I.
Función pedagógica y consecuencias sociales
A través del lenguaje expresamos nuestros pensamientos e ideas, reflejando la cultura de cada época y lugar. Nos informamos sobre el mundo por medio de las palabras, a través de las cuales aprendemos a reconocer y clasificar a los seres vivos y las cosas. Nuestra forma de hablar refleja nuestra forma de pensar, fabrica imágenes mentales y crea referentes.
El lenguaje es una herramienta de comunicación con un gran poder transformador y un factor de socialización que nos construye como personas. Con frecuencia, muchas de nuestras expresiones se corresponden con una visión del pasado y no actual. Puede reflejar la desigualdad histórica con la que la sociedad ha tratado y trata muchas veces a mujeres y a hombres.
Manejarlo correctamente nos permite relacionarnos, persuadir o convencer.
También está relacionado con la autoestima. Normalmente las personas que han sido educadas con discursos positivos poseen una buena autoestima, mientras que las que han sido constantemente desvalorizadas han terminado asumiendo que no valen lo suficiente. (Ej. ¡calla inútil!)
Además, en el ámbito de la violencia, el lenguaje puede ser parte de la violencia psicológica. La violencia puede empezar por las palabras, por un proceso previo en que se agrede verbalmente (Ej. «eres una zorra») y que va desgastando psicológicamente o desvalorizando a la otra persona.
Para utilizar el lenguaje correctamente hay que aprender en primer lugar, a detectar los sesgos sexistas
en el lenguaje cotidiano (chistes, refranes, titulares...) y, en segundo lugar, aprender los usos lingüísticos correctos e igualitarios, los cuales varían en función del contexto.
En cuanto a la redacción normativa y la interpretación de la misma, recordemos que el
artículo 3 del Código Civil (LA LEY 1/1889)
dispone que «las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas».
El lenguaje y las imágenes que se utilizan en las comunicaciones internas y externas de las organizaciones «hablan» por éstas. De forma previa a la imagen que se proyecta a través de la actividad profesional, lo que se muestra y lo que se dice incide en el espacio público, el cual entiende como «realidad» aquello que percibe. «Lo que no se nombra no existe» (Wittgenstein).
De esta forma, la utilización de un sistema de comunicación (lenguaje, imágenes, iconos...) incluyente en una empresa/organización/institución será determinante para:
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• Mostar una imagen coherente con el compromiso con la igualdad de oportunidades.
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• Visibilizar la presencia y participación de las mujeres.
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• Sensibilizar en igualdad tanto en la organización interna como hacia el exterior.
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• Promover la reflexión, sirviendo como modelo de expresión verbal y escrita.
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• Contribuir al desarrollo de la sociedad como parte de la Responsabilidad Social Empresarial.
Por otra parte, afirman los especialistas en lingüística que no es posible utilizar en nuestra lengua la motivación genérica del «sexo», sino que se ha de emplear la categoría de «género», no siendo factible identificar «género» y «sexo». Se usa el valor del género como un valor gramatical.
II.
Normativa e instrumentos que regulan el lenguaje no sexista
Su base legal se encuentra en el
artículo 14 de la Constitución Española (LA LEY 2500/1978)
(principio y Derecho de igualdad y no discriminación), así como en el
artículo 14 de la Ley Orgánica 3/2007 (LA LEY 2543/2007)
para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres, el cual establece los criterios generales de actuación de los Poderes Públicos, entre los que se encuentra «la implantación de un lenguaje no sexista en el ámbito administrativo…»
La
Orden Ministerial de 22 de marzo de 1995 (LA LEY 1260/1995), por la que se establece la adecuación de los títulos académicos oficiales en función de que quienes lo soliciten sean mujeres u hombres, reconoce la importancia que tiene el lenguaje en la vida de las personas, en sus actitudes y en todos los actos que reflejan la historia de su formación intelectual y humana y la necesidad de plantear la diferenciación del uso del masculino o femenino en la designación de las múltiples profesiones y actividades para las que se venía empleando tradicionalmente el masculino.
Muchas normas autonómicas también regulan la implantación de un uso del lenguaje no sexista, así como lo hacen los planes estratégicos de igualdad en el ámbito de la educación.
