I. LA IMPORTANCIA DEL LENGUAJE NO VERBAL EN JUICIO
La estructura de la comunicación, o lo que es lo mismo, el conjunto de elementos que la integran, se encuentra formada por la parte «digital» (lenguaje verbal como son las palabras, las letras, los números) y la parte «analógica» (lenguaje no verbal o la forma en la que transmitimos el mensaje a través de la voz, los movimientos corporales, etc.).
Lo interesante de dicha distinción reside en que los seres humanos, a la hora de comunicarnos verbalmente y transmitir un mensaje, el componente digital participa aproximadamente en un 30 % mientras que el analógico lo hace en un 70 % (1) .
Centrados en la parte analógica, ésta se divide en dos campos, uno vinculado a los factores asociados al lenguaje verbal (paralingüística) como son el tono, ritmo, volumen, silencios, timbre, y otro relacionado con los aspectos vinculados al comportamiento, como la imagen personal, la prosémica y la quinesia, comprendiendo ésta última la expresión facial, la mirada, postura, gestos, etc.
Lo anterior nos lleva a una sorprendente conclusión: que a la hora de comunicarnos, es más importante cómo nos expresamos que el propio contenido de lo que decimos, puesto que lo que realmente consigue que el receptor de nuestra comunicación se interese, comprenda o persuada es la forma en la que le llega dicho contenido. Por lo tanto, si bien esta afirmación es relativa en oratoria forense, lo cierto es que para los abogados es esencial conocer las técnicas de comunicación no verbal, y muy especialmente las referidas al componente analógico, ya que nuestra actividad en el foro se caracteriza por una permanente interacción con jueces, testigos, peritos, abogados y fiscales, con los que tendremos que emplear diversas habilidades de comunicación para alcanzar nuestros objetivos (corroborar una versión, persuadir y convencer, manifestar nuestra oposición, etc.). Y para ello es fundamental partir de una idea esencial, cual es que los elementos que integran la parte analógica pueden ser empleados de forma deliberada, consciente y voluntaria por nosotros, lo que nos abre un enorme elenco de posibilidades para poder ser más eficaces en el desarrollo de nuestra profesión.
A continuación, expondremos los principales componentes de la quinesia y paralingüística para, posteriormente, centrarnos en el empleo de los mismos por el abogado durante el interrogatorio del testigo.
II. LA COMUNICACIÓN NO VERBAL: QUINESIA
1. La mirada
La mirada o contacto ocular constituye uno de los elementos más importantes de la comunicación analógica, pues a través de la misma mantenemos contacto directo y consciente con la persona con la que nos estamos comunicando, lo que supone que paralelamente al acto de comunicación verbal estamos recibiendo una información valiosísima de nuestro interlocutor, información que se relaciona directamente con sus sentimientos, estados anímicos y emociones, puesto que la mirada es junto a la voz el componente de la comunicación básico para transmitir emociones.
Pero es que, además de suponer una herramienta de contacto e información permanente, el contacto ocular es junto a la voz una fuente imprescindible para llamar la atención. De hecho, está científicamente demostrado que mientras miramos a alguien no sólo llamamos y atraemos su atención, sino que mientras mantenemos ese contacto pensamos que estamos llamando la atención y actuamos en consecuencia. Igualmente, podemos servirnos de la mirada para mostrar nuestra atención respecto al interlocutor.
Igualmente, durante la comunicación verbal la mirada cumple una función de retroalimentación que permite modular el mensaje. Dicho de otra forma, a través del contacto ocular, el receptor del mensaje nos suministra una valiosa información que, bien sea de aceptación, rechazo, interés o desinterés, nos va a permitir ajustar nuestro mensaje a nuestras expectativas en función de dicha información.
2. La postura
La postura corporal transmite información sobre la intensidad de la emoción que está viviendo una persona, sobre su personalidad y carácter y, finalmente, sobre la actitud que está adoptando ante determinada situación. Dado su facilidad de visualización, la postura corporal es un elemento fácil de interpretar.
