie de sujetos que imaginaran, a día de hoy, que ellos eran los receptores de esa ayuda. Mientras lo hacían, se pusieron a escudriñar cabezas con un escáner.

Las imágenes ofrecidas por la resonancia magnética no dejaron lugar a dudas. En todos los casos, la gratitud activaba la corteza prefrontal medial en áreas relacionadas con el razonamiento moral, recompensa y la cognición social. "En el lóbulo frontal, justo donde los dos hemisferios se encuentran", aclaraba Glenn Foss. Lo que es más,la intensidad con la que se encendían las neuronas, era mayor cuanto más agradecimiento expresabael sujeto al ponerse en la piel de aquellos supervivientes del Holocausto».

Lo que también quedó patente para Foss y sus colegas es que los mecanismos de la gratitudno coinciden con los de la felicidad. La gratitud es distinta de la dicha, porque surge a partir de las acciones de otro individuo. Agradecer es reconocer lo que otros nos hacen o dan. Por lo tanto, mientras podemos experimentar felicidad de manera solitaria, se necesitan al menos dos personas para sentirse agradecido. Es una experiencia intrínsecamente social. Por eso las neuronas que se activan con la gratitud coinciden con las que nos generan placer al socializar. Otra investigación realizada desde las universidades de Harvard, California y Northeastern demostraba que experimentar gratitud reduce la impaciencia y aumenta el autocontrol (una combinación infalible para conseguir lo que nos proponemos, tomar decisiones adecuadas y serenas).

III. Un «gracias» nunca está de más

«Sólo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud» (La Bruyère).

Si además de sentirnos agradecidos, pronunciamos la palabra «gracias», el impacto es todavía mayor, según la revista Review of Communication. Especialmente en lo que concierne a las relaciones con los demás. Nuestras relaciones personales mejoran de una forma cualitativa cuando no escatimamos a la hora de dar las gracias. Y del mismo modo que periódicamente estimulamos nuestro sistema inmune con ayuda de vacunas, proponen Stephen M. Yoshimura y sus colegas, «deberíamos darle un empujón a nuestras relaciones expresando sistemáticamente gratitud».

Agradece todo lo que los demás, perfectos desconocidos, hacen para que tu vida sea más fácil, agradable, tranquila, sencilla… Necesitamos despertar y conectar con el agradecimiento. Hace falta educar en el agradecimiento. La gratitud nos permite establecer vínculos sanos y poderosos entre todos nosotros. Agradecer de verdad las cosas, además de ser un acto de justicia o precisamente por eso, aumenta la paz interior, nos aporta dicha y serenidad. Agradecer es recordar.

La felicidad pasa por el agradecimiento. La gratitud es lo opuesto al resentimiento. El perdón y el agradecimiento van de la mano. La perfección no existe. Es necesario construir puentes de confianza, serenidad y reconocimiento mutuo cada día que se fortalecen día a día. Una mirada, una palabra, un gesto, un detalle pueden ser muestras de nuestro agradecimiento.

Hay también un agradecimiento con el que conectamos cuando tomamos consciencia de lo afortunados que somos por estar vivos, por todos los privilegios y oportunidades que tenemos, por el bienestar y felicidad de las que podemos gozar. Damos por sentado que saldrá agua transparente y potable cada vez que abramos el grifo. Es un buen ejercicio recapacitar y valorar todos aquellos privilegios que poseemos y a los que estamos acostumbrados. Apreciar y agradecer es una elección. Y solo nosotros somos responsables de nuestra elección. Podemos sentir gratitud si así lo elegimos. Los obstáculos las contrariedades y frustraciones que la vida nos depara nos ofrecen la oportunidad de recordar y apreciar todas aquellas ventajas y privilegios a los que estamos acostumbrados.