El uso del lenguaje no sexista es una de las medidas previstas en el III Plan para la Igualdad de Género en la Administración General del Estado y en sus Organismos Públicos (Resolución de 29 de diciembre de 2020 (LA LEY 26519/2020) de la Secretaría General de la Función Pública, tras acuerdo de Consejo de Ministros de 9 de diciembre). En concreto aparece en el Eje 2: Sensibilización, Formación y Capacitación. Entre otras, establece la medida de elaboración de una Guía de uso no sexista del lenguaje en la AGE (el uso de lenguaje inclusivo también fue previsto en el I y II Plan de Igualdad en la AGE).
Podemos mencionar también las normas mínimas para evitar la discriminación de la mujer en el lenguaje administrativo elaboradas por el Consejo General del Poder Judicial, las Guías para el uso no sexista del lenguaje elaboradas por el antiguo Instituto de la Mujer e Igualdad de Oportunidades, o la Guía del lenguaje inclusivo de la Agencia Tributaria de Madrid, entre otras.
En el ámbito europeo, la Recomendación del Comité de Ministros del Consejo de Europa de 21 de febrero de 1990 tiene un Apartado Sexto dedicado a la «eliminación del sexismo en el lenguaje y promoción de un lenguaje que refleje la igualdad entre hombres y mujeres», proponiendo medidas concretas como la adopción de normas que impongan al sector público la obligación de utilizar un lenguaje no sexista en los documentos oficiales; investigación sobre cuestiones de género en el lenguaje; fomento de la eliminación de expresiones discriminatorias en función de la apariencia física o cualidades y funciones de género atribuidas a su sexo.
Además, en el seno del Parlamento Europeo se aprobó el Informe sobre el lenguaje no sexista sobre Igualdad de Género y Diversidad de 13 de febrero de 2008, que establece que «la finalidad del lenguaje no sexista o lenguaje neutral en cuanto al género es evitar opciones léxicas que puedan interpretarse como sesgadas, discriminatorias o degradantes al implicar que uno de los sexos es superior al otro, ya que en la mayoría de los contextos el sexo de las personas es, o debe ser, irrelevante. La utilización de un lenguaje no sexista es algo más que un asunto de corrección política. El lenguaje influye poderosamente en las actitudes, el comportamiento y las percepciones.»
En el ámbito de Naciones Unidas existen dos resoluciones aprobadas por la Conferencia General de la UNESCO:
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— Resolución 14.1 de 1987: Insta, en la medida de lo posible, a que se use en la redacción de todos los documentos de trabajo de la Organización términos que se refieren explícita o implícitamente a un solo sexo, salvo si se trata de medidas positivas en favor de la mujer.
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— Resolución 109 de 1989: Insta a seguir elaborando directrices sobre el empleo de un vocabulario que se refiera explícitamente a la mujer.
La Guía para el uso de un lenguaje inclusivo al género desarrollada por ONU Mujeres expresa que «adoptar un lenguaje con sensibilidad de género es una forma influyente de promover la igualdad de género y luchar contra el sesgo basado en el género, habida cuenta del papel fundamental que desempeña el lenguaje en dar forma a las actitudes culturales y sociales».
Es importante no confundir el género gramatical con el género como constructo sociocultural y saber diferenciarlo también del sexo biológico
Por otra parte, conforme a las recomendaciones de organismos, como Naciones Unidas, es importante no confundir el «género gramatical» (categoría que se aplica a las palabras), el «género como constructo sociocultural» (roles, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad determinada en una época determinada considera apropiados para cada sexo) y el
«sexo biológico» (rasgo biológico de los seres vivos). Establece las siguientes estrategias: emplear formas de tratamiento adecuado, evitar expresiones con connotaciones negativas, evitar expresiones que perpetúan estereotipos de género, visibilizar el género cuando lo exija la situación comunicativa y emplear estrategias tipográficas.
III.
Conceptos en torno al lenguaje sexista
Machismo significa, según la RAE: 1. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. 2. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón.
El antónimo de machismo no es feminismo (se considera que sí lo es «hembrismo» como ideología de supremacía de la mujer sobre el hombre). La RAE define el feminismo como: 1. Principio de igualdad de derechos de la mujer y del hombre. 2. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo.
Tanto hombres como mujeres pueden ser machistas o feministas.
El sexismo significa discriminación de las personas por razón de sexo. Y el sexismo lingüístico o discurso sexista implica que alguno de los sexos está discriminado u ocultado a través del lenguaje (frecuentemente el femenino). Desde sus orígenes, nuestra lengua refleja la situación de dependencia de la mujer con respecto al hombre, incluso los distintos roles y comportamientos que la sociedad ha atribuido a cada sexo. Hasta en muchas letras de canciones actuales y populares refleja sexismo y machismo.
