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En la empresa, y un negocio legal lo es en todos sus términos ( no deja de ser curiosos que en este sector haya que seguir recordándolo) el liderazgo juega un papel fundamental. Un directivo de éxito no sólo lo será por su capacidad ejecución financiera, su competencia para atraer o retener talento o sus cualidades para el desarrollo de negocio. Su habilidad para gestionar su estado emocional, y motivar a quienes le rodean son condiciones necesarias para un liderazgo completo.

La agenda cotidiana, en la que no faltarán datos adversos, y la toma de decisiones que nunca suele ser de unánime aplauso forman parte de la rutina de cualquier directivo. Sin olvidar que, por mucho que se quiera separar, todo el mundo tiene una vida afectiva, familiar y personal con la que lidiar y que no siempre está cargada de buenas noticias. La verdadera prueba de liderazgo está en cómo enfrentar esas situaciones sin permitir que las emociones negativas, para las que nadie está inmunizado, nublen el juicio o el rumbo a seguir.

Es normal que los directivos de la firma basen su estado de ánimo en los resultados del día a día. Si las cifras son positivas, se sienten optimistas; si son negativas, caen el desánimo. Este enfoque, aunque humano, es profundamente contraproducente. Los datos no son un veredicto definitivo sobre la salud del despacho, sino indicadores que deben ser analizados para tomar decisiones informadas.

Un líder efectivo entiende que los datos son advertencias de rumbo, no sentencias inapelables. La respuesta adecuada no es lamentarse, ni culpabilizar sino analizar las causas, identificar las oportunidades y actuar. La clave está en mantener un estado emocional que permita enfrentar la adversidad con claridad y determinación.

La autogestión emocional es la capacidad de regular los propios sentimientos para responder de manera constructiva a las circunstancias. Para quien dirige un bufete esta habilidad no solo es deseable, sino esencial. El estado emocional de un líder se transmite de manera inevitable al equipo, afectando el clima laboral, la motivación y, en última instancia, el rendimiento.

Un líder resiliente es aquel que no solo se adapta a las circunstancias adversas, sino que las utiliza como una oportunidad para crecer y fortalecer a su equipo. La resiliencia no significa ignorar los problemas o minimizar su importancia, sino enfrentarlos con una mentalidad constructiva. Esto requiere flexibilidad, fortaleza mental, optimismo realista y empatía.

Un ejemplo claro de liderazgo resiliente es el de los despachos que han enfrentado a situaciones de crisis ( salida inesperada de una parte del equipo o de un socio relevante; pérdida de clientes de referencia; pérdida de valor de la cartera de servicios…) y han sabido gestionar la crisis.

El estado emocional de quien ( o quienes) dirigen la firma actúa como una referencia para el resto de la organización. Un líder motivado y optimista inspira a su equipo, fomenta la colaboración y genera un ambiente de trabajo positivo. Por el contrario, un líder desanimado o iracundo puede desmotivar a los empleados y afectar negativamente su productividad.

El socio director o CEO del despacho debe asumir que es una referencia profesional para muchas personas.

Los líderes transformacionales, y vivimos en un sector en cambio profundo, entienden que su influencia trasciende los resultados inmediatos. Al cultivar un ambiente de confianza y compromiso, crean una cultura organizacional que prospera incluso en tiempos de incertidumbre.

Los datos y las cifras son herramientas poderosas, pero no deben tener el poder de condicionar el estado de ánimo de quienes lideran. Por el contrario, es el estado emocional positivo de los directivos lo que transforma los datos desfavorables en oportunidades de mejora.

Ser un buen líder significa ser una fuente de confianza y ánimo para los demás, manteniendo siempre una visión clara y optimista. Con resiliencia, preparación y un enfoque transformacional, los líderes pueden guiar a sus equipos hacia el éxito, independientemente de los desafíos que enfrenten. Porque, sin duda, el estado de ánimo y la actitud pueden cambiar los datos, pero no al revés.

Como decía Peter Druker, considerado el inventor de la ciencia de la 'Administración de Empresas': "El management es hacer las cosas correctamente. El liderazgo es hacer las cosas correctas".

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