Por dicha razón, hay que ser muy cauteloso con los movimientos corporales, ya que éstos pueden reflejar fácilmente estados anímicos de nerviosismo, aburrimiento, etc., por lo que es conveniente su estudio, conocimiento y concienciación de su importancia.
3. Las manos
Los ademanes o movimientos que realizamos con las manos tienen como principal función complementar nuestra conversación, ilustrando y subrayando lo que estamos diciendo. Por lo tanto, el movimiento de las manos tiene una función enfática y descriptiva, subordinado al mensaje oral. De esta forma nuestra conversación adquiere mayor solidez y fuerza para la transmisión del mensaje.
Si bien el manejo de las manos es natural e inconsciente, es relativamente fácil aprender las técnicas asociadas a su conocimiento, de modo que así podremos ganar en coherencia (pues un gesto inapropiado va a conllevar necesariamente a la incongruencia de nuestro mensaje) e igualmente, dominar la habilidad de conocer con más profundidad el mensaje que se está transmitiendo por nuestro interlocutor.
III. LA COMUNICACIÓN NO VERBAL: PARALINGÜÍSTICA
1. La entonación
La entonación puede definirse como la modulación de la voz en la secuencia de sonidos del habla que puede reflejar diferencias de sentido, de intención, de emoción y de origen del hablante, y que, en algunas lenguas, puede ser significativa.
Por lo tanto, a través de la entonación, el hablante, con una determinada intención o sentido, varía el tono de la voz voluntariamente y así consigue que su mensaje se entienda, dando sentido al mismo. De ello se deriva que el ánimo y pensamiento de la persona, en definitiva, su carácter, son esenciales a la hora de identificar una u otra entonación.
2. El ritmo
El ritmo o número de palabras por emisión de voz se identifica con la velocidad con la que se habla, pudiéndose hablar de ritmos rápidos, pausados o lentos.
En oratoria, el ritmo tiene suma importancia, ya que la realización de las preguntas o la exposición del alegato debe someterse a un ritmo determinado, dependiendo del tipo de idea o pensamiento que queramos transmitir, pues aquellos asociados a la emoción o la pasión requerirán un ritmo más rápido, frente a aquellos más profundos a los que la lentitud lo hará susceptible de recibir mayor atención, pues en un discurso rítmico, la combinación de ritmos produce un efecto muy favorable, ora se acelera el ritmo durante la exposición de varias ideas conectadas o ante una afirmación enérgica, ora se ralentiza para expresar un pensamiento clave del alegato.
3. El volumen
El volumen o intensidad de la voz equivale a la fuerza en que se emite el sonido. De acuerdo a este componente podemos encontrar una voz alta, baja o intermedia. El volumen es un elemento básico para transmitir sorpresa, suspense, recalcar aspectos importantes, etc.
Al igual que ocurre con el ritmo, el orador debe huir de los extremos, tratando de encontrar una intensidad adecuada para que alcance a nuestro auditorio, por lo que se recomienda un volumen intermedio, algo más alto que el de una conversación normal. No obstante, siempre se producirán momentos en los que sea necesario subir el volumen de voz, especialmente cuando tengamos que transmitir una idea o un pensamiento lleno de emoción o pasión, pues no se entiende de otra manera la exposición de éstos. Por el contrario, el descenso del tono de voz es un recurso extraordinario para llamar la atención sobre una pregunta o argumento al que pretendamos dar suma importancia, ya que el auditorio, ante el repentino descenso de voz, prestará instintivamente su atención al contenido del mensaje.
4. Las pausas
En todo discurso escrito o hablado, las pausas delimitan los diversos grupos fónicos que lo conforman. Las pausas bien empleadas pueden atraer el interés del auditorio y, a su vez, conceder un leve descanso al mismo, ya que una exposición sin detenciones requeriría un esfuerzo muy difícil de mantener por el auditorio. En el primer caso, quizás el más importante, estaríamos hablando de la creación de espacios de silencio para atraer la atención del auditorio, pues con la pausa se genera inconscientemente en el receptor un mayor interés en lo que se va a decir a continuación, creando con ello un énfasis elocuente y silencioso (2) . El dominio de esta técnica es fundamental para el orador y supone uno de los usos más prácticos de las reglas oratorias para conseguir el efecto persuasivo.