La Comisión Europea distingue entre sexismo lingüístico y sexismo social. Se incurre en el primero cuando se emite un mensaje que debido a su forma resulta discriminatorio por razón de sexo, y en el segundo tipo cuando la discriminación se produce en cuanto al fondo del mensaje.
Para detectar el sexismo lingüístico se puede emplear la «regla de inversión»: sustituir los términos femeninos por los correspondientes masculinos, y a la inversa. Si la expresión nos resulta extraña o chocante, o no se puede invertir, es probable que estemos ante un caso de sexismo. Ejemplos:
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• Cuando decimos que alguien es un zorro, nos referimos a astuto, mientras que zorra además puede significar prostituta y en sentido despectivo.
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• La Primera Dama en algunos países es la esposa del presidente de la nación, en cambio «primer damo» o caballero no se usa en este contexto.
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• Se llama señorita a la maestra y no señorito al maestro. Esto proviene de que «señorita» era una fórmula de tratamiento muy importante hasta hace unas décadas, ya que designaba a la mujer soltera diferenciándola de la casada, a la que se trataba de «señora».
Rasgos sexistas del discurso:
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• Tratamiento familiar: cuando en un contexto formal se nombra a las mujeres sólo por su nombre (o apodo) sin apellidos o cargos, o se reduce su importancia social sobre todo si en el mismo discurso o texto sí se nombra por sus apellidos o profesiones a los hombres. Tampoco es correcto nombrar a las personas anteponiendo el artículo al nombre propio, ni tratar a las mujeres de forma más infantil (o utilizando diminutivos) que a los hombres.
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• Asimetría en las fórmulas de respeto: al dirigirse a varias personas, hay que darles un trato simétrico. La RAE en su Nueva Gramática (2009), señala que la oposición entre señora/señorita se considera discriminatoria, a menos que se use para señalar únicamente una diferencia de edad.
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• Condición de dependencia: Hay que tratar a las mujeres por sus nombres y no por sus relaciones de dependencia con respecto a hombres (ejem. «Señora de»).
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• Denominación sexuada y aposiciones redundantes (es preferible utilizar «Médicas» en vez de «mujeres médicos»).
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• Cosificación: tratar a las mujeres como objetos en las expresiones.
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• Orden de presentación: la Nueva Gramática de la Lengua Española de la Real Academia explica que el orden que damos a los elementos oracionales responde, entre otras razones, al énfasis que otorgamos a los segmentos sintácticos que deseamos resaltar.
El androcentrismo es la visión del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las cosas, desde el punto de vista masculino
El androcentrismo es la visión del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las cosas, desde el punto de vista masculino. Haber vivido en un mundo androcéntrico nos lleva muchas veces a pensar en masculino, lo cual se observa a través del lenguaje (Ej. cuando hablamos de López o González, tendemos a pensar en un hombre).
Los estereotipos son las imágenes o ideas aceptadas comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable, y a través del lenguaje los expresamos. Muchos estereotipos son creencias sobre cómo deben ser y comportarse las mujeres y los hombres (Ej. sí una mujer no cumple con el estereotipo femenino tradicional se le llama «marimandona», y cuando un hombre no cumple con el estereotipo masculino, se le juzga como una «nenaza» o como «calzonazos»). Frecuentemente se hacen generalizaciones sobre mujeres y hombres basadas en estereotipos.
En los insultos también hay estereotipos femeninos y masculinos. Son un reflejo de nuestras conductas y creencias. El insulto es la negación de una cualidad que se supone debe existir y es una agresión verbal propia de la violencia. Por ejemplo, para agredir a un hombre se usa «hijo de puta» (insultando a la madre y no al hijo o padre) y «maricón» (cuando la intención es cuestionar su «hombría» diciéndole que es como una mujer y despreciando al mismo tiempo a las personas homosexuales). A una mujer no la insultan en masculino, porque este género gramatical no suele estar asociado a ningún desprestigio.
Debido también a razones de prestigio existe a veces rechazo a utilizar el género femenino y preferir el masculino, aunque el oficio, profesión o cargo esté desempeñado por una mujer (ej. la técnico, la ingeniero), cuando lo correcto es utilizar la forma femenina si se trata de un sustantivo que admite las dos terminaciones (ej. la médica, la abogada). El uso del masculino genérico no soluciona la invisibilidad de las mujeres en el lenguaje administrativo ni tampoco en materia de empleo y cualificaciones profesionales.
