Por Ilier Navarro.- El acceso a los campus universitarios enriquece la etapa de la jubilación y satisface la sed de conocimiento que muchas personas mayores tienen y que antes, por las obligaciones profesionales y familiares, no podían atender. El mundo universitario se ha abierto a este colectivo con programas específicos que varían de un territorio a otro: algunos llevan las clases a los municipios, otros cuentan con planes de estudio enfocados en los alumnos más sénior y otros les permiten acceder a clases diversas, conviviendo con alumnos más jóvenes. Toda esta experiencia en las aulas universitarias llena de vida a los mayores, que sienten la plenitud de disfrutar del conocimiento por el conocimiento.
Así quedó de manifiesto en la sesión de Jubilare titulada «La Universidad al alcance de las personas mayores» que acogió la sede madrileña del Colegio de Registradores de España y cuya grabación puede consultarse aquí. La jornada, celebrada el 10 de abril, fue presentada por Dulce Calvo, miembro de la comisión ejecutiva Jubilare y directora de Responsabilidad Social Corporativa y fue moderada por Ángel Puyol, profesor de filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y miembro de la Comisión Científica JUBILARE. Intervinieron como ponentes, Sergi Arenas, profesor de psicología de la UAB; Pilar Benavente, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM); Rosa Andreu, estudiante de la Universitat a l’Abast de la UAB; Manuela Domínguez, directora del Aula de Mayores de la Universidad Pablo de Olavide; y Marta de la Rosa, presidenta de AEPUMA (Asociación de Estudiantes del Programa Universidad para Mayores de la Universidad Autónoma de Madrid).
En la bienvenida, Dulce Calvo recordó que Jubilare es una comisión científica para la reflexión sobre las inquietudes de las personas mayores y las respuestas que la sociedad moderna les ofrece. Y destacó también que la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha dado luz verde a la redacción de la convención internacional de derechos de las personas mayores, atendiendo la necesidad cada vez más urgente de proteger y promover los derechos de las personas mayores.
Por su parte, Ángel Puyol destacó que los programas para mayores los gestionan las universidades para que este colectivo se beneficie de la calidad de los estudios universitarios, «asistiendo en algunos casos a un número reducido de asignaturas que no necesariamente son evaluables». Esto tiene ventajas por la integración de este colectivo en una actividad normal de la sociedad.
«La universidad del presente abre sus aulas a las personas mayores» que, tal como destacó Puyol, acuden por el mero placer de acceder a conocimientos de alto nivel, sin otra utilidad más que la felicidad, que es una finalidad «bella y buena». Y destacó también que la universidad debe ofrecer la formación «a lo largo de toda la vida», citando la Ley 6/2001. «El acceso de las personas mayores es un signo de cultura y de bienestar de una sociedad y un prestigio indudable para la universidad, aunque ni los rankings ni los balances contables lo reflejen», subrayó.
Crecimiento personal para las personas mayores
El profesor Sergi Arenas recalcó que los programas universitarios para mayores tienen el foco en el crecimiento personal a través del aprendizaje, con una oferta diversa: desde programas intergeneracionales o solo para mayores, hasta otras iniciativas de experiencia recíproca, no vinculadas a la universidad. Aunque el objetivo de este colectivo puede ser suplir carencias a lo largo de la vida, lo cierto es que muchos mayores ya habían accedido a formación universitaria y lo que buscan es el placer de volver a las aulas.
Explicó que hay programas reglados, como diplomas o postgrados sénior, frente a los abiertos, con elección de asignaturas a la carta sin necesidad de que se gradúen, así como otras alternativas en la propia sede universitaria o fuera de los campus. También destacó el «modelo catalán», de corte asociativo, en el que asociaciones de personas mayores se organizan para ofrecer formación a sus socios y se vinculan a una universidad para que dotarse de un mayor rigor.
Tras hacer un repaso de los comienzos de estos programas, en la década de los años 70, recordó que actualmente hay cerca de 60.000 alumnos.
¿Las ventajas más destacadas? El acceso a la universidad de las personas mayores contribuye a mantener la autonomía crítica y a adquirir herramientas para analizar el entorno social y para mejorar el ejercicio de la ciudadanía, sobre todo en un entorno marcado por el crecimiento del populismo y de las noticias falsas, advirtió el profesor, que recordó que en la Universitat a l’Abast se pide únicamente un requisito de edad para acceder a unas 500 asignaturas en todas las facultades del campus.
Sobre el abandono de los estudios, Puyol recalcó que cuando una persona entra en dependencia o tiene un familiar al que cuidar, se desvincula. Y que, si alguien tiene que renunciar, mayoritariamente lo hacen las mujeres.
Ir a donde están las personas mayores
Por su parte, la profesora Manuela Domínguez, que dirige el Aula Abierta de la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, explicó que su apuesta es de ámbito provincial y que los cursos se imparten en las sedes municipales de las localidades adscritas al proyecto. Con ello, se elimina la barrera de la distancia, de las dificultades de acceso a personas con movilidad reducida o las dificultades de quienes tienen una pensión pequeña y no pueden gastar dinero en transporte.
