En el tremendamente competitivo y diverso sector de los servicios jurídicos, la apariencia del profesional- al fin del cabo nuestra primera comunicación es nuestro aspecto a- ha trascendido el mero formalismo para convertirse en un elemento clave en la percepción del cliente y la proyección profesional.
El vestuario no solo habla de nuestro estilo, sino que es una potente herramienta de comunicación no verbal que puede transmitir en segundos confianza, credibilidad y solvencia… o todo lo contrario.
El vestuario del abogado ha venido asociándose asociarse a un estilo sobrio y formal, que incluye traje oscuro, camisa blanca o de color pálido, corbatas no estridentes y calzado oscuro para los hombres por trajes sastre o conjuntos de pantalón y blazer con zapatos de medio tacón para las mujeres. Pero el sector, como la sociedad, como los clientes evolucionan. Es como las oficinas ( hablaremos de ello en otro momento). A nadie se le ocurriría pedir una escribanía de caoba y una librería de antologías jurídicas para amueblar un despacho actual.
Esta estética clásica responde a un código no escrito tradicionalmente vinculado a la seriedad, profesionalidad y respeto. Sin embargo, la sociedad y la cultura empresarial han evolucionado, impulsando nuevas tendencias y flexibilidades dentro del sector legal, que como decíamos se ha vuelto como la sociedad, flexible e inclusivo.
El impacto del vestuario en la percepción del cliente ( en la de cualquiera sea cual sea nuestro oficio) es innegable. Estudios de comunicación no verbal indican que el aspecto personal puede influir en la confianza que el cliente deposita en su abogado o procurador.
Una vestimenta adecuada transmite preparación, seguridad y compromiso, elementos esenciales para establecer una relación sólida y confiable. Por otro lado, una apariencia descuidada o demasiado informal puede generar dudas sobre la competencia profesional.
Con la modernización del ámbito jurídico, las tendencias de vestuario han ido incorporando elementos que equilibran formalidad y comodidad, con matices que reflejan la personalidad del abogado sin sacrificar su formalidad.
Son tendencia los tonos oscuros y neutros y los colores suaves como el azul claro, gris y tonos tierra, especialmente en el vestuario femenino. Los tejidos también han evolucionado hacia materiales más cómodos y resistentes a las arrugas, favoreciendo la practicidad sin perder elegancia.
Para los hombres, los trajes entallados y de estilo moderno sustituyen a los cortes más clásicos y rígidos. Salvo que vaya a la City los trajes de raya diplomática no están al uso. En el caso de las mujeres, hay una notable diversificación que incluye trajes de pantalón, faldas lápiz y vestidos formales con blazers, buscando equilibrio entre elegancia, comodidad y seguridad.
Los complementos sutiles, permiten personalizar el atuendo dentro del marco profesional tanto para hombres como para mujeres. Eso sí, dejen el joyero para las ocasiones familiares.
En ciertos contextos y firmas legales, especialmente en áreas como el derecho corporativo o tecnológico, se permite un vestuario más casual business, como blazers sin corbata o blusas elegantes sin chaqueta, reflejando una tendencia hacia un ambiente laboral más relajado. Y esto también es relevante. Ya sabemos que la evolución del sector legal hace hoy que los profesionales valoren elevadamente elementos extrasalariales, su retribución emocional, y dentro de esta no es poco importante poder acudir al trabajo sin rigideces. Cada cosa tiene su momento. Ir a una vista al Tribunal Supremo en zapatillas de tenis no está bien, pero se puede trabajar en el despacho sin corbata o americana sin llamar la atención.
El cliente busca en su abogado no solo conocimiento jurídico, sino también una imagen que inspire seguridad y profesionalidad. La primera impresión es fundamental, y el vestuario constituye un componente clave. Un abogado vestido adecuadamente comunica que toma en serio su profesión y su rol como defensor de los intereses de su cliente, así como sintonía con los valores de su firma. Así, la apariencia puede reforzar la confianza del cliente, haciendo que este se sienta respaldado y bien representado.
No obstante, esta importancia varía según el tipo de cliente y la especialidad jurídica. Verbigracia: en audiencias judiciales, se espera un atuendo completamente formal, mientras que, en negociaciones comerciales o asesorías internas, es aconsejable uno más próximo al sector con el que se trabaja generará confianza y cercanía.
Algunos consejos: si se va a asesorar o representar a un cliente en dificultades, pongamos una empresa que afronta un concurso, es mejor no acudir luciendo gemelos de oro o relojes de alta gama; tampoco exhibir distintivos deportivos o símbolos religiosos que pudieran ( cada uno tiene la sensibilidad en un sitio) es lo adecuado. Habría más, pero todos se resumen en uno: ten sentido común y mejor pecar de prudente que de atrevido. Para eso ya tenemos vida privada.
Para hombres y mujeres, el vestuario sigue siendo un elemento definitorio no sólo de su estilo personal, también de la firma en la que se integran y de la función que desempeñan y que va más allá de la prenda en sí, influyendo en temas de identidad, rol profesional y equidad de género. Comprender estas diferencias y la importancia del atuendo adecuado permite proyectar confianza, profesionalidad y empatía, factores decisivos para el éxito en la relación con sus clientes y en sus relaciones con otros profesionales o instituciones.