Por ejemplo, el nombre María ha sido durante generaciones el nombre de mujer más usado en España. Existe una costumbre coloquial de llamarse mari entre las mujeres, o incluso se utiliza para llamar de modo despectivo al ama de casa (maruja) u otras concepciones despectivas (maripili, marimacho...) incluso para los hombres homosexuales o afeminados (maricón, mariquita...). Por ejemplo, se llama asignatura maría a la que no requiere esfuerzo para ser aprobada.
También las expresiones que aluden a los órganos sexuales están muy relacionadas con los estereotipos. (Ej. algo «cojonudo» se considera algo estupendo, mientras que algo que es un «coñazo» se considera como insoportable).
Un refrán es un dicho agudo y sentencioso de uso común, que suele expresar un pensamiento, un consejo o una enseñanza. Muchos de ellos encierran mensajes sexistas (Ej. «la mujer y el vino engañan al más fino»), aunque la mayoría, sobre todo los que hacen apología de la violencia de género o contra la mujer, están ya en desuso.
El chiste es un dicho u ocurrencia agudo y gracioso, y que también puede encerrar mensajes sexistas (Ej. «¿sabes en que se parecen un globo y una mujer? En que el globo tiende a subir y la mujer sube a tender». Ej: «¿por qué los hombres tienen la conciencia limpia? Porque no la han usado nunca»).
IV.
Origen y evolución
Mientras que el latín posee distinción de términos femeninos, masculinos y neutros, el castellano evolucionó su fonética sobre algunos neutros «-us», «-um» donde la vocal -U en sílaba átona abre en -O, dando lugar a gran parte del uso del masculino como única forma de referirse a un grupo mixto.
Durante siglos, nuestra cultura ha considerado como más importante todo lo relacionado con los hombres. Por ello, en la Real Academia Española (RAE), en los diccionarios, se llamó sexo fuerte al sexo masculino y sexo débil al femenino.
El diccionario se encarga de definir o explicar los términos de acuerdo al uso que se les da, pero se pueden corregir aquellas definiciones, ejemplos o usos que no sean adecuados. La RAE ha realizado algunas revisiones para evitar el sexismo. Ejemplos muy recientes:
En 2014 se suprimió los adjetivos «débil y endeble» que aparecían en la definición de femenino, y suprimió los adjetivos «varonil y enérgico» que aparecía en la definición de masculino.
Hasta 2017 la expresión sexo débil aparecía definida como «conjunto de mujeres». Ahora aparece con una marca de uso que explica que se utiliza con intención despectiva o discriminatoria.
En 2018 se cambió la quinta acepción del adjetivo fácil como «dicho especialmente de una mujer; que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales» por la expresión «dicho de una persona; que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales».
Un diccionario siempre está en construcción y debe recoger los cambios que experimentan las lenguas de acuerdo a los cambios sociales y culturales, es decir, hacia una evolución en respeto a los derechos humanos. Una lengua no es sexista per se, sino que es el uso de la misma el que puede serlo.
V.
Cambios producidos y alternativas lingüísticas
Los usos lingüísticos se fueron creando en un contexto social y cultural androcentrista. Los cambios sociales conllevan cambios en aquellos, puesto que la lengua viva es un hecho en constante evolución. Es por ello que los cambios experimentados por la posición de las mujeres en los distintos ámbitos de la vida han de implicar nuevos usos lingüísticos si queremos ser coherentes con la realidad social. Cambios producidos:
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1) Feminizaciones de profesiones tradicionalmente desempeñadas por hombres (jueza), y masculinizaciones de profesiones tradicionalmente desempeñadas por mujeres (azafato).
Como regla general, la RAE recomienda feminizar y masculinizar los términos que aluden a oficios y profesiones, manteniendo inalterados los sustantivos de una sola terminación (el técnico / la técnico), salvo en aquellos casos en los que el uso haya consolidado la forma femenina (jefa, presidenta, jueza) o masculina (modisto). Lo correcto es usar la forma femenina incluso aunque coincida el nombre del cargo con el de la ciencia o disciplina que desempeña (Ej. la música).
