En el mundo del derecho, existen múltiples y diversos formatos de negocio. Entre ellos, las boutiques jurídicas – término tan amplio como confusamente popularizado al estilo del cocina fusión en la gastronomía- que se han ganado un espacio singular por su, al menos nominalmente, enfoque especializado en la materia y trato muy personalizado al cliente.
Pero, ¿qué significa realmente ser una boutique jurídica? ¿Es simplemente una firma más pequeña y especializada o hay una filosofía detrás de este concepto? ¿ Mi bufete trabaja a medida o en realidad hace arreglos sobre patrones reutilizables?
Vayamos por partes. Una boutique jurídica en sentido estricto debe estar especializada en una o muy pocas áreas específicas del derecho y ofrecer un servicio altamente personalizado. Y, en puridad, no se corresponde con el concepto definirse como especialistas en, pongamos, Derecho Mercantil.
A diferencia de las grandes firmas nacionales o internacionales, que abarcan diversas o casi todas las especialidades jurídicas, con un enfoque generalista en cuanto al cliente, pero con departamentos especializados, las boutiques jurídicas centran su práctica en un nicho muy limitado: derecho del arte, criptomonedas, derecho nobiliario, eclesiástico…
El concepto de boutique proviene del mundo del comercio y se refiere a tiendas singulares que ofrecen productos exclusivos ( aquí está la clave de bóveda) con un trato al cliente fuertemente personalizado.
Este modelo de negocio, que no tiene porque ser en términos de rentabilidad mejor que otros, también se caracteriza por tener un equipo reducido, lo que permite una comunicación fluida y eficaz dentro del despacho y una gestión integrada y reconocible por el cliente del asunto.
Un equipo generalmente liderado por abogados con una amplia trayectoria profesional que buscan brindar un servicio diferenciado, pudiendo desarrollarse en esa materia en la que su práctica y formación les ha convertido en referentes con marca personal propia.
Esto sin duda, desde la perspectiva del abogado es atractivo: mayor autonomía y flexibilidad; menos burocracia; más cercanía con el cliente y más espacio para la creatividad.
Y por supuesto los honorarios, que en este formato de prestación de servicios legales son indudablemente mejores, en correspondencia con el servicio ofrecido.
A medida que los clientes, hoy muy empoderados, buscan servicios legales más personalizados y eficaces, las firmas especializadas pueden destacar en el mercado. Además, la tecnología y la digitalización permiten que estos despachos compitan con mejores herramientas contra otros modelos como el de las grandes firmas, ofreciendo soluciones innovadoras y eficientes. Muchas veces el cliente prefiere ese traje totalmente hecho a medida, aunque sepa que tiene un coste mayor.
El modelo de boutique jurídica también permite mayor globalidad en la prestación de servicios jurídicos pudiendo incorporar, también de manera flexible a profesionales de muy elevado expertise que ofrecen sus servicios de manera remota, ampliando la cartera de clientes más allá de los espacios tradicionales.
Pero ser una boutique jurídica no es solo una cuestión de tamaño, sino de filosofía y enfoque en el que la marca y la reputación juegan un papel clave. Ni todo lo pequeño, ni todo lo especializado, ni todo lo nombrado como tal, es una boutique .Y no pasa nada.
Se puede mantener una firma solvente y rentable, satisfactoria en lo profesional y lo personal para sus integrantes haciendo prêt-à-porter. No todo el mundo que quiere vestir bien, con personalidad propia y apreciable buen gusto tiene que llenar su armario pagando las onerosas facturas del sastre.
Se pueden ofrecer servicios legales, basados en modelos en parte estandarizados, pero con un tratamiento al caso y al cliente de elevada calidad, sin tener que ser una boutique. En el mercado jurídico, como en todos, siempre hay, permítaseme seguir con el símil, “un roto, para un descosido”. Al igual que en esos fogones que citábamos antes, los clientes quieren comer bien y ser bien tratados y les importa menos que denominemos a nuestro restaurante gastro atelier, por poner un ejemplo.
Por acabar con los dichos y refranes “el hábito no hace al monje”. Hacer las cosas bien, con honestidad y calidad profesional dejará a los clientes más satisfechos que denominaciones que, ya a estas alturas, acaban siendo manidas.
En definitiva, las boutiques jurídicas representan una alternativa valiosa para aquellos que buscan soluciones legales a la medida, con un servicio muy exclusivo y altamente profesional, especialmente en casos complejos o materias poco frecuentes. Pero las personas comen todos los días, y no todos los días necesitan un tres estrellas michelín.