IV. La gratitud en el trabajo

«La verdad es imperfecta. La verdad perfecta no existe» (Pacuco)

Y cuando las personas interactúan dentro de un mismo grupo, los estados de ánimo se contagian. Y más cuando se comparten espacios y experiencias durante mucho tiempo. Asimismo, el estrés se contagia. El estrés puede olerse. Quienes lo sufren sudan hormonas características que son captadas por los demás según un estudio del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia. La negatividad y el estrés pueden literalmente flotar en el aire.

Por eso, la importancia de los comportamientos y estado de ánimo de todos los miembros del equipo de trabajo son muy influyentes y se transmiten a través de una organización como la electricidad a través de los cables (el sistema límbico así lo interpreta). Y así, dependemos de las conexiones con otras personas para determinar nuestro estado de ánimo (en todos los aspectos de la vida social nuestras fisiologías se entremezclan).

Por ello, es importante generar hábitos positivos porque generan una tendencia de arrastre. Nuestro cerebro ha aprendido que es más seguro actuar como lo hace la gente que nos rodea. Si alguien grita ¡Fuego!, en mitad del cine ¿saldrías corriendo? Sólo si los demás lo hicieran.

V. Dos consejos

«Porque el ser agradecido,

la mayor obligación es

para el hombre bien nacido».

(Quevedo).

Primero. Cada día, regalad tres agradecimientos: a personas cercanas, a personas que no conozco que hacen mi vida más fácil, a lo que me rodea, al día que hace, a los errores que ayer cometí, a la persona que señaló mi equivocación, a mis colaboradores, por lo que me aportan, por lo que me hacen sentir o simplemente por ser y estar ahí…

Segundo. Cada vez que en vuestro trabajo algún ciudadano os de las gracias por el servicio prestado o por la gestión o atención que les habéis dado, contestadle amablemente que no se deben las gracias, que es un servicio público y que estáis a su servicio. Ese pequeño gesto reforzará el grado de satisfacción del ciudadano y os proporcionará tranquilidad a vosotros.

En resumen: la gratitud nos permite ver nuestras vidas cotidianas desde un prisma nuevo. Si somos conscientes de lo que apreciamos, dejaremos de dar las cosas por sentadas. Mediante el agradecimiento podemos crear estímulos sostenibles que nos aportan paz. El sentimiento de gratitud es algo muy poderoso. Es importante tomar la determinación de sentir el agradecimiento como un hábito. Y es que solo sentimos gratitud cuando somos felices, porque la gratitud no es un método, sino una parte de la felicidad: es felicidad en sí misma. Y si nos abrimos a la felicidad cotidiana, al hacerlo, ayudaremos a cambiar la realidad.

VI. Tengo (Agradecimiento general)

«TENGO»

Tengo un camino lindo por el que cada día ando bajo un azul cielo.

Y tengo árboles verdes y altos,

y una montaña enorme con forma de sapo, que encierra duendes y hadas, para poder encontrarlos…

Tengo un mar siempre calmo,

y un viento que huele a sal en atardeceres de encanto.

Y tengo la luz del sol, y ojos para mirarlos.

Tengo una voz de luna cuando callo,

y mil figuras de nubes y estrellas, donde cada noche,

escondo mis sueños para soñarlos.

Afortunadamente, tengo familia, algunos amigos,

compañeros y personas que me quieren y cuidan,

y un vestido blanco.

Y un pueblecito chico llamado Sisante,

con un pozo viejo, una plaza y un Santo.

Tengo dedos para jugar con figurillas, piedras mágicas,

búhos y soldados de plomo que marcan y leen el ritmo del tiempo.

Y también, derrotas, ilusiones, proyectos e historias

para compartir sin miedos…

Tengo sentimientos alegres de niño… y recuerdos y lágrimas para mantener vivos a los que se fueron…

Tengo la posibilidad de tener cosas que ni sé que tengo,

que no se ven, y que en este mundo ideal me mantienen cuerdo.

Pero lo más importante, es que tengo cosas que solo tienen los que saben tener sin manos:

la salud, el cristal, la esperanza, el horizonte, el vuelo… un techo

¡Que suerte de tener tanto!

¡Qué suerte de ser feliz con lo que tengo!

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