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2) Preferencia por hacer visibles a las mujeres y no incluirlas bajo el término «hombre», ya que puede resultar ambiguo y dar lugar a errores en la interpretación. Hay contextos en que se puede dudar si las mujeres están incluidas o no bajo el término «hombre». En estos casos conviene sustituir el término por otro que deje claro que están incluidas (persona, gente, mujeres y hombres, etc.).
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3) Creación de neologismos (palabras nuevas). Ej. AMPA (Asociación de Madres y Padres).
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4) Cambios de significados de palabras (Ej. Alcaldesa ha pasado de significar «mujer del alcalde», a significar «mujer a cargo de una alcaldía»).
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5) Preferencia por otras construcciones que eviten el abuso del masculino genérico y visibilicen a los dos sexos.
En el lenguaje, el género es una categoría gramatical que clasifica a los nombres en masculinos y femeninos. Los sustantivos en nuestra lengua poseen género gramatical, tanto para cosas como personas, y no siempre coincide la persona con el sexo:
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• Epiceno: palabras con género masculino y con género femenino que designan a los dos sexos (Ej. persona, personaje)
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• Sustantivos de una única terminación: común para los dos géneros gramaticales (Ej. la/el testigo).
Tal y como está configurado el lenguaje, sólo el género gramatical masculino puede tener valor genérico (mujeres y hombres) y emplearse para designar a la clase o especie. Sin embargo, el género gramatical femenino tiene un único valor específico (sólo puede emplearse para designar a mujeres). Aunque el masculino como genérico es correcto, no siempre su uso es adecuado ya que puede generar confusión. Pueden darse saltos semánticos: cuando se emplea un vocablo con apariencia de genérico, pero más adelante en el texto descubrimos que era específico (incluía sólo a los hombres). Ej. «el 10 % de los trabajadores secundaron la huelga. En el caso de las trabajadoras, sólo un 8%.»
Alternativas al masculino genérico que debemos y podemos emplear:
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• Sustantivos colectivos (el profesorado, en vez de los profesores), abstractos y epicenos.
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• Sustantivos abstractos (la presidencia, en vez de el presidente).
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• Sustantivo epiceno (la persona).
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• Palabras sin marca de género (quienquiera en vez de el que quiera).
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• Omisión de términos masculinos mediante diversas fórmulas (Ej. usted quiere en vez de si el solicitante quiere; curso para profesionales en vez de curso para los profesionales; se puede presentar en vez de los usuarios pueden presentar).
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• Cambio de estructura sintáctica (con titulación, en vez de titulado).
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• Cambio de redacción (la legislación establece, en vez de el legislador).
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• Perífrasis: giros o expresiones equivalentes (la clase política en vez de los políticos).
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• Desdoblamientos o duplicaciones (trabajadores y trabajadoras): es un procedimiento recurrente e incluso lo utiliza el propio diccionario en muchas definiciones, pero se recomienda usarlo excepcionalmente y cuando no se disponga de otro recurso más económico, ya que al ser repetitivo desluce y lentifica el discurso en algunas ocasiones.
No obstante, el Libro de Estilo de la Lengua Española según la norma panhispánica de la RAE (2018:21) sí que se recomienda utilizarlo en determinados contextos como muestra de cortesía (Ej. al comenzar un discurso o en los saludos de cartas y correos electrónicos dirigidos a varias personas, o cuando pueda albergar duda de si ambos sexos están incluidos). Son útiles cuando se nombran cargos o profesiones tradicionalmente ocupados por hombres o por mujeres, ya que ayuda a romper la asociación estereotipada. Una recomendación al respecto es alternar el orden de presentación, no siempre poniendo un género en primer lugar.
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• Aclaraciones (candidatos de ambos sexos).
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• Alternativas gráficas (los/las): dado que el abuso de estas produce textos poco estéticos, se aconseja su uso sólo en impresos, formularios, textos esquemáticos y en encabezados de cartas y correos. Ej. queridos(as). Si hemos optado por el uso de la barra, debemos emplearlo a lo largo de todo el texto.
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• La arroba (@) es un símbolo, no un signo lingüístico, con lo que, al no poderse «leer» no debe emplearse en ningún texto de lectura. Sí se puede utilizar en textos breves de carácter informal, sobre todo en el espacio digital, de las comunicaciones y de la publicidad.
VI.
Conclusión
El lenguaje sexista alude a un código de comunicación que invisibiliza a las mujeres y que puede provocar su infravaloración o en algunos casos, ridiculización. El lenguaje no sólo constituye un medio de comunicación, sino que permite la perpetuación de ideas, estereotipos y roles preasignados. El uso del lenguaje no inclusivo interioriza de forma inconsciente formas de pensar discriminatorias y por ende, comportamientos sexistas.