IV. EL LENGUAJE NO VERBAL DEL ABOGADO DURANTE EL INTERROGATORIO DE TESTIGOS
1. La interacción con el testigo
El uso del lenguaje no verbal a emplear por el abogado durante el interrogatorio del testigo va a depender de la clase de interrogatorio a realizar, pues dependiendo del mismo, aquel podrá variar en función de la finalidad y objetivos del mismo.
A los efectos de esta colaboración distinguiremos entre interrogatorio directo y contrainterrogatorio. Interrogatorio directo es el interrogatorio que realiza una parte procesal a un interrogado que sostiene una versión propicia de los hechos; como ejemplos del interrogatorio directo en el campo penal señalamos los que realiza la acusación a la víctima y, de otro lado, el que realiza la defensa al acusado. Contrainterrogatorio es aquél al que somete una parte procesal al interrogado que mantiene una versión de la historia contraria a los intereses de quien interroga.
En el interrogatorio directo, partiendo de que el testigo es proclive por lo general a la versión que sostiene el interrogador, será aquél el que, a través de la respuesta a las preguntas suministrará al juez una información que apoye dicha versión del litigio. Por el contrario, en el contrainterrogatorio, el testigo, poco proclive a quien lo interroga, declarará tratando de favorecer la posición ya mantenida en el interrogatorio directo, es decir, suministrando la información como él crea es más concordante con lo ya declarado y con su visión del litigio.
De esta forma, en el contrainterrogatorio, quien interroga tendrá que disponer de un mayor control sobre las repuestas del interrogado para obtener una información muy concreta, mientras que en el interrogatorio directo el interrogador, que conoce el contenido de la narración del testigo, pregunta y, dejando al testigo explayarse, crea una sensación de espontaneidad en las respuestas.
Resumiendo: el interrogatorio directo es un interrogatorio fácil y cómodo para el interrogador, mientras que el contrainterrogatorio podríamos calificarlo de complejo y difícil.
V. EL USO DEL LENGUAJE NO VERBAL DURANTE EL INTERROGATORIO DIRECTO
Partiendo de los objetivos del interrogatorio directo (favorecer la credibilidad del testigo y persuadir al juez de la veracidad de su testimonio), el abogado que interroga deberá acompañar al testigo durante su declaración, propiciando que éste exponga, explique y desarrolle la versión de los hechos, es decir, el abogado deberá proponer un interrogatorio que conceda el máximo protagonismo al testigo para que este explique su versión. Para ello, el interrogatorio deberá practicarse mediante preguntas abiertas (para permitir la exposición de la versión) combinadas con cerradas (para concretar aspectos no claros y guiar al testigo durante el interrogatorio) siguiendo para ello una secuenciación u orden cronológico.
Esto se consigue transmitiendo al testigo calma, seguridad y confianza, de forma que éste, alejado de cualquier temor, preocupación o duda, declare en unas condiciones favorables para realizar su exposición de la forma más completa y precisa posible. En definitiva, el testigo deberá sentirse cómodo.
Obviamente, para generar tal sensación en el testigo será fundamental que durante el interrogatorio el abogado actúe con serenidad, seguridad, confianza y empatía. Serenidad, pues a través de la misma se transmite tranquilidad y calma, imprescindible para que el testigo se centre en su declaración; seguridad, porque conociendo a fondo la versión del testigo y extrayéndola con precisión a través de las sucesivas preguntas éste se sentirá más centrado a la hora de exponer su versión; confianza, pues el testigo debe saber que durante la ejecución del interrogatorio no tiene nada que temer del abogado, cuyo papel se reduce a un tercero que le acompaña e invita a presentar su declaración al tribunal; empatía, finalmente, pues el testigo debe percibir que entendemos y comprendemos perfectamente lo que está sintiendo y viviendo a la hora de declarar.
