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Marlon Molina

Director del Laboratorio de Ciberseguridad de Madrid Capital Fintech

Vicepresidente internacional de Smart Campus AI

La ciberseguridad del mundo depende de las personas, depende de la ciudadanía para ser más específicos. Las inversiones que hacen los gobiernos y las grandes corporaciones en su propia ciberseguridad son tan frágiles o fuertes dependiendo de sus usuarios.

Internet es una zona hostil. La era digital en el año 2025 se caracteriza por la competición de todo tipo de organizaciones procurando hacerse con los datos de las personas, sus datos personales, su comportamiento, sus preferencias, y desde luego condicionar sus hábitos. Esta situación no es extraña a ninguna organización, incluyendo los gobiernos a los que no se les puede visitar sin aceptar cookies, o incluso en escenarios como los que vive la ciudadanía al momento de instalar un certificado digital que actualmente es prácticamente obligatorio, para instalarlo es necesario rebajar la seguridad del navegador, nadie puede quejarse o negociar, sin el certificado no es posible relacionarse con la administración.

1. Sin recibos

Cada vez que acepta, personaliza, o rechaza las cookies de un sitio la evidencia se queda «oculta» para el usuario, y a merced absoluta de los dueños de las páginas y de las empresas proveedoras de dicha tecnología. El sistema está diseñado para que sea el dispositivo quien acepta la instalación de los programas, porque si abre otro navegador, o abre el enlace en otro dispositivo deberá repetir las acciones.

La misma situación ocurre de manera generalizada cuando se aceptan los términos y condiciones en una aplicación o en el navegador. Nadie guarda una copia, principalmente porque en la mayoría de casos no es posible hacerlo.

Si recientemente ha participado en alguna actividad formativa o de divulgación financiada con los Fondos Europeos, entonces sus datos personales están en decenas de correos electrónicos, almacenados en cualquier sitio, manipulados por centenares de personas. Datos como nombre, DNI, teléfono, lugar de residencia, sexo, edad, educación, etc. Todo esto como requisito del gobierno y de la Unión Europea.

Si fuera necesario realizar una reclamación al respecto de los datos, la ciudadanía no tiene herramientas para demostrar que aceptaron, que personalizaron, o que rechazaron. Nadie está en capacidad de dar seguimiento para saber dónde están sus datos y por qué están ahí. Los ciudadanos no hacemos listados de lo que hemos aceptado, y de lo qué hemos rechazado.

2. Nadie patrulla Internet

A diferencia de la seguridad en las vías públicas y en las aceras de las ciudades, en Internet nadie patrulla. No patrulla la Policía Nacional, tampoco la Guardia Civil, ni siquiera el Ministerio de Defensa está en posición para vigilar el ciberespacio.

Por esta razón, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no son conscientes si alguien malintencionado crea una página web para realizar estafas, tampoco si alguien sube una aplicación con malware a una plataforma móvil, ni siquiera se controlan los mensajes falsos enviados por medio de SMS o mensajería como WhatsApp.

No es posible imaginar una redada en un casino online, o en una tienda en la que se venden productos falsos, o productos sin garantías, o en red social que capture más datos de los permitidos con malas intenciones.

No existe el juez que pueda pedirle a una red social extranjera que identifique a un agresor, a un estafador, o una persona que crea y difunde bulos detrás de un perfil falso.

Sí es posible apuntar con el dedo a la víctima de una estafa en una red social rusa una vez que ha entregado los datos (o no los ha dado pero igual la red los ha tomado), y acusarle de irresponsable por descargar un programa malicioso, sin parar a pensar primero en que es una víctima, y segundo que lo ha hecho desde su casa, en su país, con servicios contratados y pagados en su territorio y en su moneda.

3. Más complejo que la vida real

Si compra un coche nuevo sabrá que no necesita darle al vendedor más datos que los necesarios para la inscripción, que no necesita justificar el uso del vehículo, ni le seguirán con publicidad en el vehículo. Nadie va a invadir su espacio sin autorización, ni tiene que responder a preguntas cada vez que abra la puerta del automotor.

Cuando acuda a un restaurante pude hacerlo de forma anónima, no necesita firmar términos y condiciones para poder entrar, ni aceptar descargar rastreadores para poder pedir, nadie le creará un perfil para seguirle con anuncios «personalizados».

Digital debería ser más fácil y sencillo, por el contrario, es más difícil y complejo. En digital las personas vulnerables lo son aun más. Niños de menos de un año navegan por las redes, no saben leer pero sí aceptar para seguir navegando. Personas mayores que no dominan un teléfono móvil tienen que pedir ayuda para poder realizar tareas privadas, o entregar los datos a un tercero para pedir cita previa en el Ayuntamiento e incluso en la biblioteca.

4. Alerta

Quiero cruzar la calle. Estoy frente al paso de cebra, el semáforo peatonal está en verde, el semáforo para los vehículos está en rojo. Las condiciones parece las idóneas para cruzar la calle, aun así, lo que debo hacer es «estar alerta», en «modo alerta». Espere a medio metro de la calle, no en el bordillo de la acera. Espere a que se detengan los vehículos, mire a los ojos a los conductores, revise la calzada, analice si viene por ahí un ciclista, revise si hay obstáculos, mantenga a los menores en control, ayude o manténgase al lado de los mayores. El teléfono móvil en el bolsillo, el patinete en la mano sujetando con firmeza. Idealmente al lado derecho. Observando y controlando el entorno.

La ciberseguridad ciudadana requiere de una ciudadanía en modo alerta. Asuma que todo sitio al que le conduce el buscador es falso, que todo lo que lee es falso, que los mensajes que recibe también son falsos… hasta que los valide si es que necesita validarlo. No le de datos a nadie. Si le llaman del banco cuelgue y origine la llamada. Si le ofrecen una oferta estupenda que ha de aprovechar en los siguientes cinco minutos es una estafa.

La ciudadanía está sola, nadie acudirá en su ayuda. Es posible cruzar la calle con la seguridad suficiente, también es posible estar conectados con la ciberseguridad necesaria. Cultura de la seguridad, y cultura de la ciberseguridad.

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