Aunque en castellano el masculino como género gramatical tiene un uso doble como genérico, en la práctica, la generalización de su uso puede provocar problemas de interpretación que obligan a tener que analizar siempre el contexto como ya hemos expuesto.
En cambio, el lenguaje incluyente, inclusivo o no sexista, constituye un código de comunicación que tiene en cuenta la realidad actual. Posibilita que mujeres y hombres se nombren teniendo en cuenta el sexo al cual pertenecen, sin subordinación ni invisibilización de ninguno de los sexos, y en lo que afecta a las imágenes, reflejando una presencia equilibrada de mujeres y hombres alejada de estereotipos de género.
Desde tiempos remotos, el lenguaje se fue creando y desarrollando en un contexto androcéntrico y desigual, y en base a esas ideas y cultura se elaboró el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, reflejando las desigualdades de género. Pero la sociedad ha ido evolucionando en derechos y libertades, incorporándose la mujer a los ámbitos sociales, educativos, culturales, políticos, económicos... Por lo tanto, la propia RAE tiene que ir adaptándose a la realidad social de cada momento y realizar las modificaciones que sean necesarias. A pesar de haberse producido algunos cambios en el diccionario, aún persisten usos del lenguaje sexista tanto para hombres como para mujeres.
En muchas ocasiones, la utilización (o abuso) del masculino genérico tiene más que ver con la tradición y la inercia que con una clara voluntad de ocultar e infravalorar a las mujeres. Por ello, el cambio necesita de la decisión consciente de querer comunicar de otra forma en base al respeto mutuo. Para ello es necesario conocer instrumentos y alternativas
lingüísticas que sustituyan esa tendencia sin provocar una sensación de artificialidad o duplicidades que hagan perder el sentido de lo que finalmente se quiere comunicar.
El uso del lenguaje influye decisivamente en los estereotipos y roles de género, de ahí que desde los distintos ámbitos se esté implantando la necesidad de utilizar el mismo desde una perspectiva de género
El uso del lenguaje influye decisivamente en los estereotipos y roles de género, de ahí que desde los distintos ámbitos (político, social e institucional) se esté implantando la necesidad de utilizar el mismo desde una perspectiva de género.
A veces nos resulta «normal» sólo lo que nos resulta familiar ya que es lo que hemos aprendido y normalizado desde pequeños/as, sin pararnos a pensar en lo que hay detrás o cuál es el origen o sus repercusiones a nivel inconsciente. Debemos aprender a cuestionar conceptos y prácticas automatizadas que quizás muchas veces no sean las más correctas o justas y ponerlas en relación con la realidad social, cultural y jurídica actual. Sobre todo a la hora de elaborar normas, dirigirse a las personas por su profesión teniendo en cuenta el sexo de quienes la desempeñan y cuando nos dirigimos a un público en el que hay tanto hombres como mujeres. Porque todas las personas han de ser tratadas con el mismo respeto y cortesía, aunque el lenguaje haya sido elaborado y desarrollado históricamente en un contexto socio-cultural androcéntrico, ya que tiene implicaciones de las que muchas veces no somos conscientes. «La palabra es el arma más poderosa» (Raimundo Lulio).
VII.
Bibliografía
-
— Resolución de 29 de diciembre de 2020 (LA LEY 26519/2020), de la Secretaría General de Función Pública, por la que se publica el Acuerdo de Consejo de Ministros de 9 de diciembre de 2020, por el que se aprueba el III Plan para la igualdad de género en la Administración General del Estado y en los Organismos Públicos vinculados o dependientes de ella.
-
— Informe sobre lenguaje no sexista, elaborado por la Comisión de Igualdad de FEDECA, de octubre de 2019.
-
— «Guías para el uso no sexista del lenguaje». Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad).
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— «Guía didáctica para un uso igualitario del lenguaje». Instituto Andaluz de la Mujer. Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación (Junta de Andalucía). SE-2154-2019.
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— «Guía práctica de comunicación incluyente». Servicio de Asesoramiento para Planes y Medidas de Igualdad en las Empresas. Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad).
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— Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres (LA LEY 2543/2007).
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— Constitución Española de 1978 (LA LEY 2500/1978).
-
— https://www.un.org/es/gender-inclusive-language/guidelines.shtml