Expuesto lo anterior y entrando en el uso del lenguaje no verbal, durante esta modalidad de interrogatorio la mirada juega un papel de control del estado emocional del testigo y de obtención de retroalimentación sobre la información que se está ofreciendo al responder a las preguntas. En estos casos, el contacto ocular nos permitirá conocer el estado anímico del testigo y, con dicha información, modelar nuestro mensaje y gestos para transmitirle tranquilidad, sosiego e incluso el mensaje sobre el modo en el que está realizando el interrogatorio. Para ello el contacto ocular debe ser cálido y calmado, acompañándolo con expresiones faciales suaves que transmitan confianza. Por ello, no es conveniente mantener el contacto de forma sostenido sin interrupción o que éste sea escaso. Hay que mirar a los ojos del testigo, con intención, y con intervalos de descanso en los que dirigiremos la mirada al juez, la otra parte o a la documentación que estemos empleando (siempre sin perder la línea invisible de contacto con el cliente).
El abogado en sala siempre debe actuar con seguridad y aplomo, por lo que todos los movimientos corporales que realice en el foro deberán estar presididos por dicha actitud. Durante el interrogatorio hemos de manejar el cuerpo de modo que contribuya a obtener el interés y atención del testigo y del juez. Para ello, la postura que deberá presidir la exposición será la leve inclinación hacia adelante (siempre con el cuerpo derecho), si bien se realizarán movimientos corporales (nunca repentinos o rápidos) que acompañen los giros de nuestro interrogatorio. Nunca deberá el abogado repanchigarse o echarse hacia atrás descaradamente, pues transmitiríamos verdadero desinterés por el interrogatorio que estamos realizando.
Igualmente, a medida que el testigo va exponiendo su versión, el cuerpo podrá acompañarse con un leve asentimiento de cabeza, cuyo objeto es transmitir que estamos siguiendo la declaración y que está actuando de forma correcta, lo que dará al testigo confianza.
En cuanto al uso de las manos, éstas deberán emplearse principalmente para enfatizar las preguntas que estemos realizando. Por ello, deberá evitarse cualquier movimiento brusco y repentino que distraiga al testigo o movimientos que lo distraigan y pongan nervioso (jugar con el bolígrafo, mover documentos, libros, quitarse y ponerse gafas, etc.). Es igualmente conveniente girar las palmas de la mano hacia arriba mientras preguntamos pues se está transmitiendo tanto al testigo como al juez sinceridad que, de alguna forma, se proyectará en la persona del testigo.
Como práctica muy recomendada respecto al uso de todos los movimientos corporales antes analizados se encuentra la identificación por el abogado de los gestos que realiza el testigo para, a continuación, realizar movimientos o gestos similares (especialmente con el uso de las manos). De esta forma se obtendrá una afinidad que creará un verdadero clima de confianza.
En cuanto a la entonación, durante el interrogatorio directo habremos de emplear un tono medio y equilibrado, si bien enfatizaremos las preguntas de modo que el testigo pueda evaluar inmediatamente la importancia de la misma en el contexto del interrogatorio.
Respecto al ritmo, hay que imprimir un ritmo neutro, ni lento ni rápido, pues hemos de tener en cuenta que el testigo necesita tiempo para procesar la pregunta y responder con tranquilidad y seguridad. Por lo tanto, tendremos que adaptarnos a la forma de declarar del testigo, preguntando a un ritmo que le permita exponer su testimonio de forma que llegue claramente al juez. Una dicción, tonalidad, modulación adecuada son fundamentales para conseguir el ritmo necesario, por lo que hay que tratar de efectuar las preguntas verbalizadas de la forma más clara posible.
Centrados en el volumen, éste deberá disponer de una intensidad adecuada que permita al testigo comprender la pregunta, sin necesidad de elevar el volumen más de lo necesario. A veces, si queremos llamar la atención al testigo sobre la importancia de alguna pregunta podemos descender el tono de voz, lo que provocará que se preste especial atención a la pregunta. Paralelamente al testigo, el juez prestará instintivamente una especial atención.
Finalmente, y en cuanto a las pausas, estas deben emplearse cuando el testigo haya declarado algún extremo de suma importancia que queremos que con el silencio se contribuya a realzar. Igualmente, una pausa puede tranquilizar de alguna forma al testigo en el supuesto de que haya sido interrumpido o llamada su atención por el juez, etc., dándole así un tiempo precioso para recuperarse y centrarse.