Actualmente cuentan con casi 1.300 alumnos a partir de 50 años, con diversidad de nivel de estudios. «El colectivo está creciendo, hay un interés y una motivación para formar parte de los programas, hay una demanda de formación y el concepto de mayor ha cambiado», concluyó.
Las clases son muy diversas y dinámicas, desde clases magistrales a laboratorios, seminarios académicos o jornadas culturales. Algunos de los trabajos que realizan se publican, ya que los alumnos sénior son muy activos en contribuir a su entorno y su comunidad. Y destacó su motivación y sus ganas de saber.
El beneficio se traduce en una formación continua que combate el aislamiento digital, fomenta la participación y pone en valor la aportación del alumnado en su comunidad, además de fortalecer la autoestima, la convivencia entre mayores e intergeneracional. «Lo resumiría en que es recíproco, no solo reciben, sino que los mayores también dan», subrayó.

Formación durante toda la vida
Por su parte, la profesora Pilar Benavente destacó que la Ley de Universidades cuenta con cerca de 30 artículos en los que se habla de ofrecer «formación durante toda la vida del estudiantado y del profesorado», algo que también implica a los docentes mayores y al personal de gestión, para evitar el estancamiento profesional.
El «PUMA», o programa de universidad para mayores de la UAM, dota de una formación básica y actualizada en tres años de docencia, con un total de 450 horas lectivas junto con otras actividades no lectivas y complementarias. «Es un programa apartado de la docencia ordinaria», advierte, pero tiene una amplia oferta de materias. Y otro programa piloto es «Aula UAM +50» que se instauró en 2024 y se basa más en la transferencia, organizado con los ayuntamientos de los alrededores.
También habló del factor económico, porque dado que las pensiones suelen ser reducidas, «si se dirige a una persona jubilada, tiene que haber un precio adecuado», subrayó.
Igualmente se refirió al «Programa Convive», que permite a personas mayores acoger a alumnos de 18 a 36 años en una relación de respeto, convivencia beneficiosa para ambas partes y dialogante.
Alumnas: experiencia en primera persona
Tras escuchar a los docentes, fue el momento de oír a las alumnas. Rosa Andreu, estudiante de la Universitar a l’Abast, se dedicó toda su vida al área de recursos humanos en una entidad financiera y lleva jubilada desde hace casi siete años. La valoración de su regreso a la universidad es positiva. Cuando se jubiló, temía perder las relaciones sociales del trabajo, pero sabía que enseñar y aprender le generaba felicidad y siempre ha sido muy curiosa.
Tras tener una primera experiencia en un programa universitario para mayores se dio cuenta de que ella necesitaba una formación «más cañera» y se centró en antropología. Allí comprobó que sus objetivos eran diferentes a los de sus compañeros más jóvenes: ellos iban a aprobar y ella iba a aprender. «Para los profesores éramos uno más, un poco repelentes porque siempre estábamos dispuestos a participar», reconoció.
Con la pandemia, estuvo a punto de dejarlo por la falta de contacto e interacción, pero los profesores la animaron a seguir. Y no se arrepiente: «He conocido cosas que nunca imaginé» sobre las culturas de distintos puntos del mundo. «Me sorprendía que algunos compañeros de clase iban a pasar el rato y otros que hacían unas aportaciones maravillosas». Le encanta interactuar con gente joven. «Tengo cinco nietos y aprendo mucho del mundo en el que van a vivir ellos, que es muy distinto al mío cuando iba a la universidad». Rosa Andreu lo tiene claro: «Estoy encantada».
Otra alumna, Marta de la Rosa, que dedicó su vida profesional a ser psicóloga especializada en sector aéreo, se incorporó a la Universidad Autónoma de Madrid y ha ocupado distintos cargos de responsabilidad en una asociación de personas que participan en la universidad para mayores. Para ella, los programas son de enorme valor sobre todo para las personas prejubiladas.
«Nos importa mucho que nos tengan en cuenta y la visibilidad», explicó y considera que la universidad es un espacio que les ayuda a actualizarse. «No nos estamos formando para salir al mercado laboral, sino para aportar a la sociedad, para tener una vejez madura y activa, y si tenemos familia o nietos, para darles una buena educación». Por ello, no le gusta que se vea a los estudiantes sénior con paternalismo.
En su asociación, explicó, organizan actividades según los distintos intereses de los socios, que son casi un millar, como actividades físicas, senderismo, baile, viajes, salidas de Madrid. Y de la pandemia, reconoce que el gran aprendizaje fue utilizar Zoom. Los profesores les guiaban por teléfono y después ellos ayudaban a otros alumnos mayores. Se declaró contraria al edadismo. «Hablar de mayores está de moda, pero otra cosa diferente es que nos tengan en cuenta», reflexionó.
En la ronda de preguntas los profesores explicaron que, a pesar de que a nivel nacional no hay una unidad en cuanto a la formación universitaria para personas mayores, se trata de un colectivo tan variado y con inquietudes tan diversas, que esa misma realidad hace que la oferta sea diversa y flexible. La principal motivación detrás de volver a las aulas universitarias es encontrar un espacio propio, de desarrollo personal, después de toda una vida dedicada al trabajo y a criar hijos.
Puedes acceder a la grabación de la jornada a través de este enlace.