Somos personas, seres humanos que en el entorno profesional solemos priorizar una gestión racional de los problemas que surgen en el día a día. Pero también tenemos un flanco emocional que, en algunas ocasiones, puede hacer que estallemos cuando las cosas no salen como habíamos previsto. La gestión de las emociones negativas es una tarea pendiente para muchos altos directivos u otros cargos con responsabilidad. Pero lo cierto es que en el entorno laboral no suele ser conveniente enfadarse con los equipos ni con las personas que los integran. A continuación, detallamos algunos motivos para desarrollar un liderazgo emocional eficaz que gestione bien los conflictos.
Errores en el desarrollo de sus funciones, olvidos, despistes, detalles que se deben corregir pero que siguen igual, rutinas inexistentes y normas para desempeñar el trabajo que no se respetan… no son pocos los factores que pueden hacer que los jefes se enfaden con el personal que depende de ellos y que todo salte por los aires.
El trabajo y las responsabilidades profesionales ejercen presión sobre nuestras emociones y no suelen faltar los motivos para irritarnos en el entorno profesional. Pero es importante saber que la ira no conduce a nada positivo. Todo lo contrario, los efectos en el ambiente laboral y en los colaboradores pueden ser perniciosos no solo porque incrementan la frustración, sino porque puede derivar en situaciones disfuncionales de desconexión con los objetivos de la organización e, incluso, con casos de fuga de talento.
Estallar en el lugar de trabajo no es lo más aconsejable. Y hay algunas razones por las que no es conveniente dejarse llevar por el enfado, por muchos motivos que se tengan.
1. Puedes agravar el conflicto y bloquear a la otra parte para que empatice con tu frustración. Si te enfadas, puedes provocar falta de empatía por parte de tus subalternos.
2. Pones a la defensiva al equipo que, en lugar de aceptar las críticas y poner el foco en la manera de solucionar el problema que las originan, buscará argumentos para rebatirlas y para resarcir su orgullo. En definitiva, puedes desencadenar resentimientos, muy difíciles de solventar.
3. Puedes transmitir una imagen equivocada de superioridad, egolatría y arrogancia, de que el equipo no está a la altura de tus expectativas. Es probable que en lugar de reaccionar comprendiendo tu punto de vista, las personas trabajadoras que dependen de ti reaccionen en tu contra buscando defectos en tu manera de ejercer el liderazgo en lugar de encontrar soluciones a las dificultades que originan tu enfado.
4. Pierdes las formas y la razón, incluso aunque la tengas. Si te enfadas, resultará más difícil que las personas que integran tu equipo te apoyen en el proceso de resolución del conflicto si pierdes credibilidad.
5. La pérdida está garantizada cuando reaccionas ciegamente por la ira. Se enrarece el ambiente laboral, pierdes energía y tiempo y las relaciones quedan tocadas. Los lazos personales y profesionales son muy difíciles de construir, pero se pueden romper sin remedio en solo unos segundos.
Enfados: cómo gestionar la comunicación
Cuando hay un problema o los resultados no van como debería, es necesario hablar, dialogar de forma profesional y con firmeza. Son conversaciones difíciles en los que el enfado debe quedar fuera, pero la comunicación debe ser clara y orientada a solventar el asunto lo antes posible, reforzando el compromiso de los empleados y del equipo en general para que se enfoquen en buscar una salida eficaz y adecuada, sin espacio para reproches y desafección. Estos son algunos consejos:
• Sin acusaciones. Deja de lazo los señalamientos y descalificaciones. Las opiniones negativas, críticas y reproches son barreras para entendernos con las personas que integran los equipos de trabajo en una firma. Suponen una agresión indirecta mediante la palabra y ponen el foco en la culpa. Es más constructivo describir los hechos con cierta asepsia y sin juicios de valor para poner el foco en las soluciones y opciones de salida que tiene el conflicto.
• Expresa sentimientos. Si te centras en las sensaciones que estás teniendo ante un problema o conflicto profesional, es más probable que tu equipo empatice contigo, que perciba mejor lo que se necesita en ese momento para salir adelante del bache que afrontáis. Aunque parezca que lo adecuado sea lo racional, a veces hablar desde el corazón puede hacer que tus interlocutores dejen de estar a la defensiva y se muestren más abiertos a escuchar y colaborar.
• Guía con ejemplos claros. Intenta ser específico y muy claro respecto de los comportamientos o resultados que hay que cambiar y da consejos para mejorar de manera constructiva, sin malos tonos. Si el caso se centra en el mal rendimiento de un colaborador que no llega a lo que se esperaba, puede ser útil indicarle algunos ejemplos de cómo abordar determinados proyectos y plantear algunas vías de mejora para que el desempeño llegue a los objetivos que se han planteado.
• Intenta mediar en los conflictos. Si hay roces internos entre distintos empleados y esto repercute en un ambiente laboral tenso y poco colaborativo, será necesario intervenir como un mediador y establecer una pautas muy claras y concretas entre los involucrados. No es conveniente dejar estar el problema y esperar que se solucione solo, porque puede ir a más y enquistarse. En lugar de enfadarte, céntrate en lo que hay en común, en los efectos que tiene el conflicto en ellos y en el resto del equipo. Pon el foco en los intereses de la organización y de ellos mismos para que intenten colaborar de forma productiva y beneficiosa, dejando de lado las rencillas y reproches.
La creación de un ambiente de confianza, marcado por la empatía, ayudará a solventar la mayoría de las dificultades que surjan. Si eres claro y conciso, escuchas activamente, apuestas por la empatía y muestras interés, todo irá mejor. Pero cuidado, no hay que pasar por alto el seguimiento de la evolución de lo que no funciona. Será necesario tener mano izquierda, aprender a contar hasta diez y dejar de lado la ira. Enfadarse con el equipo no es lo más inteligente que puede hacer un líder.