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Las leyes de propiedad intelectual, que protegen las obras de los creadores, no son del agrado de los grandes empresarios tecnológicos, sobre todo de aquellos que están involucrados en desarrollo asociados a la inteligencia artificial generativa. Esta tecnología bebe de las invenciones humanas, de toda la creatividad y conocimiento que se ha acumulado durante siglos y milenios y que, con más o menos acierto, se ha volcado en la red. Sin esta enorme base de datos no podría avanzar ni transformarse en la herramienta disruptiva que todo prevén que será. Pero los derechos de autor establecen límites sobre cómo se tienen que usar las obras de los creadores y en qué condiciones. Esta protección es para los líderes de las grandes tecnológicas una barrera que no aceptan y que ven como un obstáculo para su negocio y para los avances de la IA.

El entrenamiento de los desarrollos vinculado a la IA generativa se realiza usando grandes bases de datos personales, pero también obras creadas por el ser humano. Y su uso obliga a pagar. De ahí que casi la totalidad de los grandes empresarios no vean con buenos ojos los derechos de autor. Uno de los más explícitos ha sido Jack Dorsey. El que fuera cofundador de aquel Twitter, ahora mutado en la X de Elon Musk, quiso volver a abrir el debate sin tapujos. En una de sus más recientes publicaciones en dicha paltaforma abogaba por el fin de las normas de propiedad intelectual, es decir, que no existan las garantías legales que se han aprobado en todo el mundo sobre derechos de autor, patentes y marcas registradas.

"Eliminad todas las leyes de PI", escribió Dorsey. Y unos minutos más tarde, Elon Musk respondió: "Estoy de acuerdo".

Las críticas no se hicieron esperar. La abogada y excandidata a la vicepresidencia en 2024, Nicole Shanahan, exesposa del cofundador de Google, Sergey Brin, reaccionó recordando que las leyes de propiedad intelectual son la única barrera entre el trabajo creado por las personas y el que genera la IA. Y concluyó: "Si quieres reformarla, ¡hablemos!"

El intercambio de mensajes no se quedó solo en eso. Continuó cuando Dorsey rechazó esta opción. Y es que, desde su punto de vista, lo que separa a los humanos de la IA es la creatividad. Y acusó al cuerpo normativo actualmente en vigor de estar inhibiendo la creatividad.

Lluvia de demandas

Más allá de esta suerte de debate filosófico a golpe de tuit, lo cierto es que la realidad para las empresas que participan e impulsan el desarrollo de la IA generativa no es halagüeña, al menos, desde el punto de vista legal. Y es que las grandes tecnológicas están recibiendo una lluvia de demandas precisamente por parte de los titulares de derechos de autor, que les acusan de utilizar sus obras y creaciones para entrenar los algoritmos sin pasar previamente por caja y, en la mayoría de las ocasiones, sin siquiera consultarlo.

En los tribunales federales estadounidenses se acumulan las demandas contra OpenAI, Google y Meta. Y es que diversas organizaciones de autores, artistas y medios de comunicación responsabilizan a estos gigantes de hacer un uso ilegal de sus trabajos que están bajo la protección de las leyes de propiedad intelectual. Lo hacen sin su autorización, sin darles crédito y sin abonar compensación alguna.

Si finalmente tienen que pagar por ello, pueden dar pie a que los líderes de la tecnología tengan que desembolsar indemnizaciones millonarias, algo que no es precisamente de su agrado. De ahí que Dorsey, Musk y el resto sean cada vez más claros y tajantes en sus manifestaciones públicas en contra de las normas de propiedad intelectual y las garantías que las leyes ofrecen a los autores.

En los últimos meses los jerarcas techies han hablado sin tapujos sobre su opinión sobre cómo cualquiera debería poder utilizar el contenido que aparece en la red. Así quedó de manifiesto el pasado año, cuando Mustafa Suleyman, CEO de IA de Microsoft, sostuvo que la utilización de las informaciones publicadas en Internet estaba amparada por el principio de uso legítimo o fair use. Desde su punto de vista, cualquier persona o empresa puede copiarlo o reproducirlo. La excepción son algunas webs de noticias y editoriales que han pedido quedar al margen de estas prácticas, pero Suleyman considera que son casos excepcionales, una “zona gris” que se tendrá que ir aclarando en los tribunales.

Precisamente, los abogados de la defensa de las tecnológicas suelen basar su argumentación en los tribunales en el principio de uso legítimo, que en determinados supuestos ampara el uso de obras protegidas. ¿Qué han dicho los magistrados en Estados Unidos? Ya ha habido alguna sentencia que no les da la razón. Se trata de casos en que los datos u obras protegidas por derechos de autor se utilizan para el entrenamiento de sistemas que tienen fines comerciales.

OpenAI, líder en el uso de datos masivos

Sin datos y sin creaciones, la inteligencia artificial no puede ni desarrollarse ni mejorar ni llegar a reemplazar algunas funciones humanas, tal como muchos predicen. Pero el riesgo legal está ahí: podrían tener que ir a los tribunales por usar de forma masiva obras y trabajos que estarían protegidos por derechos de autor.

Algunos estudios arrojan resultados reveladores respecto de esto, Es el caso de un informe desarrollado por el empresa Patronus AI, fundada por exinvestigadores de Meta. Recientemente señalaba a los sistemas de IA más populares, como GPT-4 (de OpenAI), Claude 2 (de Anthropic), Llama 2 (de Meta) y Mistral (de Mistral AI) por vulnerar los derechos de autor de forma constante. Y es que, entre sus resultados, incluían contenido protegido legalmente. ¿Quién lidera el ranking de infracciones? GPT-4, que en 44 de las 100 peticiones de información que le plantearon en el marco del estudio generó resultados con contenido protegido.

Cuando se le preguntó por los resultados de esta investigación, desde la compañía de Sam Altman explicaron que resulta casi imposible entrenar modelos de IA sin utilizar material protegido.

Todo parece apuntar a que la propiedad intelectual es uno de los principales dolores de cabeza de los gurús techies.

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