VI. EL LENGUAJE NO VERBAL DURANTE EL CONTRAINTERROGATORIO
El contrainterrogatorio se dirige a alcanzar objetivos como la limitación de los efectos negativos derivados del interrogatorio directo, desacreditar al testigo y desacreditar el testimonio. Por lo tanto, en este tipo de examen nos encontramos ante lo que ha venido a llamarse un «interrogatorio hostil», y ello debido a que el testimonio del testigo no es afín a la versión que defiende el abogado, y por tanto su interrogatorio, al cuestionar la veracidad del testimonio y buscar una verdad alternativa a la que propugna el testigo, se tropezará con numerosas dificultades ante un testigo reticente, consciente de que se está cuestionando su verdad.
Para alcanzar dichos objetivos el abogado deberá emplear preguntas fundamentalmente cerradas (aunque pueden combinarse con alguna abierta) realizadas de forma secuencial temática o argumentativa, es decir, por temas, sin seguir un orden cronológico. De esta forma, a través de preguntas muy concretas, se evitará que el testigo evada la respuesta a las concretas preguntas de las que va a ser objeto, bien porque no responda de forma específica a la pregunta o porque trate de fundamentar y justificar cada extremo del que es objeto de interrogatorio remitiéndose a la versión ya prestada durante el interrogatorio directo.
Para conseguir los objetivos indicados el abogado deberá transmitir al testigo mucha seguridad, habilidad, credibilidad, liderazgo o control del interrogatorio, y, según los casos, calma o nerviosismo. Seguridad y solvencia, puesto que el testigo debe percibir desde el primer momento que el abogado tiene un conocimiento completo del caso y del papel que el propio testigo ha desempeñado en los hechos, es decir, que está realmente preparado; habilidad, entendida como una buena capacidad de litigación, de modo que el testigo no perciba que el abogado no sabe interrogar correctamente, pues en tal caso tenderá a tratar de tomar el control del interrogatorio; liderazgo y control, pues durante el contrainterrogatorio el protagonismo pasa al abogado, quien a través de sus preguntas va marcando el hilo conductor de la estrategia del interrogatorio, por lo que es esencial mantener el control del mismo de forma que el testigo actúe dentro de los márgenes del contrainterrogatorio y no convierta el mismo en un nuevo interrogatorio directo; calma, cuando el abogado intervenga en un interrogatorio ante un testigo falso involuntario, la víctima, un policía, un perito, etc., testigos éstos con los que hay que realizar un acercamiento que genere un ambiente favorable para la necesaria indagación. Generar de primeras un contexto hostil con este tipo de testigos involuntarios puede ser contraproducente, pues el testigo se cerrará en banda y se reiterará inconscientemente en su declaración; tensión, por último, necesaria en los casos en los que nos enfrentemos ante un testigo que sabemos que está mintiendo y sobre el que disponemos de evidencias que pueden demostrar dicha falsedad, o en casos en los que el testigo, que ha comenzado calmado, cambia de actitud y se vuelve hostil.
Entrando nuevamente en el uso del lenguaje no verbal, la mirada vuelve a jugar un papel de control del estado emocional del testigo y de control de la gestión del interrogatorio. Por lo tanto, a través del contacto ocular pretendemos dejar claro que el protagonismo del interrogatorio lo lleva quien interroga y no quien responde, y ello se consigue a través de un contacto ocular sostenido, especialmente cuando el testigo está respondiendo (este contacto es aconsejable ante testigos excesivamente parciales o falsos). No obstante, si el testigo es un testigo involuntario, víctima, menor, etc. habrá que conjugar dicha actitud con una mirada menos constante, pues tampoco se trata de generar hostilidad, sino de mantener la tensión.
En ocasiones, una medida para desconcertar al testigo falso voluntario consiste en dejar de mantener contacto visual cuando aparentemente mostrábamos atención, mirando a otro lugar (especialmente por encima del testigo). Esta actitud, muy agresiva, puede transmitir algo así como «no creo lo que Vd. está declarando», generando cierto desarreglo en el testimonio del testigo.
En cuanto a la postura corporal, reiteramos la necesidad, y en este interrogatorio aun más, de actuar con seguridad y aplomo. Aquí necesitamos que el testigo compruebe que estamos con los cinco sentidos puestos en las preguntas que realizamos y en sus respuestas, por lo que hemos de manejar el cuerpo de modo que contribuya a obtener el interés y atención del testigo y del juez. Nuevamente, la postura que deberá presidir la exposición será la leve inclinación hacia adelante (siempre con el cuerpo derecho), si bien se realizarán movimientos corporales que acompañen los giros de nuestro interrogatorio y que podrán ser más enérgicos que en el interrogatorio directo. Por supuesto, se mantiene la prohibición de repanchigarse o echarse hacia atrás descaradamente.
Igualmente, a medida que el testigo va exponiendo su versión, dependiendo de lo queramos transmitir, el cuerpo podrá acompañarse con un leve asentimiento de cabeza (confianza) o se mantendrá quieta (no afinidad ni aceptación).
En cuanto al uso de las manos, éstas deberán emplearse principalmente para enfatizar las preguntas que estemos realizando. Pueden realizarse movimientos enérgicos con el fin de transmitir tensión al testigo. Es igualmente conveniente para transmitir negación o no aceptación de las respuestas del testigo, girar las palmas de la mano hacía abajo, signo que su subconsciente entenderá.
Finalmente, los movimientos enérgicos y simétricos de las manos contribuyen a reforzar la contundencia de nuestras preguntas.
En cuanto a la entonación, durante el contrainterrogatorio habremos de emplear un tono medio y equilibrado, si bien enfatizaremos aquellas preguntas sobre las que queramos transmitir al testigo nuestro especial interés en su respuesta. Igualmente, es un remedio muy socorrido para transmitir nuestra seguridad cuando dudemos de su testimonio realizar la pregunta con un tono neutro, dando por hecho la afirmación contenida en la pregunta.
En cuanto al ritmo, hay que imprimir al interrogatorio una velocidad y un ritmo rápido en el que las preguntas de cada tema se vayan sucediendo rápidamente, con escaso margen de tiempo entre una y otra pregunta. El fundamento de esta técnica reside en que, sabedores de que la única forma de que el testigo boicotee nuestro interrogatorio es extendiéndose en sus respuestas (a fin de justificar y fundamentar las mismas), un interrogatorio rápido no le dará margen de maniobra para extenderse, sino sólo para responder concretamente a la pregunta. De este modo, evitaremos también que el testigo tenga tiempo para pensar y decidir si la respuesta se ajusta o no a lo que ya declaró en el interrogatorio directo.
Acorde con lo anterior, es incompatible crear espacios de silencio o tiempos muertos durante el contrainterrogatorio o en las transiciones temáticas, ya que daremos al testigo tiempo para intuir hacía donde se van a dirigir nuestras preguntas y para pensar y reelaborar sus respuestas acorde con la versión ya expuesta en el contrainterrogatorio. Por ello, no deben de crearse silencios entre las preguntas y cuando pasemos a otro tema, emplear rápidamente las transiciones. A ello ayudará el no leer las preguntas a medida que se desarrolla el interrogatorio, pues, especialmente en esta fase, el resultado puede ser desastroso al perder el control del interrogatorio. Por otro lado, el silencio puede utilizarse para permitir que una respuesta favorable a nuestros intereses quede en el aire y reciba la atención plena del juez.
En cuanto al volumen, éste deberá disponer de una intensidad adecuada que permita al testigo comprender la pregunta, si bien éste podrá ser elevado a medida que aumente la tensión del interrogatorio y nos acerquemos a los momentos claves del mismo (naturalmente sin faltar el respeto al testigo ni al auditorio).
Como hemos podido comprobar a lo largo de la presente colaboración, el conocimiento, puesta en práctica y dominio del lenguaje no verbal durante el interrogatorio puede constituir un verdadero factor diferencial, pues nos permitirá incorporar nuevas técnicas que nos faciliten el alcance de los objetivos propuestos.